Entonces, la entrada del cine, que hace apenas unos momentos vibraba con la promesa de una tarde romántica, se había transformado en un escenario de pesadilla para Charlotte. El aire, antes cargado de emoción, sensualidad y dulzura, ahora parecía denso y sofocante. A pesar de la feroz defensa de Reinaldo ante las acusaciones de Azucena, un torbellino de emociones oscuras se arremolinaba en el interior de Charlotte, amenazando con consumirla por completo. La sombra de Alexander, el hombre que una vez amó y que la había traicionado de la manera más cruel imaginable, se cernió sobre ella como un espectro implacable sobre su psiquis un poco rota. El recuerdo de aquel día fatídico, cuando la arrojó por un precipicio estando embarazada, dejándola no solo sin voz sino también con cicatrices emoc

