La madrugada en el bunker todavía olía a cigarro quemado y café rancio cuando Damián apagó la pantalla de su laptop y se levantó con la misma tensión que una cuerda a punto de romperse. La sombra de Fernando aún estaba clavada en su espalda, hundiéndose en su piel como un tatuaje de mierda que no se quita ni con ácido. Tenía que moverse rápido, porque la mierda del consejo de Vértice se estaba deshaciendo y él tenía que agarrar los pedazos antes de que se fueran rodando por todos lados.
Sabía que no iba a ser fácil. Los hijos de puta que gobernaban ese consejo eran un jodido combo de ambición, hipocresía y traición disfrazada de sonrisas falsas y discursos bien ensayados. Y lo peor, varios de ellos ya estaban oliendo la oportunidad de joderlo a él y a su gente para salvar su propio pellej
