—He escuchado de él, pero no tengo el gusto— dijo Karen.
— El es hijo del…— empezó a decir la chica.
La mujer paró en seco la explicación de su asistente.
— ¡Te dije que sé a quién pertenece el nombre!— exclamó cortante Karen.
La chica pegó un respingo y de inmediato se preparó para salir.
— Disculpe señora, voy por el café— dijo la chica.
Karen que aunque dijo saber quién era el hombre, se centró en buscar en su cabeza donde había escuchado este nombre, tampoco era imperativo que conociera a cada uno de los que asistían a ésta reunión de proveedores.Si no los recordaba ya los conocería en la reunión dentro de poco tiempo, la asistente entró nuevamente con una humeante taza de café.
Karen la tomó y empezó a sorber casi por inercia, ese día se sentía bastante contrariada, vio la hora, apenas eran las once, sería bueno si se daba un tiempo para salir y comer algo.
Uniendo el pensamiento a la acción tomó su bolso y salió al exterior del edificio, buscó un lugar donde sentarse a ordenar sus pensamientos.
Empezó a recordar el porqué estaba tan nostálgica, había despertado esa mañana en medio de un sueño con su ex, no entendía de donde surgió aquel sueño, en su mente maldijo aquel sueño.
Lo menos que quería ahora era recordar a éste desgraciado, a su memoria de inmediato vino que había pasado un año desde la muerte de su primer esposo cuando lo había conocido.
Tenía una sonrisa radiante y unos ojos increíblemente vivos, casi de inmediato empezó a cortejarla, la hizo sentir nuevamente mariposas en el estómago, se sentía agradable hablar con él.
Era un hombre muy culto, de conversación ligera y muy interesante, a los seis meses ya estaba comprometida para contraer nuevamente matrimonio.
Nuevamente la ilusión inundaba su corazón, soñaba con formar una familia, por fin llegó el maravilloso día y salió ataviada con su hermoso vestido blanco y muy radiante para la ceremonia, y ahi estaba de nuevo, soñando con una vida color rosa.
Que ilusa había sido, el desgraciado era más falso que un billete de tres dólares, seis meses después lo había encontrado revolcándose con su mejor amiga en su propia casa y cama.
"¡Que descarados e irrespetuosos habían sido, además de desconsiderados, ese día su corazón nuevamente se llenó de dolor, pero un dolor peor que el primero, porque la traición era peor que la muerte".
Decidió que el amor no se diseñó para ella, desde ese momento se dijo que ya nadie la haría sufrir, mejor se quedaba sola, así que cerró su corazón al amor, para siempre.
Aunque detestaba los recuerdos, éstos con su ex le ayudaba de vez en cuando a tener estos eventos presentes, así la resolución de quedarse sola se fortalecía cada día, esto estaba sucedido ahora que los recuerdos habían vuelto. Ya habían pasado diez años desde aquel día fatídico de la traición de aquellos dos canallas, aunque ya era una mujer curtida para el sufrimiento, este recuerdo le causaba repulsión hacía el amor.
Terminó de comer y se preparó para enfrentar una reunión de negocios, eran varios comerciantes de telas exclusivas que venían a ofertar para que ella escogiera al mejor proveedor. Ese día, tenía el fastidio subido a lo más alto de su cabeza, ya había cerrado el ciclo de recordar, ahora a sacar todo lo hábil que era para mantenerse en el tope del éxito.
Cuando llegó al edificio donde funcionaba su empresa, faltaba poco para que los proveedores de telas llegaran; allí también funcionaba su atelier y la oficina.
Desde el día en que Farid Aziz, le había pedido a su padre, un préstamo para iniciar su propia empresa de exportación e importación de telas exclusivas, ya habían pasado 5 años, a éstas alturas era reconocido como uno de los más grandes e importantes proveedores de los más afamados diseñadores del mundo de la moda.
Esa tarde tendría una reunión con Karen Romano, una mujer fascinante, la había visto por primera vez en el aniversario de bodas de plata de sus padres, ella se había encargado del diseño del vestuario de su madre y hermanas. Se veía tan lejana y a la vez tan cautivadora.
Esa noche se había acercado a ella, en ese tiempo estaba iniciando su negocio de las telas y no era muy conocido en el mercado, solo se había acercado porque le había interesado como mujer, pero ella era de hielo, fría; no le brindó ni siquiera una sonrisa de amabilidad.
Eso le llamó más la atención, después de ese encuentro no tuvo más oportunidad de volver a verla, hasta ahora, él se había concentrado tanto en sus negocios que la conquista de una fémina quedó relegada, hasta ahora que había enviado su propuesta de negocios y había sido aceptada.
Se sentía optimista, había conquistado este mundo del negocio de telas con mucho tesón y empeño, sabía que ésta mujer era implacable a la hora de negociar, él no le tenía miedo, sabía cómo usar estrategias para convencer al cliente más obstinado.
Ya pronto estaría al frente de ésta bella mujer, nuevamente los recuerdos de esa noche vinieron a su memoria.
— Buenas noches, me presento, soy Farid Aziz — había dicho él, galante— un gusto tener a una mujer tan hermosa entre los invitados de mis padres.
Ella lo había mirado como se mira a un insecto despreciable, diciendo.
— Lamento no tener el mismo gusto, has perdido tu tiempo al acercarte a mi para coquetear, no estoy en exhibición, con permiso — dijo ella.
— ¡Oye por qué eres tan agresiva, solo quise saludarte!— respondió él.
— ¡Pues yo no deseo tu saludo!— dijo ella — ¿Me permites el paso?
Él se había apartado un poco y ella salió de allí muy altiva sin siquiera voltear su cabeza hacia atrás, que orgullosa que era, quizás era su estatus que no le permitía darle cabida a cualquier persona en su círculo de amistad.
Esa tarde tenía las expectativas altas; ¿Se acordaría ella de aquél incidente? Esperaba que aquello no le cerrara las puertas a su negocio floreciente de telas exclusivas.
A las diez menos dos, entró en el edificio donde funcionaba la empresa de Karen Romano, respiró profundamente al cerrar el ascensor que lo llevaría al gran salón de reuniones, otros competidores estarían allí que al igual que él debían demostrar el porqué debían escoger las telas que ellos representaban, ya cada uno había enviado sus muestrarios de telas y allí se hablaría de precios y oportunidades.
Una hermosa chica lo condujo al enorme salón, allí estaban tres empresarios dos damas y tres caballeros que se reunirían con la gran Karen Romano, unos minutos después entraba la bella mujer y les saludaba.
— ¡Buenas tardes, damas y caballeros!— saludó ella con una sonrisa— siéntase bienvenidos a ésta reunión.
Farid no podía quitar sus ojos de admiración de aquella mujer, desde aquella vez que la había visto por vez primera había sentido una extraña sensación y ahora nuevamente había surgido, aunque allí estaba por negocio, su corazón palpitaba fuertemente dentro de su pecho.