CAPÍTULO 3

1728 Palabras
Habían pasado dos años. Las mellizas tenían sus dos años y unos meses, David tenía ya cuatro. No podía quejarme, mi vida iba mejor que nunca. James era un marido ejemplar, Megan y Ashley se comportaban como dos señoritas y David asistía al jardín de niños sin ninguna queja. Recién ahora podía decir que tenía una buena vida, por fin me consideraba feliz. James estaba de viaje, había viajado a Londres y su ausencia era muy notable. Cuando el hombre de la casa se iba, yo me sentía desprotegida y por lo tanto, mis hijos también. Los tres dormían en la cama que yo compartía con James, creyendo que yo podía soportar eso por dos semanas, acepté, pero cuando se movían y me pateaban de noche, dormía en la habitación de David. Megan estaba jugando a apilar unas maderitas de colores mientras David desayunaba sus cereales. Ashley aún dormía placidamente. -Ya acabé, mamá-avisó David. Asentí con la cabeza y subí las escaleras. Ashley ya estaba despierta, observando el cuarto con ojos cargados de sueño. Me senté a su lado y apoyó su cabeza en mi hombro. -Teno sueño, mami-dijo bostezando. Le acaricie el cabello despeinado y la tomé en brazos. -Debemos llevar a tu hermano al jardín de niños-avisé-. No puedo dejarte sola, si quieres puedes dormir en el auto. Ella asintió. Ashley nunca se quejaba, siempre se comportaba y respetaba las reglas. No era una niña que trajera problemas. A comparación de Ashley, Megan era más pícara, le gustaba armar líos y se aventuraba de vez en cuando. James era el único que podía imponer respeto absoluto en esa niña. Ashley bajó las escaleras despacio y tarareando una canción. David le estaba colocando un abrigo mío a Megan. Reí. -Ese no es de ella, David-le dije. El niño alzó sus ojos miel y me observó tristemente. -Pero puedes colocarle el suyo-le tendí la campera fucsia. David la tomó con una enorme sonrisa en su rostro. Se la colocó a su hermana mientras que yo le colocaba la suya a Ashley y cuando acabé, le prendí la suya a David. Nos subimos al auto y en menos de tres minutos, ya recorríamos las calles para llevar a David. -¿Sabes? La señorita nos ha prometido que podemos jugar con la nieve hoy-sonrió. -¿En serio? Eso es lindo, Dav-le dije frenando ante la luz roja. -¿Nosotras tamben podemo, mami?-preguntó Megan desde atrás. -No lo sé, vamos a ver, Megan-le dije avanzando. -Yo no quelo-dijo Ashley-. Megan sempre tira bolas gandotas de nieve y yo caigo. -¡Megan!-la regañó David. Cuando volvimos de dejar a David, las niñas se quedaron jugando en la sala mientras yo preparaba la comida. Nunca me había gustado tener criados, lo único que aceptaba, era la niñera. Necesitaba ayuda con tres niños pequeños y no iba a negarme. Cuando necesitaba de ella, hacía falta una llamada y ella llegaba, sonriente y dispuesta a ayudar. Caroline era la mejor persona, siempre cuidaba de mis hijos como si fueran suyos y los tres la querían tanto que cuando se iba de casa, la extrañaban mucho. El teléfono comenzó a sonar. -¡Ashley, atiende!-grité mientras me lavaba las manos. -Es papi-entró en la cocina. -Voy-le dije mientras corría rodeando la mesa. Tomé el teléfono entre mis manos y me senté en la silla al lado del teléfono fijo. -Hola. -Hola, amor-fue un alivio escuchar su voz-. ¿Todo bien? -Si, aunque ya te echamos mucho de menos. -Yo a ustedes-admitió en un suspiro-. No sabes lo complicadas que están las cosas por aquí. Parece que papá tenía un juicio pendiente y lo ha perdido, no sé como hacer para pagar lo que se debe, es demasiado dinero. Respiré profundamente y cerré los ojos por un segundo. Cuando todo iba mejor que nunca, llegaba un problema financiero queriendo destruir nuestra estabilidad familiar y felicidad. -James, sea lo que sea, siempre podremos superarlo. -Yo sé, _______. El tema es que son muchos dólares y papá no ha tenido en cuenta ese detalle cuando me ha dado la completa autoridad de la empresa. Suspiró. Parecía agotado. -¿Has hablado con él? -No quiero ni verlo-admitió-. Él sabía muy bien sobre esto y ni siquiera lo ha mencionado, ahora debo hacerme cargo yo solo. Maik había sido un maldito bastardo al dejar a James con esa tremenda responsabilidad cargada a su espalda. Tendría que haber sido más considerado, después de todo, no era un desconocido, era su propio hijo. -¿Cómo están los niños? -Bien-respondí algo pensante-. David está en el jardín de niños y las nenas están jugando en la sala. -¿No está Caroline por allí? -No. Su mamá tenía una operación hoy y ella debía hacerse cargo de cuidarla. James asintió con un ruido proveniente de su garganta. Observé la hora, la comida iba a quemarse si no me apresuraba. -Tengo la tarta en el... -Te extraño mucho-me interrumpió. ¿Podía irme a sacar la tarta del horno y dejarlo hablando solo? Nunca. -Yo a ti, James-vi a Ashley vistiendo