La primera carta

1916 Palabras
DARCY Tenerlo todo y no tener nada puede hacer que cualquiera se sienta inestable, sin sentido, perdido en la búsqueda de significado. Tal vez eso era lo que le sucedía. Se suponía que debía estar en la oficina antes de las once de la mañana, pero claramente no lograría llegar, no era como si importara de todas formas. Buscaba sentido, emoción y necesidad, nada de lo que podría encontrar sentado en la silla de su oficina sin moverse. Siendo el CEO de una empresa como la suya, dedicada a la tecnología y desarrollo de software para dispositivos inteligentes, se suponía que debía mantenerse ocupado la mayor parte del tiempo, pero los inversores de la compañía había conseguido a alguien que pronto asumió muchas de sus responsabilidades. Al inicio lo había visto como algo ventajoso, por primera vez en mucho tiempo se había tomado la apertura para poder dormir, disfrutar y agasajarse con el dinero que producía, pero con el paso de los días, una sensación de incertidumbre se había afianzado en su pecho para no irse de su lado. “-Señor Lauder, lo espero en la oficina- Llamó su secretaria con el interés en la voz”. “-Lo siento, Tilda- musitó él revolviéndose en las sábanas -hoy no iré a la oficina. Creo que prefiero dormir a estar allí sentando como una figurita decorativa, me atrevo a decir que es mucho más productivo. “-Pero señor, los inversionistas han estado preguntando por usted- intentó la mujer -se ha ausentado por bastante tiempo”. “-Debieron pensar en eso cuando me relevaron de mi puesto sin tener la molestia de informármelo antes- argumentó él con rabia -ahora no quiero que me sigan molestando, por favor comunícales mis palabras”. “-Por supuesto, señor- terminó la mujer resignada”. “-Muchas gracias, Tilda- comentó él sintiendo como su garganta se cerraba. Cortó la comunicación con algo de lentitud, sus manos temblaban con suavidad y la ansiedad lo golpeó con fuerza. No podía creer que su cuerpo estuviera reaccionando de ese modo a la necesidad de intención, de trabajo. Según su terapeuta, había pasado tanto tiempo enfocado en metas específicas a largo plazo, que había perdido la habilidad de disfrutar de los pequeños detalles de felicidad en su vida. Se había perdido de la libertad de vivir y eso no dejaba de acosarlo. Se levantó del colchón más rápido de lo que pudo imaginar y casi corrió hasta su closet para vestirse con algo simple. Hizo lo mejor que pudo para lucir presentable, luego caminó hasta la puerta sin pensar en nada salvo en salir de las paredes de su departamento. Algunos rostros se voltearon a verlo, pero nadie notó realmente el momento en que dejaba el edificio. Se subió al primer taxi que encontró en la calle y solo le dijo que arrancara. Dieron vueltas sin rumo fijo hasta que se detuvo frente a un bar que no conocía. -Bienvenido- dijo la voz cordial de un hombre en traje cuando entró. Miró el establecimiento con interés, todo lucía como uno de esos establecimiento exclusivos a los que sus amigos les gustaba ir, pero estaba bastante oculto en una zona de la ciudad donde nadie imaginaría que habría un lugar como aquel. En las sillas, los trajes formales y oscuros destacaban, así como las dos mujeres hermosas que bebían con un grupo allí. Se sentó en la barra, justo donde el mesero de la entrada le asignó. -¿Qué le sirvo?- Le preguntó el bartender unos segundos más tarde. -Algo simple y con hielo- afirmó él y el hombre sonrió. -Enseguida- le hombre se retiró y lo vio tomar el vaso que necesitaría. Intentó mirar a su alrededor, el lugar era discreto. Todo el mundo disfrutaba con soltura y nadie parecía notarlo, eso lo intrigó de inmediato. Estaba acostumbrado a que una vez que las personas lo reconocían, ya nadie lo dejaba tranquilo, pero en ese bar nadie le daba una segunda mirada. Con una nueva calma se recostó de la silla en la que estaba y bebió del vaso que le habían entregado con la calma llenándolo, por un segundo se preguntó cuánto tardaría en ahogarse con sus penas. -Es bastante temprano para un trago tan fuerte- comentó una voz femenina. Él observó a la joven mujer rubia que se sentaba a su lado y le sonreía con amabilidad. -No cuando lo necesitas- explicó Darcy tomando otro sorbo -¿qué beberías tú? -Algo suave como un judo o soda- comentó ella sonriendo aún más -es temprano aún. -No en esta ocasión- continuó él. -¿Mal día?- Inquirió ella unos segundos más tarde. -Mal mes- afirmó él sin verla a la cara. -Entonces ese trago está muy bien justificado- comentó la mujer con esa sonrisa amable -nunca antes te había visto aquí. Él la miró con atención notando sus rasgos atrayentes y la juventud en su piel. -Nunca antes había venido- convino él con cierta duda -¿trabajas aquí? -Digamos que las oficinas de seguridad son parte de mi encanto- dijo ella con una risa suave -pero eso no es algo que se les mencione a los clientes. Él observó a la mujer una vez más, las pistas sobre su juventud todavía estaban allí, pero su forma de ser, sus palabras inequívocas sobre su empleo y la seguridad en su porte, le hacían sentir como si se estuviera enfrentando a una mujer de la edad de su secretaria. Era extraño, pero comprendía que no debía comentarlo o se arriesgaba a ofender a la mujer amable que se había sentado a su lado con intención. -Entonces debo mantenerte a mi lado- comentó él unos segundos más tarde -es bueno siempre entablar una amistad con