Capítulo especial. Un pequeño cuerpo yacía en un rincón de la sala. Las líneas rojas se dibujaban a través de la fina tela que cubría parte de sus extremidades. Un espasmo sacudió la diminuta anatomía. La respiración dificultosa y el dolor esparciéndose por cada músculo de aquel pequeño ser. Dos pares de ojos lo observaban como si se tratase de un saco de boxeo que, a diferencia de uno ordinario, chillaba y emitía sonidos desgarradores con cada golpe. La diversión finalizó cuando la diminuta figura cayó inerte, producto de un certero y severo impacto. El niño se desplomó inconsciente en el mismo lugar, en el mismo rincón en el cual, minutos antes, se sostenía apenas en sus delgadas piernas. Golpe tras golpe por cada recoveco de su cuerpo y el líquido carmesí manchando sus ropas sucias y

