Nada me contesta y eso sólo aumenta mi frustración; la lleva hacia niveles desorbitantes. —¡Dime algo! —insisto. —¡¿Y qué quieres que te diga?! —gruñe con exasperación. Suspiro al mirar fijamente su rostro atormentado, y abatido —Quiero que me digas, sí. —contesto a secas. —¿Que sí puedo vivir a tu lado, y disimular la rabia al pensar que proyectas conmigo lo que no va a ser? ¿Que simplemente te ofrezco un momento, cuándo lo que más deseo en ésta vida es estar contigo hasta que mi cabello se llene de canas? Trago saliva y su respuesta que enseña un abanico de interrogantes, cae sobre mi cabeza como un balde de agua fría. En resumidas cuentas, me siento dentro de una montaña rusa repleta de subidas y bajadas. Una montaña rusa llena de instantes en dónde quiero explotar de felici

