Capítulo 2

1815 Palabras
Helena encendió un cigarrillo y marcó un número en su celular. -Ya-, fue lo único que dijo. Encendió su automóvil y dando vuelta en una esquina, se perdió en la noche mientras muchos curiosos se habían arremolinado frente a la casa de Feijoó, tratando de ver algo en los ventanales, golpeándose unos a otros. Ulularon las sirenas y el laberinto colmó la estrecha calle. ***** Viviana temblaba. No podía despertar. Se revolcaba en la cama. La pesadilla, esta vez, era más clara, más concisa. Eso la aterraba. Quería escapar pero no podía, se sentía atada de pies y manos. Intentó mover los brazos pero le pesaba como plomo. Vio abrirse una puerta, aquella que estaba siempre cerrada en sus anteriores pesadillas. Le sorprendió porque entró una luz fuerte y entonces, apareció una mujer. Tenía el pelo lacio, largo, usaba saco y tenía guantes blancos. Sostenía además una pistola. Eso la aterró más. Le apuntaba y ella parecía reír. Su rostro era blanco como un papel y sus ojos parecían dibujados en la hoja cortada que simulaba su cara. Ella, en el sueño, quiso correr, pero sus pies seguían duros, de piedra, petrificados y apenas lo arrastraba cuando la mujer empezó a disparar una y otra vez, hacia ella. Sintió las balas como una picazón horrible, entrando y saliendo como abejorros, perforándola igual a una madera apolillada. Recién pudo alzar sus manos pero al verla vio que estaban cubiertas de sangre... Al fin despertó, sobrecogida, gritando como loca. Su mamá llegó corriendo a su cuarto, también asustada, sin saber qué ocurría. -Qué horrible pesadilla, mamá, qué horrible pesadilla-, empezó a llorar a gritos Viviana, sin entender qué es lo que tenía. Esa misma tarde fue con su madre a un psicólogo. El galeno escuchó los relatos, la casa oscura, las paredes, la sangre en sus manos y los disparos del revólver, pero ahora aparecía una mujer. Ella le disparaba sin compasión. -¿Con qué frecuencias tienes esas pesadillas?-, preguntó el psicólogo. -Todas las noches, doctor-, dijo Vivi. Le relató que noche a noche, ha ido descubriendo cosas nuevas, diferentes, distintas, como si fuera un rompecabezas o quizás una macabra adivinanza. -Empecé con una casa, luego paredes, el techo, el piso que parecía comerse mis pies una puerta que nunca se abría, el revólver, los balazos y ahora una mujer. La puerta se abrió, doctor, y salió esa mujer-, relató recordando todos los detalles. El galeno no dio luces a la cueva donde estaba sumergida Viviana. El psicólogo dijo que eran angustias propias de su edad, de frustraciones inconscientes, miedos reprimidos y que debía relajarse, pasear, salir al campo y hacer ejercicios, disipar la mente y eso enfureció a Viviana. -No son frustraciones ni miedos reprimidos, es algo real, doctor. Como una premonición-, ladró ella. Se puso de pie y tumbando la silla salió del consultorio. El psicólogo tomó las cosas con naturalidad. Ensanchó la sonrisa y le dijo a la mamá de Vivi, -¿Ya ve? algo le molesta- La madre también se decepcionó y solo le respondió con un lacónico, -Usted es un imbécil-, y salió. ***** -Mataron a Víctor Feijoó, tú te encargarás ahora de las investigaciones-, le dijo a Nancy Gutiérrez la presidenta la corte suprema, de forma trémula y vacía. No esperó respuestas. Colgó. Al momento, en su PC, Nancy recibió el memorándum con su nombramiento y las facultades para que desarrollase su labor. En realidad, ella estaba esperando, buen tiempo, su oportunidad para encabezar las pesquisas en torno a la corrupción del poder que enumeraban, día a día, semana a semana, los medios de comunicación. Muchas veces discutió con Feijoó por la forma displicente que estaba llevando las investigaciones. -Hay que ir despacio y seguro, Nancy-, se defendía él. Pero ella era impetuosa, agresiva, no le gustaba permanecer inactiva y le gustaban los resultados inmediatos. En cambio Feijoó era demasiado calmado, en exceso. -Sabía mucho tenía bastantes pruebas, pero prefería estar convencido al cien por ciento de lo que hacía, al final le costó la vida-, le contó a sus amigas cuando celebraban su nombramiento en un chifa cerca a la fiscalía. -Debes tener cuidado, le recomendó una, esos mafiosos están enquistados en todas partes, sobre todo en el poder judicial- -No me asusta, respondió resoluta Nancy Gutiérrez, sé en lo que me meto y estoy preparada. He estado esperando esta oportunidad largo tiempo-, subrayó convencida. Lo primero que hizo Nancy fue ratificar la confianza a su secretaria y pidió que Bruno Terrazas se incorporara a su equipo. Solicitó apoyo de la policía y conformó un equipo de fiscales para las investigaciones exclusivas de la corrupción en el poder. -Es terreno minado, le dijo a su gente en su primera reunión, debemos estar muy seguros de lo que hacemos pero de la misma forma ser agresivos- Al revisar las carpetas fiscales que había abierto Feijoó, encontró un cuadro de suposiciones de la red criminal que venía operando en el gobierno. El organigrama y la línea de tiempo vinculaban, directamente a Ibarra, el presidente del país. -Este tipo se ha enquistado no solo en el poder judicial, tiene gente comprada en el congreso-, informó a su equipo. Las amenazas, igualmente, no tardaron en llegar a sus oídos. -Tiene denuncias en el poder judicial-, le dijeron en una llamada anónima. Además, un drone la seguía cuando dejaba su casa