—¡Maldición!
— ¿Eso es, sólo maldición? —rió Asa—. Esperaba algo más profundo que eso.
—Oh, sí, intento no jurar como regla general. Evita que mi boca sea lavada con jabón.
— ¿Perdona?
—Mi Má, Alan Blaecleah, se casó con mi padre cuando ella apenas tenía diecinueve años.
Nací seis meses después. Cuando tenía un año, y Má estaba embarazada de mi hermano, hizo lo que
le pidió mi Pá y armó las maletas, dejando a su familia atrás y todo lo que alguna vez había
conocido para moverse a través del Océano Atlántico y vivir aquí.
—¿No eres de aquí?
—No, Irlanda. ¿Por qué?
—Pensé que detecté un ligero acento irlandés en tu voz. —Asa alzó y bajó sus cejas—.
Muy sexy.
—Uh, sí. —Lachlan sintió su rostro sonrojarse y por una vez deseó que su piel no tuviera la
palidez natural de su madre. Permitía que cada vez que se sonrojaba fuese extremadamente obvio—
. Gracias.
—Entonces, ¿estabas hablando de tu Má?
—Bueno, como decía, se mudó aquí y tuvo otros cuatro hijos. Somos cinco hermanos
varones. Y cada uno sabe lo que hará si juramos. Es algo que aprendimos muy jóvenes.
—Tirana, ¿si?
—No tienes ni idea. —Lachlan rió—. Normalmente, Má es la mujer más dulce en la faz del
planeta, pero si la rozas por el lado malo, te corta. Estoy bastante seguro de que incluso Pá está
asustado cuando se pone así.
—¿Cómo se siente con que seas gay?
—Aparte de cuando se lo dije por primera vez cuando tenía dieciocho, realmente nunca
surgió. —Lachlan se encogió—. No es como si desfilara a una tonelada de hombres ante ella o
algo. Ni siquiera he traído a nadie a casa nunca para que la conozca. Pero ella nunca ha dicho nada de eso.
—¿Se va a enfadar por que yo vaya a casa contigo?
Lachlan sacudió la cabeza. —No, no vivo con mi familia. Tenemos casas no muy apartadas,
sólo a un momento las unas de las otras realmente, pero mi casa es mía. Puedo llevar a quien quiera.
Lachlan miró a Asa con curiosidad cuando sintió la mano del hombre aterrizar en su muslo.
—Realmente me gustaría ir a casa contigo, pero no quiero causar ningún problema con tu familia si
van a tener algún problema por que yo esté allí. Se como es, hombre, y no le desearía eso a nadie.
—¿Mala experiencia?
—Sí.
Asa no dijo nada más e incluso alejó su mano de modo que Lachlan sabía que no quería
hablar de ello. Decidió cambiar de tema. —¿Tienes algún hermano o hermana?
—No.
Vale, otro tema del que no podrían hablar.
—¿Un amante?
—¿Estaría yendo a tu casa si tuviera un amante? —Asa refunfuñó.
Vale. Lachlan estaba empezando a pensar que no tendrían nada de que hablar. No podía
sacar el tema de la familia. Ni el de amantes. ¿Qué más había? —Háblame de tu moto. Pareces
tenerle bastante cariño.
—Es la única cosa que me llevé cuando dejé la casa de mis padres, la única cosa que me
permitieron coger.
Bueno, estaban batiendo un record, ¿no? Lachlan decidió mantener su boca cerrada. Estaba
un poco triste por el hecho de que él y Asa parecían no tener nada de que hablar a parte del sexo.
Mientras no esperaba que esta cosa entre él y Asa fuera más de un rollo de una noche, le habría
gustado saber un poco más del primer hombre que había llevado a casa con él, incluso si era sólo
por sexo.
Lachlan giró en su camino hasta que llegó a su casa. Paró delante del largo porche y apagó
la camioneta. Mirando a un lado, podía ver que las luces de la casa de sus padres estaban
encendidas en la distancia y supo que estaban despiertos.
Se preguntó si su madre estaba mirando a través de las cortinas como solía hacer y lo que
pensaría cuando viera a otro hombre a su lado saliendo de su camioneta. ¿Estaría enfadada?
¿Molesta? ¿Preguntaría por Asa cuando la viera mañana? ¿Y cómo explicaría que Asa no se
quedaría?
—Es un bonito lugar.
—Gracias. —Lachlan volvió hacia Asa—. Tenemos más de 800 hectáreas aquí, la mayoría
tierras de labranza. Crío ganado Angus con mis padres y hermanos.
—Bonito.
—Es una forma de vida, y la disfruto.
—Quizá mañana puedas mostrarme uno poco los alrededores, —dijo Asa cuando se
desabrochó el cinturón de seguridad, luego gateó por la cabina hacia Lachlan—. Justo ahora, me
gustaría que me mostraras tu dormitorio.
Lachlan sonrió. —Puedo hacer eso.