En poco tiempo Dominic contacto a Ben, un joven que siempre tenía con él a las mujeres más lindas jóvenes e incautas de la ciudad, luego de pactar un encuentro en su centro de operaciones procedió a hacer el trato de su vida.
— Pasa Ben, hablemos de negocios.
— Para eso estoy aquí Dominic. — Se saludaron como viejos amigos y se dispusieron a hablar de negocios.
— Mis chicas dicen que tienes a una virgen, y muy bonita, por cierto.
— Sí, es mi boleto a la buena vida, es muy hermosa y está en su punto, la he amaestrado bien.
— ¿Por cuánto me la prestaría o venderías?
— No, nada de eso, la estoy guardando para él que quiera pagar lo que vale, sin intermediarios, ya sabes, tú querrás tu tajada y yo recibiré menos eso… ella es realmente muy hermosa, es mi mejor diamante. — las palabras de Ben, solo despertaba más la curiosidad de Dominic.
— ¿Medio millón te parece poco por una noche?
— Medio millón ¿sin descontar tu parte?
— Medio millón limpio para ti, además te aseguro que la persona que la tenga no tiene ningún tipo de enfermedad, ni ningún fetiche que la pueda traumar, solo es una noche, a cambio pide solo tres reglas, ni tú, ni ella sabrán su nombre, ella debe tener cubierta la cara con un velo o algo, no le gusta ver a quien se folla, y obviamente tomara la píldora del día después, no quiere cargar con inconvenientes.
— Si es por eso puedo hacerla tomar anticonceptivos, a mí tampoco me conviene que quede en cinta, pienso sacar mucho de ella, que te digo, su belleza es única, hasta a mí me cuesta no hacerla mía.
— No, no, la quiere limpia en todo sentido, ni alcohol, tabaco, píldoras de ningún tipo. Él es así.
— Entonces no se hable más, cuando la debo traer.
— Aquí no niño, su asistente te dará lugar, fecha y hora. Ahora le diré que entre, y te doy un consejo, solo porque te aprecio, no te quieras pasar de listo, con él no se juega, tiene mucho poder. — Dominic salió e hizo pasar a Charly. Mientras que Ben ya soñaba que hacer con el dinero.
El joven Delgado y alto se dejó caer, enfundado en un costoso traje, de cabello ondeando, ojos color café y tez trigueña, Ben subestimó a ese hombre que no tendría más de 25 años y como no hacerlo, si Charly parecía inofensivo.
— Necesito que conteste unas preguntas. — así entró, sin saludar y yendo directamente al grano, él era el asistente de Amir Zabet, debía estar a la altura de su jefe.
— ¿Acaso eres policía? — Contesto sonriente Ben y esto causó cierta alarma en Charly, nada de mujeres obligadas, se repitió la regla de Amir.
— Esa pregunta… ella lo hará por propia voluntad, ¿verdad? Porque si no es así no tenemos nada que hablar. — Sentenció con toda seriedad.
— Claro que lo hará por voluntad propia, ellas siempre lo hacen, yo no tengo a nadie obligada conmigo. — Mintió descaradamente.
— No consume…
— Nada, ella es sana, no le gusta ni el olor a cigarrillos. Y mucho menos toma alcohol.
— Eso nos ahora muchas preguntas, solo queda aclarar, por último, que se asegure de tomar la pastilla del día después y luego espere cuatro horas para salir, de lo contrario si hace algún truco para después querer chantajear a mi representado…. creo que no es necesario decir que tú serás el más afectado. El desierto es amplio y cualquier lugar es una buena tumba. — Ben descubrió que sea quien sea él interesado tenía poder. La mirada de Charly, que en un principio le pareció aniñada ahora le resultaba intimidante. — Aquí está la dirección y todo lo que necesita para llegar, en la habitación encontrara una caja con lo que se debe poner.
Así de fácil, así de ruin la vida de Candy empezaba a empeorar. Ya no serían solo golpes. Ahora sería vendida como un pedazo de carne, del cual ni siquiera ella sabía su valor.
La fecha llegó, Ben ordenó y a ella solo le quedaba por obedecer.
— Pero Ben… no entiendo.
— ¿Eres idiota Candy? ¿Qué es lo que no entra en esa cabeza tuya? — Ben le daba golpes en la cabeza con su dedo índice, mientras lo decía. Asiéndola sentir menos que nada. — Es tan fácil lo que te pido, debes tener sexo, solo eso, no debes hablar, ni nada, ¿no eras eso lo que querías cuando veíamos las películas?
