2

446 Palabras
"**Lena Alba, 23 años, estatura 172 cm, peso 60 kg.** Es una hermosa rubia de ojos azules, habla tres idiomas diferentes y se graduó recientemente como profesora de escuela primaria", dijo una voz robótica que resonó por todo el entorno. Ya me sabía esa escena. Tenía que caminar alrededor de aquel círculo mostrándome como si fuera una valiosa mercancía, como una modelo en una pasarela, pero vendiéndome a mí misma y no a la ropa. Di un giro en cuanto llegué al fondo y volví a mi posición inicial, poniendo mis manos en mi cintura. Una sonrisa completamente falsa adorna mi rostro. Estoy exhausta de fingir, y en ese momento, me doy cuenta de que no quiero seguir haciendo esto. Prefiero que me maten. Tomo la silla que está a mi lado con fuerza y corro hacia el primer vidrio que veo. Lo arrojo con todas mis fuerzas, aunque no le hace nada. Cuando la silla cae al suelo, me arrodillo y la sostengo entre mis manos, lanzándola una y otra vez. Gritos de odio llenan el aire. “¿Quiénes se creen para venir y comprarnos como si fuéramos vacas?", pregunto a viva voz. Mis ojos, por primera vez después de tres largos meses, se llenan de lágrimas. El maquillaje se escurre a través de ellas, pero ya no me importa. "¡Los odio, los odio!", grito una y otra vez. Tomo la silla nuevamente y la arrojo contra el vidrio que seguramente es polarizado, pero eso ya no me importa. Finalmente, será mi muerte, y puedo descansar en paz. Sonrío, dando una última mirada como si esta hubiera sido la actuación de mi vida, y en cierto sentido, lo fue. Sonrío. "Gracias a todos", comenté mientras levantaba la mano y saludaba con elegancia, dando un nuevo giro. Sin embargo, algo me detiene cuando dos hombres me toman, uno de la cintura. "Déjenme, déjenme", exclamo, completamente molesta, mientras empiezo a patalear. Pero el otro hombre me toma de mis largas piernas. "Estás en serios problemas, niña", dice. "Sí, cómo no", comento, sacándole la lengua y poniendo los ojos en blanco. Estoy tan cansada que en este momento solo busco la muerte. Me empujan hacia un cuarto oscuro y lleno de humedad, el mismo que siempre utilizaban para los castigos. Suspiro y resoplo mientras miro a mi alrededor. "Estoy enojada", comento encogiéndome de hombros y recogiendo mis piernas contra mi pecho. Suspiro, apoyo mi cabeza en mis brazos y miro hacia la puerta. Me pregunto en qué momento vendrá mi castigo final; lo anhelo con muchas ganas. Quiero cerrar los ojos para siempre y finalmente ser libre. Con ese pensamiento, sonrío y me quedo dormida.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR