Así pues, que ella con manos temblorosas, extendió sus brazos hacia Reinaldo. Sus dedos, curiosos y anhelantes, encontraron los botones de su camisa. Uno a uno, comenzó a desabotonarlos, de manera rápida, revelando poco a poco el torso esculpido de Reinaldo, un testimonio de horas de disciplina y esfuerzo. Luego, Reinaldo se separó de ella por unos instantes, y sus miradas se encontraron, cargadas de un deseo y una excitación enorme. Ella tenía la boca enrojecida, y sus partes intimas clamaban porque ese hombre estuviera dentro de ella. Reinaldo terminó de quitarse su camisa, lanzándola al suelo y luego, como atraídos por una fuerza magnética, sus labios se unieron nuevamente en un beso apasionado, expresando sin palabras todo lo que habían anhelado durante tanto tiempo. Charlotte, con

