La carita de Nicolás en la pantalla del celular me miraba con esos ojos grandes, esperando una respuesta. Sentí que el aire se me escapaba, no sabía qué contestar, y cuando intenté hablar, las palabras salieron entrecortadas. —N-no, pequeño —tartamudeé— no puede haber otra mamá. Helena es tu mamá, solo ella. Nicolás frunció el ceño, confundido, y abrió la boca para decir algo más, pero no lo dejé, colgué la videollamada. Mi corazón latía tan fuerte que lo sentía en mis oídos, justo antes de que la videollamada se cortara, juro que escuché una risa, esa risa fría, y afilada, que solo podía ser de Helena. La risa de esa bruja era inconfundible, no estaba segura si era real o si mi cabeza me estaba traicionando. Me quedé mirando el celular, mientras trataba de contener las lágrimas ¿Có