— Pero tú eres mi novio, yo…
— Soy tu novio y tú me obedeces, así de fácil. ¡Si no fuera por mí, estarías muerta! ¿Acaso quieres volver con tú padre? ¿Sabes lo que te hará?, escúchame, cariño, esto es muy importante, necesitamos el dinero, solo será esta vez y después los dos viviremos felices, tendremos nuestra familia y lo más importante, por fin podremos hacer el amor. ¿Acaso no quieres ser mi mujer? — Candy, tan ingenua, tan simple, tan manipulable, le creyó. Pero aún se seguía preguntando…
— ¿Por qué no puedo hacerlo contigo primero?
— Ya te lo expliqué, yo no duermo con niñas inexpertas. Y ya me cansé lo haces o te llevo con tu padre.
Así la atormentaba, con la condena de llevarla con su padre, el cual, según él, la estaba buscando por todas partes para matarla a golpes.
Cuando Ben le dijo a Candy que tenía una sorpresa por su cumpleaños número 19 ella nunca imaginó que sería esto, la tarjeta decía 20 de diciembre 22 horas y la dirección de un hotel que según Ben era el más lujoso de la ciudad.
— Pero…
— Deja de lloriquear, si no quieres ir, llamaré a tú padre para que te largues de aquí.
— ¡No Ben!, por favor…. Iré, haré lo que quieras. — Candy temblaba con la sola idea de que su padre pudiera encontrarla.
El joven que era bastante corpulento y de rostro hermoso, algo que lo ayudaba para hechizar a las jóvenes, la baño, le refregó el cuerpo hasta que dolió.
— Debes estar bien limpia y perfumada, tú eres mi mejor mujer.
La acompaño hasta el hotel, pero le dijo que no podía subir, ella debía ir al último piso, directo a la alcoba y vestirse con lo que hubiera en la caja que estaría sobre la cama.
Mientras Candy caminaba por el vestíbulo del hotel, Ben recibía el pago de manos de Dominic, quien había quedado más que hechizado con Candy.
— Realmente es una hermosura, un poco pálida, pero toda una belleza, quizás después podamos seguir trabajando juntos.
— No te prometo nada, ya veremos cómo le va hoy.
— Le irá bien, el solo hecho de su cuerpo y esa cara, muy hermosa, vale cada centavo.
— Ese es el problema, quizás la disfrute por un tiempo para mí, y cuando me aburra, volveremos hablar.
Del otro lado de la calle Charly observaba a este par, no había visto a la joven ingresar al hotel, pero si vio el intercambio de maletines de estas escorias y se preguntaba ¿cómo una mujer podía vender su virginidad?
Una vez que Candy ingresó en aquella habitación, quedó deslumbrada.
“¡Esta habitación es más grande que todo nuestro piso! No lo puedo creer.”
Los pensamientos de Candy eran demasiados, estaba nerviosa, triste, pero sobre todo asustada, no sabía que esperar de esa noche, Ben le había advertido que debía obedecer al hombre que entrara con ella en esa habitación, sin decir nada y eso la ponía nerviosa. Vio sobre la mesa una nota escrita en un papel, y una píldora a su lado, pero al no saber leer la volvió a dejar donde las encontró.
Ben por la emoción de recibir el dinero y lo poco que le preocupaba Candy, se olvidó de decirle de la píldora que debía tomar, solo la envió a entregar su cuerpo.
Camino hacia la enorme cama, donde como Ben dijo, había una caja, al abrirla vio la ropa que debía usar, y se sonrojo.
Aunque estaba sola en aquel cuarto, decidió cambiarse en el baño, sus manos temblaban y sudaban, no sabía que esperar de esa noche, Ben siempre le mostraba diversos vídeos, algunos les gustaban, pero otros le daban asco y vergüenza, esos donde más de un hombre tomaba a la chica, o donde les introducían objetos, si, ella estaba aterrada.
Tardo más de la cuenta en saber cómo debía colocarse todo aquello, su atuendo consistía en un sostén lleno de pequeñas tiras, blanco con encajes, un ligero, medias y una pequeña falda del mismo color. Por último, tomo el velo y se lo coloco, cubriendo de esta forma la mitad de su cara, ella creía que había hecho todo según el pedido de Ben, el error radicaba en que Amir no quería ver para nada su rostro, en el fondo le desagradan las mujeres que se vendían, pero esto Candy no lo sabía.
Fue a sentarse en la cama como se le había indicado y esperó, aunque no por mucho tiempo.
