Después de salir de casa de sus padres como alma que lleva el diablo, Damián caminó pensativo y sin rumbo por un largo rato.
En verdad se le hacía difícil entender porque sus padres estaban yendo tan lejos.
—¡MALDICIÓN! —echo un grito al viento cargado de pura frustración— ¿Qué tiene de malo aue estemos juntos? , ¿Qué es eso tan grave que los impulsa a separarnos? ¡MALDITA SEA!
Pateó una piedrita que estaba en medio del camino pero lo hizo tan enojado y con tanta fuerza que se tambaleó por unos instantes y evitó la caida solo porque logró apoyar su mano de un auto que estaba estacionado a la orilla de la acera.
—Pareces un loco hablando solo por la calle —Dijo un hombre desde el interior del auto.
Damián no reconocía el vehículo, pero sin duda alguna la voz era la de su hermano menor.
—Solo enciende el auto y sigue tu camino Robert —ordeno serio y apartando su mano del vehículo.
—¿A dónde vas?... ¿Te llevo?
—¡Qué te importa!
La ventanilla del auto se baja completamente y Robert saca su cabeza después de quitarse las gafas.
— Nada peor que un loco encabronado —solto con burlas.
—No me jodas ahorita.
—¡Uy! Mejor ni te miro — encendió e hizo rugir el motor de su deportivo.
Damián levantó su mirada hacia Robert, quería sacarse la rabia con él aunque sabía que no era lo correcto; sin embargo, cuando su boca estaba lista para soltar insultos sin reparos una idea iluminó su mente con mayor rapidez.
—Dame tus llaves —dijo extendiendo su mano al frente tal y como su padre había hecho con él.
—¿Mis llaves? ¿Llaves de qué?
—No te hagas el tonto, bajate del auto y dame las llaves Robert.
—¿Qué... Aparte de loco, ahora eres delincuente?
—Robert...
—Qué te hace pensar que voy a dejar a mi precioso bebé en tus manos.
—Hablo en serio.
—Yo también.
—¿Quieres la presidencia de la empresa?
Robert abrió sus ojos de par en par.
—¿Papá ya te contó que se va a retirar?
—Si. Así que dime, ¿quieres la presidencia o no?
—Obvio... Pero papá no confía en mi —musito cabizbajo.
—Eso va a cambiar si me prestas tu auto.
—¿Como así?
—Confía en mi, hermanito.
Robert lo dudó por algunos segundos pero termino cediendo.
—Luego no quiero arrepentimientos.
—Si, si.... Solo dame las llaves.
—Damian.
—Robert, tranquilo. Aunque quisiera ya no puedo asumir la presidencia.
—¿Ah?
—Cuento largo, no tengo tiempo y seguro mamá te lo va a contar todo apenas te vea.
—Ya veo...escogiste a Katherina...
—Robert bajate de una buena vez —gruño con notable molestia.
—Bien, bien —contesto al tiempo que abría la puerta del auto para salir del interior y entregarle las llaves de su deportivo nuevo.
Damián agarró las llaves del deportivo amarillo, se subió en el y se fue tan rápido que a Robert no le dió chance de pedirle que lo dejara más cerca de casa.
[...]
—Llamar a 'mi hermosa' — dijo Damián en voz alta para que el asistente de voz de su teléfono activara la llamada mientras el conducía.
Después de dos repiques Katherina contesto y Damián sonrió como tonto antes de poder hablar.
LLAMADA:
Katherina: Amor... ¿Estás ahí?
Damián: ¿Dónde estás hermosa?
Katherina: estoy llegando a casa.
Damián: ¿Crees que podamos vernos hoy?
Katherina: ¿Hoy? ¿No tenias que irte de viaje?
Damián: Ese viaje ya no va a ser posible.
Katherina: ¿Por qué? ¿Se te cayó el negocio con los Hoffmann?
Damián: Algo así... Pero dime, ¿Crees poder encontrarte conmigo ahorita? Yo te puedo ir a buscar.
Katherina: ¿Estás loco,? Mi papá esta en casa y si te ve es capaz de encontrar la escopeta que nana le escondió.
*Rie nerviosa*
Damián: está situación tiene que cambiar. Debo verte hoy y no temo apostar mi vida de ser necesario.
Katherina: que dramático.
Damián: solo hablo con la verdad. Realmente noe importa nada cuando se trata de estar a tu lado.
Katherina: estás muy extraño.
Damián: necesito verte preciosa. Hay algo que debo decirte hoy.
Katherina: pues dímelo.
Damián: no puede ser por teléfono.
Katherina: okeeeey... Ya lograste picar mi curiosidad. —Damian suelta una risita— ¿Qué te parece si nos encontramos en el lugar de siempre?
Damián: está a una hora de camino.
Katherina: lo sé. Pero es que necesito pasar a recoger algo antes de verte.
Damián: ¿Qué cosa? Si quieres te llevo, estoy a diez minutos de tu casa.
