El sonido que atravesó el aire fue casi irreal, como un eco que no debería existir. Olivia se quedó congelada en el umbral de la habitación, con los ojos muy abiertos, el corazón golpeándole con tanta fuerza que apenas podía respirar. Frente a ella, Alejando e Isabela estaban de espaldas; ella desnuda sobre sus manos y rodillas, y él detrás de ella, con las caderas golpeando rítmicamente su trasero. Isabela gemía y jadeaba como si la polla de Alejandro hubiera sido lo mejor que había tenido dentro de ella. —¿Qué… qué es esto? —susurró al principio, con la voz quebrada, pero enseguida el temblor se transformó en furia. Agarró un adorno de cristal con una forma abstracta que había sobre la consola al lado de la puerta y la lanzó con ímpetu contra ellos, pero él jarrón pasó de largo, golpean