La puerta se abrió, pero ella no se movió, tenía miedo de la persona que acababa de ingresar, sus pasos se escuchaban pesado y fuertes, pasos que le recordaban a su padre cuando se enfadaba, comenzó a temblar y se asustó aún más cuando escucho esa voz tan ronca, la persona a su espalda destilaba poder, y eso la hacía sentir pequeña, casi como una hormiga.
— ¿Qué edad tienes?
— 18, 19 años. — Trato de corregir rápidamente.
— ¿18 o 19?
— 19, hoy es mi cumpleaños.
— Bonita forma de festejarlo. — Dijo aquella voz con un timbre de ironía, Candy se quedó en silencio.
Amir camino, se sirvió un vaso de whisky y se sentó dándole la espalda en el otro lado de la cama, ella se tensó un poco cuando el peso en esta le aviso de su acción.
— Ven, quítame la ropa.
Ordeno sin más preámbulos. Se levantó obediente y caminó con paso lento, tímido. Amir tenía la cabeza gacha, mirando su vaso sin pensar en nada, cuando vio los pequeños pies de la joven comenzó entonces a recorrer sus piernas casi tan blancas como la lencería que tenía puesta, un lindo cuerpo pensó, pero cuando al fin terminó de levantar la cabeza, la vio, vio sus ojos color esmeralda y el miedo de perder la inocencia grabados en ellos, ese brillo lo alteró por un momento.
— ¡Pero que…! — El grito de Amir la hizo retroceder, y del mismo miedo tastabillo y cayó.
Sus ojos se humedecieron y una lágrima rodo por su mejilla. Esto era la razón por la que no quería ver los rostros de las mujeres con las que dormía, no quería ningún vínculo, era demasiado bueno leyendo a las personas, pero esta muchacha no le generaba asco, ni desprecio, el miedo en sus ojos era auténtico al igual que su inocencia.
— Levántate, quítate el velo. — “¿Que mierda acabo de decir?”
Amir acababa de romper su primera regla, Candy obedeció, y él quedó deslumbrado por su belleza. Se aclaró un poco la garganta, antes de hablar. — Quítame la ropa. — Volvió a decir, con voz ronca y áspera.
Candy tomó la solapa de su saco y lentamente se lo quitó, Amir podía sentir como sus manos temblaban y eso lo excitaba de sobre manera, continúo desabrochando su camisa, él creía que ella lo hacía apropósito, la lentitud y la suavidad con la que desprendía cada botón y luego la retiraba, hasta que llegó al pantalón y la cara de Candy comenzó a enrojecer, Amir lamia sus labios ante tan magnifico platillo. Hoy comería una virgen y eso se notaba en cada gesto de ella.
— Lo siento, pero… no sé cómo quitar el cinturón. — Candy mantenía la mirada en dicho accesorio, su cara de conflicto la hacía ver aún más joven, cuando la risa de Amir se escuchó, levanto la cabeza. Pero ya había recuperado la seriedad.
— ¿Realmente eres tan inocente? ¿O sabes fingir muy bien? — Dijo mientras negaba con la cabeza.
Ambas preguntas se las realizó más a él mismos que para ella.
Decidió terminar con la tarea de una buena vez y es que el preámbulo lo estaba matando, su pene se encontraba tan erecto y duro que si no se liberaba de toda su vestimenta lo iba a lamentar.
“¡Dios mío!”
Fue el pensamiento de Candy antes de cubrir su rostro con las manos.
“Esto no es divertido como parece en las películas, sé que me va a doler, es demasiado grande.”
La mente de Candy le mostraba lo que había visto una y otra vez, a pesar de que cubrió su rostro lo más rápido posible.
Mientras su mente divagaba, Amir la miraba ladeando la cabeza, nunca pensó que estar con una virgen fuera tan divertido, le hubiera gustado seguir divirtiéndose un poco más, disfrutar de esa inocencia, pero el color rojo que veía en el rostro de la chica era como un llamado para él, un canto de sirena que no podía ignorar, por lo que tomo sus manos e hizo que lo viera.
Candy temblaba como una hoja a punto de caer en otoño.
— ¿Tienes miedo? — Pregunto con demasiada curiosidad, algo en esa joven lo ponía nervioso.
— Sí.
— Si quieres, puedes irte ahora, porque una vez que comience no me detendré por nada. — Amir se sentía en la necesidad, de advertirle a esa blanca muchacha de ojos color Jade, que debía salir ahora de ese cuarto.
