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1586 Palabras
Comportamiento Imprudente Habitación Del Duque Vodrak El sol del mediodía filtraba su luz invernal a través de los vitrales emplomados, tiñendo las paredes de la habitación principal del castillo con tonos dorados y escarlata. La chimenea crepitaba suavemente, llenando el aire con un calor apacible y el aroma tenue del roble ardiendo. La estancia - una de las más antiguas del castillo Vodrak - conservaba la solemnidad de su linaje: pesados muebles de madera oscura tallada, tapices antiguos con los colores del ducado y un gran emblema bordado sobre terciopelo carmesí coronando la cabecera de la cama de cuatro columnas, cuyos doseles ondeaban apenas con la brisa cálida del fuego. Viktor permanecía junto al lecho, de pie, inmóvil, con los brazos cruzados a la espalda. Su silueta alta y delgada proyectaba una sombra recia sobre el lecho, pero su mirada estaba fija, hundida en el rostro de su esposa. Isabella dormía profundamente, envuelta en sábanas de lino blanco que contrastaban con la palidez inusitada de su piel. El cabello, revuelto y aún húmedo por la energía liberada en el bosque, se extendía como un abanico oscuro sobre la almohada. Parecía más delgada, más frágil. Había perdido peso desde su partida y sus mejillas, antes suaves y rosadas, ahora se hundían levemente, dándole un aire etéreo y vulnerable que inquietaba incluso al corazón endurecido de Viktor. Un tic sutil se agitaba en la mandíbula del vampiro. La mano que sostenía tras la espalda se cerraba una y otra vez, conteniendo la mezcla de culpa, alivio y una angustia que le resultaba insoportable. No podía dejar de mirar la curva apenas visible de la marca en su cuello, esa señal ancestral que brilló momentos atrás y que aún parecía latir como un eco. Esa marca, su unión eterna… y la prueba de cuánto la había puesto en peligro. A unos pasos de distancia, cerca de la puerta, Adelheid cruzaba los brazos con gesto rígido. Su vestido gris oscuro resaltaba la palidez de su rostro, donde el ceño fruncido competía con la preocupación que no lograba ocultar. Observaba a Viktor, sin atreverse a interrumpir el momento, hasta que el silencio se volvió insoportable. - Te lo dije. - murmuró con la voz baja, pero firme - Te dije que era una mala idea dejarla. No hubo respuesta. - Casi se matan los dos ¿En qué estabas pensando, Viktor? Él no se volvió. Sus ojos continuaban fijos en Isabella y por un instante, el fuego reflejó el ámbar dolido de su mirada. - No pensé que ella… - La voz le falló, ronca, tensa. Inspiró hondo, conteniéndose - Nunca imaginé que intentaría llegar sola. Pensé que me esperaría. Adelheid bufó por la nariz, dando un paso al frente. - ¿La conoces tan poco? ¿Creíste que se quedaría sentada mientras tú te debilitabas en esta torre como un mártir? Isabella es todo lo que tú no puedes controlar: impulso, amor, locura… ¿Y aún así la dejaste sola? Viktor apretó los labios. La herida no era la acusación, sino saber que tenía razón. Sintió el leve temblor en la energía de Isabella mientras dormía. Incluso ahora, agotada, su alma vibraba con la suya. Si algo hubiese salido mal en el bosque… si no hubiera llegado a tiempo… Adelheid bajó la mirada un instante hacia el cuerpo dormido de la mujer. - No está bien. Apenas se sostuvo en pie tras alimentarte. Estaba casi vacía… Y tú, bestia estúpida, le diste de beber. Como si eso no te costara también. - La necesitaba. - confesó Viktor al fin, en voz baja- Pero no debí dejarla ir. Lo sé ahora. - Tarde. - masculló ella con rabia ahogada. Silencio de nuevo. Solo el chisporroteo de la leña y el crujido lejano de la piedra vieja del castillo. Adelheid se giró hacia la puerta, pero antes de salir, se detuvo. Su voz, aún áspera, se suavizó apenas. - Cuídala, Viktor. Ella aún te ama… más de lo que tú pareces amarte a ti mismo. Y sin esperar respuesta, se fue. Él no se movió. Solo bajó la cabeza, dejando que el peso de esas palabras se asentara sobre sus hombros, mientras observaba cómo Isabella suspiraba levemente en sueños, la mano extendida sobre el lecho, como si aún buscara su presencia incluso dormida. Y él… se inclinó al fin, tomando esa mano con la suya, llevándola contra su mejilla con un temblor contenido. - Perdóname. - susurró, más a sí mismo que a ella - Nunca más te dejaré sola. Interrogando al Humano El salón de audiencias del castillo Vodrak conservaba la majestuosidad de siglos de historia. El techo abovedado, sostenido por columnas de