Lo miré, sintiendo un nudo en el estómago.
—¿Tú crees? Porque yo también lo sentí, pero no sé si estoy imaginando cosas. ¿Y si solo está jugando?
Él negó con la cabeza, convencido.
—No creo, mira, he visto a muchos tipos jugar, y Lisandro no me dio esa vibra, cuando te miraba, no era solo deseo. Había algo más, como si quisiera meterse en tu cabeza tanto como en tu cuerpo. Créeme, si un hombre como ese te pone los ojos encima así, no es solo por un rato.
Sus palabras me dejaron pensando. Recordé cómo Lisandro me sostuvo en el baile, la presión de sus manos, la intensidad de sus ojos. Había algo más ahí, algo que me atraía y me asustaba al mismo tiempo.
—No sé, Sebas —dije, mi voz más baja— esto me da miedo, si me meto en algo con él y sale mal, estoy acabada.
Él me tomó las manos con
