Verónica
Al fin y luego de muchos días postrada en esa cama, me recuperé por completo y así seguir con mi vida. Mi nana me consolaba como siempre desde que ese malnacido me violaba y me golpeaba, cuando estuve calmada hice la misma rutina.
Doty me preparó la tina y yo me saque mi camisola de dormir, viendo aquella cicatriz que marcaba mi piel para siempre. Antonio no solo ese día me golpeo hasta dejarme morir, sino que me sello como si fuera un animal, que había logrado dejar cicatrices permanentes en ella.
Me encontraba de espaldas al espejo y claramente se veían las huellas en mi piel, toqué cada marca suavemente con mis dedos y una tristeza me invadió por tenerlas. Suspire para mirar a mi nana que también las veía, era a la única que se las mostraba, ya que nadie de las sirvientas de Antonio las había visto y no permitiría que lo hicieran, porque una vergüenza me invadía tenerlas.
- Mi niña, ya está el baño – dijo Dorothea
- Gracias, nana – dije suspirando – las llevaré toda mi vida
- Lo sé, mi niña – dijo mi nana triste
Me adentré en la tina para relajar mi cuerpo y Doty me extendió la taza de té para bebérmelo. Cerré mis ojos para relajarme y rápidamente se me vino el recuerdo de Luz a mi mente, una lágrima salió al recordar como ese maldito infeliz la había matado en un instante y todo para hacerme sufrir por huir de él.
Recordé correr con ella como si fuéramos un rayo, me sentía un ave volar y una joven fuerte sin barreras cuando montaba a Luz. Ella era el animal más puro y sincero que pude tener, suspiré para recordar el momento exacto que me perdí de niña.
*Recuerdo*
Estábamos con Luz en pleno bosque y realmente nos encontrábamos perdidas, lloraba porque no sabía dónde estaban mis padres. Me senté en el suelo y me abracé a mis rodillas por el miedo de que ellos no me pudieran encontrar. Estaba metida en mis pensamientos cuando el relinché de Luz me hizo salir de ellos, la vi y de alguna forma me daba a entender que la montara, confundida me levanté del suelo y caminé hacia ella. Acaricié su nariz y temerosa subí con cuidado, porque aún no sabía cabalgar mucho, y Luz empezó a caminar suavemente para darme confianza.
No sé cuánto estuvimos caminando cuando a lo lejos, pude ver mi casa y rápidamente mis ojos reconocieron a mi padre con el capataz y los sirvientes desesperados, seguramente buscándome.
Mi yegua relinchó para que notaran nuestra presencia y todos miraron hacia nosotras. Mi padre se acercó rápidamente a mí y me ayudo a bajar con cuidado para abrazarme con dulzura.
- Mi niña ¿Dónde estabas? – dijo inspeccionándome si tenía alguna herida – estábamos muy preocupados
- Siento a verlos preocupado, padre – dije agachando mi cabeza avergonzada – me perdí y no sabía cómo llegar a casa de nuevo
- Mi niña – dijo para abrazarme de nuevo, pero luego me miró confundido – pero ¿Cómo lograste volver?
Mire a Luz con una sonrisa y acaricie su cabeza, para luego dirigir mi mirada a mi padre que nos veía confundido.
- Luz me trajo – dije mirándolo – no sé cómo explicarlo, pero ella se supo el camino y así pudimos regresar a casa de vuelta
Mi padre miró a Luz asombrado, sin poder creer que mi yegua lo había logrado, pero así fue. Luz no sé cómo pudo acordarse del camino ese día y me devolvió sana y salva, desde ese momento se convirtió en mi amiga y mi guía.
*Fin del Recuerdo*.
Mas lágrimas salieron de mis ojos al recordar el hermoso momento que ella me llevo a casa, porque Luz ese día se había ganado no solo un lugar en mi corazón sino también el respeto de mi padre. Sentí la mano de mi nana secar la lágrima que se me había escapado y la miré con tristeza.
- Mi niña, ya debes salir – dijo mi nana con la bata en mano - sino te enfermarás
- Lo sé, nana – dije suspirando – ¿por qué lo hizo?, porque me arrebató a Luz – hablé mientras mis ojos se cristalizaban
- No lo sé, mi niña – dijo abrazándome con la bata puesta – pero el pagará todo lo que te hizo
- Mató a Luz y se llevó una parte de mi – dije llorando en los brazos de mi nana – como podre perdonarlo algún día
Doty me abrazó llorando conmigo porque sabía, el gran dolor que Antonio causó en mi al asesinar a Luz. Ella me consoló para luego ayudarme a vestir con un vestido sencillo celeste con toques de blanco, combinándolos con unos zapatos de cuero blancos acordonados. Luego me peinó con una trenza enroscada, dándole un toque de recogido y después me maquilló suavemente, tapando mis golpes de la noche anterior.