Katherina: ¡No, no, no! —contesto agitando sus manos aunque Damián no podía verla.
Damián: Está bien. Nos vemos en nuestro lugar. Te amo.
Katherina: te amo —cuelga con prisa.
Katherina suelta un suspiro antes de guardar su teléfono, echa un vistazo a la parte trasera de su auto a través del retrovisor y un escalofrío la invade de pies a cabeza.
—Definitivamente algo no anda bien conmigo hoy... —musito para si misma mientras abría la puerta del auto.
—Hasta que te dignas a aparecer —solto su padre a penas la vio cruzar el umbral de la puerta.
—Hola papá. También te extrañe. —dijo mientras dejaba su bolso sobre una mesa.
—Deja el sarcasmo para otro día y ve arreglarte que ya deben estar por llegar los invitados que te mencioné más temprano.
—Papá no estoy de humor para atender a tus invitados.
—No me importa.
—En serio papá. No voy a acompañarte a jugar el papel de la hija perfecta, abnegada y obediente. No he tenido un buen día.
—Katherina no te estoy preguntando si estás de ánimo o no. Te estoy ordenado estar lista y si te tengo que obligar lo voy hacer.
—No me hagas reír papá —se saca los tacones y se deja caer en el sofá más grande de la sala de estar.
Arthur hace una seña y dos hombres se acercan hasta donde están Katherina.
—Ya saben que hacer.
Y sin esperar más, uno de los chicos se tira a Katherina al hombro como si no pensara nada. Katherina grita como una loca desesperada y enojada pero ellos actúan como si fueran sordos mientras caminan hacia la habitación de ella.
Katherina se sacude, suelta patas y manotazos Pero el chico que la carga como saco de papá ni se inmuta. El otro chico abre la puerta para que su compañero pueda pasar a la habitación sin mucha más complicaciones. Una vez están adentro el hombre la baja colocándola con sumo cuidado sobre el mullido colchón de la cama de Katherina mientras el otro espera en la puerta con la orilla en mano.
—Por favor no nos complique más las cosas y haga lo que su papá le ha pedido.
—¡Cállate!
— Señorita, por favor.
—Solo sal de aquí y dile a mi papá que no planeo salir de mi habitación.
Arthur, que escuchaba desde afuera de la habitación, se molestó mucho más de lo que ya estaba al escuchar a su hija hablar más obstinada de lo normal y solto su orden sin titubear:
—Encienrrenla.
Los hombres obedecen de inmediato, y sin darle chance a Katherina para reaccionar, salen de la habitación cerrando la puerta tras de ellos y con llave.
Katherina comienza a golpear la puerta con mucha fuerza y desesperación.
—Papa, abre la puerta papá... Papa por favor....
*Silencio*
—¿Por qué actúas así? ¿Porque te has vuelto tan cruel papá?
Las súplicas y preguntas de Katherina se clavaban en el corazón de Arthur como si de puñales se trataran. Pero según él, lo que estaba haciendo, y lo que iba a hacer era lo justo y necesario para finalmente alejar a su hija de Damian ya que Matilda no le daba las pruebas que el necesitaba para poder acabar con esa relación que el consideraba impura y perturbadora.
—Te vas a quedar aquí y yo igual llevaré a cabo mis planes con o sin tu consentimiento.
Sin decir nada más Arthur se aleja seguido de los dos hombres que formaban parte de su nuevo equipo de seguridad.
[....]
Mientras Damián se dirige al lugar donde se citó con su amada, Katherina llora desconsolada en cerrada en su habitación.
—Mi niña —susurro una voz al otro lado de la enorme puerta color rosa.
Katherina, al reconocer la voz de la mujer que la crío, se acercó a su lado de la puerta y sorbio por la nariz antes de decir: "Nana sácame de aquí, por favor"
— Mi niña, no puedo abrir la puerta porque temo perder mi trabajo si lo hago.
Katherina se sintió fatal a sentir que había puesto a su nana entre la espada y la pared.
—Tranquila, lo entiendo perfectamente, nana —susurro con tristeza.
— Mi niña... Es verdad que no puedo abrir la puerta, pero nunca dije que no la iba a ayudar a salir de allí, —katherina sonríe ampliamente aunque su nana no puede verla— solo preste atención al plan, porque si fallamos, ambas estaremos en grandes problemas con su padre.
—Entiendo. ¡Hagámoslo!
La nana explicó su plan tan rápido como puedo y Katherina escucho atenta. Al terminar, la Nana le pasó su teléfono por debajo de la puerta.
—Supuse que lo necesitaría.
—Gracias nana. Había olvidado que lo deje en el bolso.
—Lo sé.
rien juntas a pesar del nudo que se le formó a Katherina en la garganta al ver la hora y caer en cuenta que le quedaba menos de media hora para llegar a su encuentro con Damian.