mármol oscuro, amplificaba cada sonido. Cortinas pesadas amortiguaban el frío, pero no el peso de lo que estaba por suceder. El emblema del clan colgaba sobre la tarima central, iluminado por los ventanales que dejaban entrar la luz pálida del mediodía. A un lado, el trono de piedra negra con detalles de plata esperaba a su actual señor. Viktor ingresó con el abrigo aún abierto, el rostro demacrado y los ojos oscurecidos, pero su paso era firme. Se sentó sin ceremonia, apoyando un codo en el brazo del trono mientras acariciaba con el pulgar la empuñadura del anillo del clan. Su presencia llenó la sala como una sombra extendida. En el centro de la sala, Willem estaba rodeado. Tharion, de pie a su derecha, con la espalda recta y las manos cruzadas tras ella, no se molestaba en disimular su desdén. Lucian, más callado, observaba con los brazos cruzados, su expresión levemente más receptiva. Aldren apoyaba una mano en la empuñadura de su espada, sin intención de sacarla… por ahora. Markel, rígido, lo vigilaba como si bastara un parpadeo mal calculado para condenarlo. El joven humano, sin embargo, no se encogía. Estaba pálido, nervioso, con una venda improvisada sobre una ceja partida y la ropa aún sucia del viaje. Pero cuando alzó la mirada hacia Viktor, no era desafío lo que ardía en sus ojos, sino una determinación vacilante. - No quería causarle daño a nadie. - dijo, su voz quebrada pero clara - Isabella fue a mi casa. Se desmayó al llegar. No tenía idea de lo que le pasaba, solo intenté ayudarla. Tharion resopló, dando un paso hacia él. - ¿Y por qué fue a ti, humano? ¿Por qué arriesgarse a cruzar sola media región y casi morir si no fueras importante? - Porque buscaba respuestas. Porque yo… - Willem tragó saliva - Porque yo también quería respuestas. Ese silencio fue distinto. Afilado. Peligroso. Viktor entrecerró los ojos desde el trono, pero no habló. - ¿Respuestas? - preguntó Lucian con tono más bajo – Por tu descuido todo el clan esta en peligro. Jamás le hemos hecho daño a los humanos a menos que ellos nos ataquen. Algunos de nosotros vivimos entre ustedes, pero como forma de aprender… No de atacar. Willem tragó saliva. Se notaba que intentaba ordenar sus ideas, que tenía miedo, pero también algo más: cansancio. - Escribí el libro más por mí que por nadie. Para entender porque soy diferente… - ¿Diferente? – preguntó Viktor. - Me curo más rápido que los demás, tengo visiones que no sé explicar. Siempre pensé que era mi imaginación o una rareza médica, pero mi abuela me dijo que mi padre no era humano… Tharion miró a Viktor tenso, pero no dijo nada. Un híbrido de un Vodrak podría volverse peligroso. - Y que te dice que tu padre es uno de los nuestros… - preguntó Tharion – No somos en único Clan que existe. - Los ojos…Los de ustedes se vuelven azul casi blancos cuando cambian. Mi madre lo dejó escrito en su diario. - ¿Diario? - preguntó Markel - ¿Lo traes contigo? - Siempre… Es lo único que tengo de ella… Willem se movió para tomar su mochila, pero Aldren lo detuvo, pero Viktor hizo un gesto para que lo dejara. El joven sacó una antigua libreta de cuero y Aldren la tomó para que Viktor la revisara. - Un diario. Con cartas, símbolos… No todo está en idioma común. Algunas páginas están escritas con… con sangre y en alemán... Lo sé porque mi abuela también lo sabía. Lo custodió hasta que mi madre murió. Tharion dio un paso más y esta vez sí levantó la voz. - ¡Por ese maldito libro nos están cazando! - rugió, y su voz rebotó en los muros de piedra, haciendo estremecer hasta las antorchas - ¿Sabes cuántos de los nuestros han tenido que esconderse como ratas por tu culpa desde que tú entraste en esta historia? ¿Por qué nos buscas? ¿Qué demonios quieres de nosotros? Willem alzó el rostro, rojo, dolido, frustrado. - ¡Nada! ¡No los estaba buscando! Solo quería entender. ¡Mi madre murió por tenerme! ¡Mi abuela dice que si mi padre hubiese sido humano mi madre no se hubiese debilitado tanto! Y nadie me dio respuestas. Solo tengo oscuridad, símbolos, nombres que no entiendo. No los estoy cazando… estoy tratando de sobrevivir. ¡De entender qué soy! Aldren frunció el ceño. - ¿Qué eres? Willem se quedó en silencio. La pregunta parecía haberlo golpeado de lleno. Abrió la boca, pero no supo qué responder. Fue Viktor quien rompió el nuevo silencio, su voz grave como un trueno lejano: - ¿Le dijiste esto a Isabella? - Si…- dijo que mi sangre no miente. Pero lo pensaba. Con todo su ser.
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