Tomé aire para caminar con ella a desayunar, salimos de la habitación para bajar las escaleras con cuidado. Estábamos en el último escalón cuando Albert se nos acercó y nos dio un asentamiento de cabeza.
- Señora, tiene una carta – dijo el hombre sacándola de su bolsillo
- ¿De quién es, Albert? – dije confundida ya que no podía recibir cartas
- De sus padres – dijo Albert mirándome
- Quémala, Albert – dije sin ánimo – no quiero saber nada y no quiero ninguna carta de parte de ellos
Hablé por última vez para caminar al comedor con todo el enojo del mundo hacia mis padres, cuando pudieron evitarme este sufrimiento no lo hicieron y ahora envían una carta, pues no se la recibiría. Caminé hasta la sala para sentarme y desayunar.
Fin de Verónica
Dorothea
Suspiré cuando vi irse a mi niña enojada por la carta que Don Roberto y Doña Esmeralda le habían enviado, se perfectamente el rencor que mi niña les guarda a sus padres, pero también sabía que ellos no estaban al tanto del daño que Antonio le provocaba a su hija. Suspiré para mirar a Albert que me miraba nervioso por el enojo de mi niña.
- Dámela Albert – dije para que el hombre me diera el sobre – la intentaré convencer de que la lea – suspirando – aunque me será difícil
- Aquí tienes, Doty – dijo Albert nervioso - pero que no la vea el señor, porque sabes lo que pasaría si se entera
Asentí para guardarla en mi vestido y me despedí para caminar hacia mi niña, esta se encontraba aun sin tocar su plato.
- Mi niña comé porque si no lo haces, te hará mal – dije a su lado mientras sobaba su espalda
Ella me miró para luego apoyar su cabeza en mi estómago y la abracé por los hombros.
- No puedo creer que después de ocho años, se hallan dignado a mandarme una carta – dijo sollozando en mis brazos – ellos no entienden el odio, rencor y tristeza que me han causado – mirándome con ojos llenos de lágrimas
- Lo sé perfectamente, mi niña – dije acariciando la mejilla – pero sabes que ellos no están al tanto de lo que ese hombre te ha hecho – mirándola con tristeza – se lo enojada que estás porque te casaran, pero al menos deberías leer lo que te han mandado a decir
- No quiero, nana – dijo mirándome – quema esa carta, porque el daño que me han hecho mis padres jamás se los perdonaré – mirándome por última vez para ahora mirar el desayuno
- Está bien mi niña – dije besándole la cabeza – ahora come porque si no te enfermarás
Esta asintió para al menos probar algo de desayuno, la vi y pensaba en todo lo que pasaba con Antonio sé que por fuera se mostraba fuerte, pero por dentro se encontraba completamente rota y desolada a la vez.
Le sonreí para salir de la sala y pensar en cómo lo haría, llegue a la cocina para lavar las cosas que se usaron para el desayuno mientras pensaba en cómo ayudar a mi niña, sin que ese malnacido la descubriera.
Fin de Dorothea
Verónica
Me encontraba desayunando, aunque mis ánimos estuvieran por el suelo, porque si no lo hacia mi nana se enfadaría. Tomaba un poco de jugo de naranja cuando veo que Antonio entra al comedor, no le digo nada para evitar que me grite como siempre. Este se sentó en la punta de la mesa, para comenzar a desayunar sin decir ninguna palabra. El silencio era realmente aterrador, pero ese se rompió cuando su voz me habló.
- Fui a ver si había llegado respuesta de mis hijos, pero nada – dijo bebiendo su jugo – sé que este comportamiento es obra de Charles, pero él tiene que entender que ya no es un niño y se debe comportar como un hombre adulto
- Seguramente ya contestarán o vendrán – dije sin contradecirlo
- Eso espero porque si no viajaré a Londres para traerlos – dijo serio
Asentí para no decir más nada, pero otra vez lo hizo con un tono realmente serio.
- Cuando he ido al correo, me encontrado con tus padres – dijo serio mirándome – dicen que te han mandado una carta
Mi cuerpo se puso nervioso y se puso helado por las palabras que él había mencionado.
- ¿Carta? No me ha llegado nada, capaz que se ha perdido – dije disimulando mi nerviosismo
- Eso espero porque si me mientes sabrás lo que te pasará - dijo y apretó mi mano que me hizo doler – ¿te queda claro?
Asentí con temor y seguimos desayunando en silencio. Cuando terminamos, él se levantó para caminar hacia el estudio, pero antes me dijo que no lo molestaran. Asentí para caminar hacia afuera y leer un rato para despejarme.
Fin de Verónica