alguien dentro, te ofrece opciones que nadie más tendría. -Mi puesto no llega tan lejos- comentó ella con esa suave risa -pero si necesitas algo, siempre puedes pedirlo. Sobre todo si piensas volverte un cliente regular del bar. Fue imposible no notar el tono de doble sentido en esas palabras y no logró comprenderlo. La confusión en sus rasgos debió advertirla porque ella le lanzó esa sonrisa amable antes de pedir algo en la barra. El bartender se acercó para servirle y le susurró algo al oído, ella escuchó atentamente para luego tomar su vaso. -El deber llama- fueron las palabras femeninas -disfruta del lugar. Darcy la vio alejarse con el interés en sus venas, la mujer le había dado tantas señales confusas que en ese momento se preguntaba si había algún mensaje que descifrar. Bebió de su vaso con lentitud, disfrutando del ambiente tal y como lo habían invitado. Estuvo largo rato allí hasta que el aburrimiento comenzó a sentirse de nuevo en su pecho, esa ansiedad que tenía tiempo sintiendo, así que pagó por lo que había tomado y regresó a su hogar sintiendo la necesidad de escapar una vez más. Solo el silencio lo esperaba al llegar a su departamento, se quitó las prendas que lo molestaban y se sirvió una copa con su tinto favorito. Se tumbó en el mueble para observar el cielo que los grandes ventanales de su departamento le mostraban, mirar el cielo era reconfortante, pero no lo suficiente como para calmarlo. “-Señor, tengo a Campiña en la línea- informó su secretaria llamándolo de nuevo -desea hablar con usted”. “-Te dije que no quería molestias- reprochó él” “-Lo sé, señor- se disculpó la mujer -pero fue muy insistente”. “-Bien, comunícame- cortó él con hastío”. “-Darcy, pensé que estarías hoy en la oficina- le dijo el hombre con un tono risueño que lo irritó -me gustaría discutir algunas ideas contigo, ¿qué te parece?”. “-No comprendo cómo esa solicitud me incluye- dijo él -no tenemos que discutir nada, tomas las decisiones, eres libre de hacerlo desde que tienes mi puesto, Stevan”. Un silencio incómodo llenó la línea. “-Siempre he querido colaborar contigo- insistió el hombre -tienes una mente creativa e interesante”. “-No me interesa- cortó él”. El silencio volvió a llenar la línea y esperaba que Stevan se hubiera cansado de llevarlo a un trabajo que solo le daban como una muestra de lástima, más que por sus habilidades. Había días en los que quería aceptar, hacer lo que mejor sabía, pero eso solo les daría más argumentos a los inversionistas de la empresa. Se negaba a dejarlos creer que podían hacer lo que quisieran con él y su creación. Era mejor que aprendieran que no podían controlarlo. “-¿Crees que podré verte en la oficina en algún momento cercano?- Preguntó Stevan sabiendo su respuesta”. “-No y será mejor que no te quedes esperando- afirmó él antes de colgar la llamada con cierta satisfacción”. Sabía que el hombre no se merecía el trato que le daba, pero era el encargado directo de su empresa, no lo trataría mejor. La tarde pasó entre aburridas noticias mientras su mente no lo dejaba tranquilo. Esa duda sobre perderse en su propio vaso seguía apareciendo para agobiarlo. Pidió algo para almorzar y fue mientras comía que su laptop sonó al otro lado de la habitación. La había dejado allí luego de revisar los correos rutinarios que su secretaria le había enviado. Dejó a la máquina hacer su trabajo y al terminar se acercó. “Señor, estos son los correos recibidos hoy” le informaba Tilda seguida de una carpeta. Revisó la información con la misma emoción de siempre, ninguna en absoluto. Pasó las páginas sin prestarles atención hasta que la acción repetitiva lo alteró. Estuvo a punto de lanzar la laptop al otro lado de la habitación con rabia, pero se contuvo en el último minuto. Fue entonces que el timbre de su departamento lo alertó. Se levantó con curiosidad y abrió. -Buenas tardes, señor- le dijo un chico bastante joven -tengo una entrega para este domicilio. Es bastante ligero, solo tiene que firmar aquí. Él firmó la carpeta que le sostenía y miró el sobre confundido. -Gracias- Fue todo lo que pudo decir antes de cerrar la puerta una vez más. Una vez que el cartero se marchó dejándolo solo, sus pasos resonando en el pasillo exterior, se atrevió a revisar el misterioso sobre, era formal y el papel costoso. Llevaba Darcy escrito en grandes letras sin el apellido en el costado, así que lo abrió. Dentro se encontró una invitación de color azul oscuro, donde se le daba una ubicación simple y nada de explicaciones, solo que sería bienvenido en el círculo selecto de personas que eran invitadas allí. -¿Esto es una broma?- Preguntó para sí mismo. Investigó la ubicación que le habían dado, pero solo mostraba un hotel lujoso que no había tenido el deleite de visitar. La curiosidad picó en su cuerpo con intensidad y la ansiedad que siempre estaba allí desapareció por un segundo, sonrió con diversión sabiendo que aceptaría aquella misteriosa invitación solo para poder distraer su activa mente. Dejó el sobre en la mesa de su comedor, le dio un buen trago a su copa y regresó a su aburrida rutina sintiéndose un poco más animado que de costumbre. Había pasado algún tiempo desde que esa extraña invitación había llegado a sus manos y allí estaba de nuevo, una noche más con el rostro cubierto. Esperaba que la emoción durara un poco más en esa ocasión.
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