«Jamás llegaré a tiempo»
Nana, como si pudiera leer los pensamientos de su querida niña, se apresura a hablar:
—Solo enviele un mensaje avisándole que llegará un poco tarde. Estoy segura que él la esperara.
—Tienes razón. Es lo que haré.
Los dedos de Katherina se mueven ágilmente sobre el teclado táctil del teléfono y un "ok, preciosa" no tarda en llegar en respuesta.
—Listo, ahora me pondré en marcha. Gracias por la ayuda nana. —dice en voz baja a través de la puerta de su habitación.
—Sabe que siempre puede contar conmigo, mi niña. Ahora vaya, no siga perdiendo tiempo valioso.
Katherina escucha como los pasos de su nana se alejan de la puerta y ella se pone de pie después de secar sus mejillas mojadas por las lagrimas.
Una coleta alta poco prolija, una blusa, unos vaqueros ajustados, unos zapatos deportivos y un pequeño bolso tipo bandolera completaban el outfit de Katherina.
Ella era una hermosa peliroja de ojos grises y melena de grandes rizos que llamaría la atención de cualquiera.
Sin más demora, Katherina saco de detrás de la ventana una escalera de cuerdas que su nana había dejado ya lista para usar.
«es un solo piso, es un solo piso»
Repetía en su cabeza para que no le ganara el vértigo.
Una vez los pies de Katherina volvieron a tocar el suelo, salió corriendo hasta el garaje y se metió en la parte de atrás de una minivan que iba cargada de hortalizas. Allí la están esperando su Nana.
—Agáchase y cubrase con esto —le entrega una manta gruesa.
Katherina obedece sin chistar y se esconde mientras su nana enciende el motor de la minivan para poder salir.
—Carlorta, Carlota... —un hombre llama a la nana de Katherina.
La Nana maldice entre dientes al darse cuenta de que es su marido quien la llama y detiene el auto para espera por él.
—¿vas al centro? —pregunta galante una vez llega a la ventanilla del conductor.
—Voy al restaurante.
—Entonces si vas al centro, amor mío.
—Cielo, tengo prisa, me puedes decir que necesitas.
—Siempre tan acida —Carlota tamborilea sus dedos sobre el volante sin apartar sus ojos del retrovisor ya que desde allí podía ver el cabello de Katherina.
—En verdad tengo prisa, cielo.
—Bueno, entonces te acompaño.
—¡NO!... —el hombre es sorprendido por el grito— digo, cielo, estamos en horas de trabajo, te van a llamar la atención.
—Tranquila, me dieron el día libre así que no hay problema.
Sin poder hacer nada, Carlota ve como su marido rodea la minivan, abre la puerta del copiloto y se acomoda en el asiento.
—¿Nos vamos?
—Eh.. s-si...
[...]
Carlota intenta llevar el hilo de conversación con su marido pero ver cómo Katherina se remueve en el fondo del vehículo le quita la paz mental que intenta mantener frente a su marido.
—imagino que en la mansión es el chisme del día.
—¿Ah?...¿Cuál es el chisme del día? —pregunta confundida.
—¡Ay, amor! ¿Como es posible que yo, que trabajo en el jardín, sé lo que pasa en la mansión y tú que cuidas a esa muchacha como si fuera tu hija ni enterada estas.
—¿De que hablas, Germán?
—De que más, pues... Del matrimonio de la señorita Katherina... —Carlota abre los ojos de par en par.
Obviamente era algo que ella sabía pero que había olvidado por completo.
— Deja de repetir las tontería que escuchas, Germán —intenta callar a su esposo pues Katherina no está al tanto de todos los planes de su padre.
—Ni son tonterías, cielo. Incluso, Pierre, ¿sabes? El nuevo asistente del señor Bouvier...
—Sé quien es, cielo.
—Bueno, yo lo escuché cuando le decía a la abuela de la señorita que todo estaba solucionado, que ya la niña no podría volver a ver al jovencito ese... ¿Como es que se llamaba...
—German, en serio, no sigas... —le súplica con la mirada pero el hombre ni cayó en cuenta de lo que estaba apunto de provocar.
—Cielo, sé que no te gusta hablar de lo que pasa en la mansión, pero solo estamos tú y yo aquí... —se queda en silencio un momento— lo recordé...
—¿Qué cosa? —pregunta Carlota sin poder apartar la vista de la carretera y del retrovisor.
—El nombre del muchacho, Damian...
—German, por favor, te lo pido. No sigas o vas a hacer que nos estrellamos por mi falta de atención en la vía.
—¡Qué exagerada...¡ — hace un mohin antes de guarda silencio y Carlota respira tranquila.
—Cielo...
—¿Ummm?
—Tu crees que la señorita Katherina acepte casarse por convenio con el hijo mayor de los Hoffmann, digo, ya el señor Bouvier arreglo todo, no creo que le queden muchas opciones a la señorita.
—¿¡QUÉ YO, QUÉ!? — Grito Katherina quitándose la manta de encima.
Carlota freno en seco y Germán palideció en total silencio.