“Dile que sí, dile que te deje ir. Pero… ¿a dónde?... Ben me mandará con papá.”
En Candy predominaba el miedo, miedo a su padre, a Ben, miedo a la vida.
— No, no me quiero ir. — Dijo en un susurro, sellando así su destino, ese del que ya no podría escapar.
— ¿Me tienes miedo? — Amir necesitaba saber, nunca había forzado a una mujer y nunca lo haría, o eso creía.
— Tengo miedo a que me duela. Es muy grande.
Dijo la joven mirando a otro lado, en él la comisura de sus labios le jugaron en contra, se elevaron solas, ante lo que esta joven le hacía sentir, ese aire fresco, esa belleza única, ese erotismo propio de la inocencia.
— Si, dolerá, pero… te prometo que te gustará y mucho.
Amir aprovechó la confusión de la joven y comenzó a besarla, suave, saboreando sus labios sabor a cereza, para Candy esos besos eran algo nuevo, nada parecido a como Ben la mordía, su barba le ocasionaba un leve cosquilleo pero no le molestaba, sus labios eran cálidos, suaves, provocaban un calor desconocido en ella, con un suave apretón, Amir la llevo hasta la jaula de sus brazos, esos músculos tan fuertes que por un minuto la hacían sentir segura, el beso se intensificó en el momento que sus lenguas se tocaron, él no había tenido tiempo de tomar su trago y ella pudo disfrutar del sabor a menta de su boca, mientras Amir se deleitaba con el sabor dulce de ella, comenzó a mover sus manos y ese roce le gustaba, ella se sentía suave, cálida, pero quería aún más.
La depósito con total cuidado en la cama como si fuera de cristal, teniendo la precaución de colocar un brazo a un lado para no aplastarla.
“Esta muchacha, se ve tan frágil, tan única.”
Mientras miraba esos ojos verdes, guio su mano libre descendiendo por el cuello hasta su pecho y de un movimiento diestro, lo dejó al descubierto, para tocarlo, primero suave y luego un poco más fuerte al presionar el pezón, lo que provocó que un gemido saliera de ella. Esa corriente de deseo comenzó a atravesar el cuerpo de Candy, y obviamente el de Amir también.
“Esa dulce boca, está pidiendo algo, lo sé.”
Era tan automático como ese hombre se adelantaba a todo lo que ella pensaba, en tan poco tiempo, era como estar conectados.
— Amir, me llamo Amir.
— Amir.
Repitió con un gemido, y eso a él le encantó, siguió su camino, mientras la miraba, y es que, aunque moría por besarla nuevamente, no podía dejar de apreciar su rostro, estaba grabando cada gesto de ella. Él iba a ser el primer hombre para ella, quería guardar cada expresión en su memoria.
Candy sintió cosquillas cuando deslizó los dedos por su vientre, y fue la primera vez que él vio su sonrisa. Y le encantó.
— ¿Eso te da cosquillas?
— Si. — Dijo queriendo moverse a un lado, pero Amir apoyo la mano en su vientre bajo y se lo impidió. Estaba perdiendo el control con ese gatito blanco que estaba entre sus manos.
— ¿Cómo te llamas? — Preguntó rompiendo otra de sus reglas, pero siendo inevitable realizar aquella pregunta, algo le hacía desear saber el nombre de aquella mujer.
— Candy. — Contesto con su verdadero nombre la joven, mientras Amir se abría paso entre sus piernas y colocaba su dedo medio en el botón de placer, haciendo movimientos y dando pequeños apretones.
Candy se sentía extraña, algo que nunca había experimentado y que la hacía sentir muy bien, comenzó a seguir el ritmo con sus caderas, estaba buscando liberarse de ese calor que sentía, cuando Amir notó que estaba húmeda, siguió su camino y la penetró con su dedo.
Los ojos de Candy se abrieron un poco, pero cuando Amir comenzó a moverlo lentamente haciéndolo rotar en su interior se relajó, a medida que sus gemidos aumentaron.
Verla de este modo era demasiado, ya no lo soportaba, si seguía jugando terminaría por descargar sobre las sábanas, aunque una parte de él le decía que continuara, de todas formas, la tendría el tiempo que quisiera, y con ese pensamiento Amir se dio cuenta que quizás una noche no sería suficiente, Candy se sentía algo tan único, que de pronto no quería dejarla ir.
