Cada cosa se esfuerza, cuanto está a su alcance, por perseverar en su ser.
Spinoza.
¿Alguna vez te has imaginado que estás sumergido en un contenedor de cristal con agua?
Al principio todo parece ir bien. Tu cuerpo está suspendido dentro del agua, como si estuvieras en un sueño profundo, sin necesidad de oxígeno para respirar. No existe nada más a tu alrededor que te perturbe, absolutamente nada más que tú, dentro del agua.
Entonces alguien se acerca. Lleva en sus manos un gran martillo. Su cabeza está cubierta por una capucha negra, el mismo color de sus pantalones, y su torso desnudo; cual verdugo de la guillotina. Levanta en alto el martillo y golpea con fuerza el contenedor, sin llegar a romperlo.
En cuanto las ondas entran en contacto con tu cuerpo, abres los ojos. Entonces es cuando lo descubres; te das cuenta de que no hay oxígeno que respirar a tu alrededor y te desesperas. Intentas nadar hacia la superficie antes de que empiece a faltarte el aire, pero por más que tratas de impulsar tu cuerpo hacia arriba, hay algo que te lo impide.
Miras hacia abajo. Estás sujeto al fondo del contenedor, una cadena alrededor de tu tobillo te impide nadar hacia la superficie, hacia tu salvación.
La muerte se siente cerca.
Tratas de aguantar la respiración tanto como te es posible, normalmente de treinta a noventa segundos. Tras eso inhalas algo de agua, balbuceas, toces e inhalas más agua. El agua en tus pulmones empieza a bloquear el intercambio de gas, al mismo tiempo que sella y bloquea tus vías aéreas.
Entonces las lágrimas se escapan por tus ojos, sin que puedas hacer nada para retenerlas, mezclándose con el agua a tu alrededor. La sensación de ardor en tu pecho crece a medida que el agua desciende por tus vías aéreas. Luego viene esa especie de caída, una sensación de calma y tranquilidad.
Esa calma representa el comienzo de la pérdida de consciencia, a causa de la privación de oxígeno.
Abres los ojos una vez más y le miras. Se descubre la cabeza mientras sus labios se mueven formando palabras... El peligro acecha en la oscuridad. Las repites mentalmente mientras caes en la inconsciencia. Lo último que consigues ver antes de sumergirte en lo profundo del sueño eterno, es su sonrisa retorcida.