Seis ojos se clavaron sin pestañear. Dos cajas de sombras que se reconocían aún en medio de la mierda que los rodeaba. Sofía no andaba con vueltas, y Clara tampoco. Lo que vino fue una tormenta sin filtro. —¿Quieres que te explique qué carajos es todo esto? —arrasó Sofía en un inicio, sin mediar otras presentaciones—. ¿Qué mierda estamos cargando sobre nuestras espaldas? Porque la verdad, Clara, esto es un puto cóctel explosivo que puede incendiar hasta donde vos y yo jamás imaginamos. Clara se sentó en su silla, cruzó las piernas con la calma de quien sabe que tiene la sartén por el mango, pero también es consciente de que en esta mesa, nadie está libre de balas. —Anda, tira —dijo con voz baja y cortante—. Sorpréndeme, Sofía. Sofía abrió la carpeta y empezó a tirar documento tras doc