Acelero sus movimientos, sumando un dedo más en la cavidad tan angosta, ella comenzó a gemir con más fuerza y sus mejillas adquirieron un color rojo intenso, parecía una manzana, la misma que llevo al pescado original.
— Mmm… ¡Amir!
El grito y la agitación de la joven solo podía significar algo, ella había alcanzado su primer orgasmo y él era el responsable.
Amir se perdió en aquella imagen, el sentimiento de que él le dio esa liberación lo hacía sentir poderoso como nunca se sintió, a pesar de su dinero y posición social.
Retiro su mano y procedió a besarla, tomó las manos de Candy y las entrelazo con las suyas, dándole la sensación de que si las apretaba muy fuerte sería capaz de romperla, ella se veía débil y frágil, se posicionó entre las piernas de ella, cuando Candy sintió la punta del pene en la entrada de su v****a, un jadeo de miedo salió de su boca.
Amir se dio cuenta del miedo que se apoderó de la joven, y no era para menos, él sabía que de por sí estaba muy bien dotado y que el tamaño de su pene superaba por mucho el promedio al igual que el grosor de este.
— Trata de relajarte… por favor no me pidas que me detenga ahora.
Esas palabras sonaron como una súplica, su voz temblaba ante la expectativa que sentía el hombre, a ella, a la que todos le ordenaban y golpeaban, porque no solo fue su padre y Ben, también eran las prostitutas que la trataban como lavandera, cocinera, en fin, como una esclava y cuando alguna prenda quedaba dañada o la comida se pasaba de su punto, desquitaban su furia golpeándola. Todos siempre la golpearon y ordenaban, mas nadie nunca le imploro algo, como lo hacía Amir en este momento, porque era eso, él le estaba implorando, dejarlo terminar lo que había comenzado.
— Concéntrate en mis besos. Déjame llevarte al cielo y mostrarte las estrellas.
Se lo dijo mirándola directamente a los ojos, azul contra verde, Y eso hizo, se aferró a los besos de Amir, como si del alimento más maravilloso se tratara, pero no pudo evitar gritar cuando la penetró por completo.
A pesar de que trato de ser suave y no lastimarla demás, la cavidad de Candy era muy estrecha, él sintió como su pene era envuelto y apretado, trato de ser delicado, en verdad que trato, pero lo que sentía, esa sensación tan exquisita lo hacía perderse en la lujuria pura, cuando por fin la penetró por completo, se quedó inmóvil dentro de ella, para ayudarla de ese modo a adaptarse a su intromisión, mientras la seguía besando, cuando sintió que sus manos se relajaron un poco, liberó su boca para verla, una lágrima caía de sus hermosos ojos, grabó cada gesto, cada temblor, decidió moverse solo un poco y al ver cómo la joven apretaba los labios se dio cuenta que no era por dolor, si no por placer, lo que provocó que sus movimientos aumentaran y que ella los siguiera, en ese vaivén tan delicioso y nuevo para la joven.
— Amir… ah… Amir.
Escucharla decir su nombre mientras sentía que estaba por llegar al orgasmo, lo lleno de una dicha que no alcanzaba a comprender, pero lo que más le sorprendió fue que cuando ella alcanzó el clímax él también lo hizo.
— Candy.
Dejo salir el nombre de esa joven que lo había hecho viajar al mismo espacio, se sentía como nunca, jamás lo había hecho, dándose cuenta de que él también había gemido más de una vez su nombre. Ambos estaban agitados y sudorosos.
“¡¿Que mierda me pasó? ¿Por qué dije su nombre?”
Amir seguía sin entender que había pasado, como pudo perderse tanto en ese remolino de sentimientos. Salió de ella con delicadeza, para darle un poco de alivio, y le encantó ver esa mancha roja que demostraba que él fue el primero, mientras que en su pecho crecía una mezcla de dicha y orgullo sin igual.
Candy lo miraba un poco aturdida y en ese momento algo lo impulsó a darle un dulce beso en esos labios rojos, algo que cerrará tan maravilloso momento.
— ¿Estas bien?
— Si.
— …. Deja de sonrojarte o te comeré otra vez. Iré a bañarme.
Dicho eso, Amir salió de la habitación, ella se envolvió en la sabana, se sentía somnolienta, estaba agotada, y en su pecho miles de sentimientos se mezclaban, no sabía qué hacer, Ben le había dicho que cuando él se fuera a bañar debía salir y volver a casa, pero su ropa estaba en el baño, por lo que decidió cerrar los ojos un momento, para luego ir vestirse eh irse, pero estaba tan agotada que se quedó dormida.