Después de varias horas de vuelo, el avión finalmente aterrizó en Madrid. Me sentía agotada, pero también un poco ansiosa. Tomé mis cosas y bajé del avión sintiéndome libre. En cuanto salí del aeropuerto, el aire me pareció distinto. Tomé un taxi que me llevó directo a un hotel en el centro de la ciudad, durante el camino observé por la ventana los edificios, las calles, todo me resultaba ajeno y al mismo tiempo, fascinante. —Ya llegamos señorita— Dijo el taxista con amabilidad. —Muchas gracias— Le dije mientras pagaba. Una vez realicé el pago, bajé, y sin perder tiempo entré al hotel, no era un sitio lujoso, pero tenía encanto. —Buenos días, tengo una reserva a nombre de Azucena Green— Dije a la recepcionista. —Deme un minero para verificar— Dijo la recepcionista, que pocos seg