y notó que había siempre un carro n***o a una cuadra de distancia que jamás, antes, había visto en el barrio. -Vamos a poner fin a todo esto. Ibarra ha cometido crímenes, ha robado en forma descarada y ha puesto a sus amigos a cargar con el dinero del país en sacos. Lo acabaremos-, enfatizó golpeando la mesa. Estaba decidida a terminar con esa mafia enquistada en el poder. ***** Macedo llamó a su amigo Leoncio Morales, el periodista de política más conocido de Lima. habían estudiado juntos en el colegio Melgar y sus revelaciones lo habían consagrado como un auténtico perro de caza. Tenía un olfato preciso para la noticia y descubrir los escándalos más sonados, involucrando a gobernantes, congresistas y autoridades que se creían intocables. -El asesinato del general Zevallos fue por orden de arriba, Leo-, arremetió Macedo, convencido de sus palabras. Morales escuchó atentamente todo lo que le había dicho Zevallos pero le dijo que necesitaba pruebas. -Tú sabes que esto es con certeza, dispararle a alguien en la cabeza es tragar veneno. Te meterían en cana de inmediato. Es mejor andar con pies de plomo-, le recomendó. Macedo no tenía ninguna prueba. Todo lo que sabía se lo había dicho Zevallos. Maldijo el momento que no le pidió que le dejara los documentos o al menos solicitarle tomarle reproducciones por el celular. Entonces tuvo una idea. Movió el mouse de su PC y luego de aclarar la pantalla buscó en el Google, "asesinato de general Zevallos". Encontró muchos links, pero se interesó en uno que decía, domiciliado en José Leal, en Lince. Sonrió. Esa misma tarde a merodear por donde vivía Zevallos. Hacía frío y la neblina empezaba a caer junto al moribundo sol convertido en apenas un foco amarillento. Dio varias vueltas por la casa pero no encontraba nada que le pudiera ayudar en sus pesquisas, hasta que le llamó la atención lo pegada que tenía la ventana donde vivía el general con una casa contigua. Parecían hermanadas por la cornisa. Se animó a preguntar. Al abrirse la puerta, un perro cariñoso salió moviéndole la cola, haciéndole juegos, brincando como conejo. -¡Entra Hércules!-, ordenó una voz seria. A Macedo le dio el nombre de la mascota. Un hombre muy robusto se cuadró delante de él, con cara de pocos amigos. -Soy el abogado Macedo, represento al general Zevallos, su vecino-, dijo solemne Mauro. La cara del sujeto se iluminó de pronto, estiró la sonrisa y chasqueó los dedos feliz y emocionado. -¡Usted! ¡Usted tenía que buscarlo!-, le dijo. Macedo también se alegró. Era obvio que había algo. Hugo lo hizo pasar a la casa y fueron por un patio donde habían amontonados cartones, cajas, botellas de plástico, bolsas y triciclos rotos y mohoseados. Le pidió que lo esperara allí mientras buscaba "un sobre súper importante". Tardó como media hora. Después vino con una cocacola destapada. -Sírvase, amigo- La cocacola estaba helada y Macedo sentía mucho frío. Igual se la tomó, pensando que sin duda se iba a resfriar. Hugo le contó todo lo que pasó esa tarde que le dieron un balazo a Zevallos y le alcanzó el sobre manila, bien cerrado cinta scotch. Macedo sonrió de oreja a oreja. -Las pruebas-, alzó la voz feliz. Le dio cien soles a Hugo y se fue, literalmente brincando de gusto. Al subir a su auto pinchó el número de Morales en su celular. -Ya, ya tengo las pruebas. Te vas a caer de espaldas- ***** Viviana llegó última en la competencia de 100 vallas y eso enfureció a su entrenadora. La miró con cólera, después de cruzar la meta. -Imagino que me dirás que estás con la regla-, la regañó con ira. Vivi tragó saliva. -Estuve desconcentrada, miss, estoy demasiado distraída- -Estas desconocida, Viviana, tú eres una magnífica atleta, tienes porte, agilidad, velocidad, no desperdicies tus oportunidades. Tú puedes ser una gran campeona-, dijo molesta y se dio vuelta. Viviana solo movía la cabeza decepcionada, sin entender, en realidad, qué le pasaba. Betty llegó con una toalla para secarle el sudor y con su maletín deportivo. -Estuviste bien, pero esas otras chicas eran más rápidas-, intentó animarla. Viviana, sin embargo, no estaba de buen humor y por el contrario refunfuñaba molesta. -Saqué mala nota en el examen de historia económica-, se quejó amarga. -Ese examen es tranca, no es para tanto-, intentó defenderla una vez más, Betty. -Es que no puedo pensar con tantas pesadillas-, reclamó Viviana. Le contó que otra vez había tenido una pesadilla y que esta vez pudo ver a una mujer. -¿La reconociste?-, se interesó Betty. -No pero era bien fea-, echó a reír Vivi, abrazándose a su amiga. Betty había recortado un aviso en un diario. -¿Por qué no vamos a ver esta señora?-, le preguntó. Viviana vio el recorte del diario: "Madame Carmen , vidente" y rompió a reír a carcajadas. -Yo necesito saber por qué tengo esas pesadillas no que me lean la suerte-, dijo entrecortada por las risas. -Quién sabe pues, mujer, a lo mejor ella te dice qué significa ese sueño, por qué lo tienes, qué miedos tienes reprimidos y esas cosas- Viviana seguía riendo. -Ya hablas como ese psicólogo que me atendió y me dijo que disfrutara de la naturaleza- -No sería mala idea, pero en vez de la naturaleza, ándate a la playa a ver cueros, a los chicos en tanga, yumi yumi- -Ja ja ja, mañosa-, remató Viviana jalándole el pelo a su amiga, riendo con estrépito.
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