a una muñeca-. No soporto tener que dormir en la cama de auto de David y ellos ocupen nuestra cama. James rió sin ánimos. -¿Solo me extrañas por la cama, ______? -Sabes que no-dije. Volvió a reír de la misma manera. -Te dejo tranquila, debes estar ocupada y yo tengo que terminar unos malditos papeles para entregar. -Oh, está bien-suspiré-. ¿Cuándo vuelves? -No voy a mentirte, no lo sé. Las lágrimas quisieron resbalar por mis mejillas. -Intentaré volver lo más pronto posible, lo prometo. Te amo. -Yo a ti, adiós. -Adiós. Colgué el teléfono y entré a la cocina. Megan y Ashley estaban observando el horno. Se debatían entre abrirlo o no. Las regañé porque ya habíamos hablado muchas veces sobre eso, no podían acercarse al horno cuando estaba prendido. -Papá sonaba cansado-dijo Ashley. -¿Está ben? No quere volver, ¿vedad? -Megan, no digas eso-serví la comida-. Tuvo algunos problemas con la empresa, pero ya está bien-dije-. ¿Por qué no almorzamos y luego salimos a jugar con la nieve? Ambos pares de ojos claros se iluminaron de repente. Amaba ver a mis niñas felices. Siempre quería darles todo lo que yo no tuve de pequeña. Ellas tenían muchos juguetes, hermanos, mucha ropa, una familia estable y padres que se amaban, a diferencia de lo que yo había vivido de pequeña. La semana corrió lentamente, era una monotonía. James llamaba todos los días y avisaba que demoraría. Quizá no debería, pero estaba comenzando a pensar que James tenía algo con alguien de Londres. Todo lo que pensaba, me llevaba al mismo lugar. Y me hería mucho pensar en James con otra persona, tumbados en la cama, mientras yo me tragaba el cuento de que la empresa corría peligro y cuidaba a mis niños. Estábamos colocando el árbol de Navidad. Ashley y Megan se dedicaban a entregarle las decoraciones a David, y él, muy felizmente, las colocaba en todos los picos del pino. -¡Allí no, Megan!-dijo David cuando ella intentó colocar una-. Es aquí-la ayudó. La puerta se abrió y con algunos copos de nieve encima, entró un abrigado James. -¡Papá!-gritaron los tres a la vez. Yo, estaba sentada en la escalera, con una taza de chocolate caliente entre las manos mientras observaba a los niños armar el árbol de Navidad. Me puse de pie y me apoyé en el barandal, nunca iba a cansarme de ver a los pequeños abrazar a James. James tomó a las dos niñas en brazos y se puso a la altura de David, besó su frente y le sonrió. Los tres hablaban a la vez, James reía por las cosas que decían y los intentaba callar. -No es cierto-se quejó Megan-. Ashley dijo que no. -Bueno, ya, ya-les dijo James y las dejó en el suelo-. ¿Qué hacían? -¡Decorábamos el árbol de Navidad!-gritó David. James les sonrió mientras se quitaba el abrigo. -¿Y mamá? Los tres pares de ojos voltearon a verme apoyada en el barandal. Sonreí mientras James volteaba a verme y corría hacia mí. Me quitó la taza de las manos y besó mis labios mientras me abrazaba. Dejó la taza en la mesita y volvió a abrazarme. -No miren-dijo David. James y yo reímos al unísono. Terminamos de decorar el pino de Navidad. Y entre peleas y risas, conseguimos que los niños se amigaran y fuimos a cenar. Pedimos pizza, ni James ni yo queríamos cocinar, pero nadie quería quedarse sin cenar esa noche. Así que unas pizzas y gaseosas, no le hacían mal a nadie. -Ya, a dormir-dije y apagué la luz de la habitación de David. Al fin, ya no dormiría en esa incomoda cama de auto de carreras. Entré a la habitación y vi a James con la toalla que rodeaba su cintura y su cabello mojado. Dejó caer la toalla y se colocó el boxer. Me apoyé contra el marco de la puerta y lo observé. Luchó con el elástico del boxer que al parecer, le hacía doler o le molestaba. Los bajó, dejando su cuerpo completamente desnudo, y fue por otro par. Reí silenciosamente cuando lo vi volver del armario, revisando el elástico del boxer n***o de algodón, se agachó y metió ambas piernas por los agujeros, luego lo subió hasta acomodarlo en su cintura. Aplaudí mientras entraba a la habitación. James alzó la cabeza y sonrió de lado. -Buen espectáculo, Maslow-dije divertida. -¿De qué?-preguntó sin comprender-¡Oye! Al parecer acababa de entender lo ocurrido. -¡Me has estado viendo!-me acusó-. Gracias a Dios has sido tú y no alguna de las niñas-rió mientras se acercaba a mí. -¿Qué tienen de malo aquellos?-dije riendo. Me tomó por la cintura y me acercó a su pecho. Rodeó mi cuerpo con sus fuertes brazos y me besó la punta de la nariz. Alcé el rostro y capturé sus labios con los míos. Gruñó por lo bajo y luego le dejé meter su lengua en mi boca. -Tenemos que hablar de algo-me dijo en un susurro. -¿Qué ocurre? Me separé de él. Tenía el corazón en la boca. Ojala mis sospechas no hayan sido ciertas. ¿Tendría James otra mujer? -Creo que esto no va a gustarte.
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