Para cuando fueron transportados hasta el planeta, ya había caído la noche. Habían decidido que sería mejor usar la protección que ofrecía la oscuridad, puesto que a ellos no les afectaba realmente. Solo tenían que dejar que sus dragones acudieran en su ayuda, al poder ver en la oscuridad igual de bien que durante el día. Kelan estudió el prado en el que Zoran habían aterrizado inicialmente. Casi tuvo que atar a su dragón para mantenerlo bajo control. Lo único que había funcionado hasta el momento había sido la amenaza de no abandonar la nave y enviar a otro en su lugar; solo entonces su bestia se calmaba al fin y se comportaba. Su simbiótico se paseó por el prado, explorándolo de manera lenta y desinteresada.
Kelan había notado un cambio en su simbiótico últimamente, uno que lo preocupaba. Nunca había oído que un simbiótico perdiera la voluntad de vivir; después de todo, su misma esencia estaba ligada a la de Kelan, pero su simbiótico pasaba cada vez más tiempo simplemente tumbado en cualquier rincón, observando a los demás simbióticos y a sus guerreros. Ya no buscaba activamente la compañía de los demás de su especie en la nave, como había hecho antes.
Kelan tomó nota mentalmente para preguntarle a Zoran que buscase en los Archivos del Conocimiento y viese si había alguna referencia a los síntomas que mostraba su simbiótico. Zoran, como gobernante de Valdier, era el único que tenía acceso a los documentos que se decía que explicaban los orígenes de los simbióticos.
Se acercó a donde estaban Trelon y Zoran, tan sumido en sus pensamientos que no se percató al instante del cambio que se produjo en Zoran hasta que Trelon hizo un comentario. Miró de reojo a su hermano mayor, estudiando su rostro e intentando ver si había alguna diferencia en él ahora que tenía una compañera predestinada.
―Zoran, ¿va todo bien? ―preguntó Trelon.
A juzgar por la expresión aturdida de este, que se vio seguida de un alivio y felicidad feroces, Kelan pensó que sí, desde luego se había producido un cambio. Nunca había considerado a Zoran como otra cosa que severo y reservado, pero en aquel momento todo su rostro cambió al responder a la pregunta de su hermano.
Zoran miró a Trelon como si saliera de una ensoñación, con una enorme sonrisa en la cara.
―Ha vuelto.
Kelan sonrió a Zoran. Trelon debía de haber notado los mismos cambios, porque también mostró una enorme sonrisa. Kelan luchó por contener una risita al ver cómo el dragón de Zoran luchaba por salir al exterior. Estaba claro que ansiaba a su compañera.
«Él no es el único al que le gustaría ver a su compañera», intervino su propio dragón con sarcasmo. Kelan a duras penas consiguió ocultar su salto de sorpresa. ¿Desde cuándo sabía su dragón cómo ser sarcástico? ¿Qué demonios estaba pasando? Primero su simbiótico se paseaba de un lado al otro como si hubiera matado a su mejor amigo con sus propias manos, y ahora su dragón le respondía con descaro.
¿Desde cuándo había perdido tanto el control sobre las otras partes de su ser? ¡Él nunca perdía el control! Se le conocía por su estricto autocontrol y, de hecho, su capacidad de mantenerse al mando en cualquier situación, sin importar lo difícil o peligrosa que fuera, era algo que todavía se mencionaba con asombro entre los demás guerreros. Y se le conocía por su habilidad a la hora de manejar cualquier reto, sin importar lo imposible que pareciese. Había demostrado su valía una y otra vez antes, durante y después de las Tres Guerras.
«Sí, pero ninguna de esas habilidades te ha ayudado a encontrar a nuestra compañera, ¿verdad?» respondió su dragón con enfado.
«¿Quieres callarte?» pensó Kelan, furioso. «Tú concéntrate en sacar a Zoran y a su compañera predestinada de este planeta o que los dioses te ayuden, porque cuando volvamos no te dejaré salir durante un mes».
No era una amenaza muy potente, pero era lo único que se le ocurrió para hacer callar a su dragón durante unos preciosos segundos de tranquilidad. Su simbiótico se acercó y se tumbó a sus pies, ignorando el conflicto que se estaba produciendo entre Kelan y su dragón.
Se dibujó una sonrisa en el rostro de Zoran, y cuando habló lo hizo con alivio.
―Muy pronto conoceréis a mi compañera predestinada.
Kelan miró mientras su hermano pequeño se metía con Zoran. Trelon le dio un puñetazo bromista en el brazo, queriendo que sujetase a Zoran, pero Kelan simplemente sacudió la cabeza, respondiendo con una gran sonrisa. Hacía mucho tiempo desde que habían forcejeado los unos con los otros como niños.
Los cinco hermanos habían estado muy unidos de niños y a menudo se metían en problemas juntos. Su padre y su madre habían intentado, inútilmente, separarlos en más de una ocasión cuando se habían mostrado especialmente traviesos, pero aquello nunca los había frenado. Simplemente habían cambiado de forma y habían alzado el vuelo en dirección a los densos bosques que rodeaban su mundo. Kelan se rio entre dientes al ver a Trelon yendo a agarrar a Zoran, pero este de repente se quedó muy quieto, frunciendo el ceño en su concentración.
―Abby no va a volver sola. La acompañan tres mujeres ―murmuró.
―Quizás esté trayéndonos a nuestras compañeras predestinadas ―bromeó Trelon―. Por mi parte yo no estoy listo, pero puede que Kelan, Mandra y Creon aprecien encontrar a las suyas. A mí todavía me queda mucho que saborear antes de conformarme con una sola mujer.
Kelan ahogó una risa y agarró a Trelon por el cuello, imaginándose que era su dragón cuando aquella maldita bestia rugió entusiasmada ante la idea de ir a conocer a una compañera en potencia. Kelan no pudo evitar meterse con Trelon, incluso mientras forcejeaba con su dragón.
―Te crees todo un semental dragón que puede satisfacer a cientos de mujeres, pero la verdad es que las necesitas a todas porque ninguna de ellas puede soportarte durante mucho tiempo.
Trelon respondió a su comentario tal y como sabía que lo haría: intentando derribarlo. Puede que Kelan fuera algo más alto y un año mayor, pero Trelon definitivamente era más corpulento y musculoso. Justo acababa de retorcerse para librarse de la llave que Trelon estaba intentando hacerle cuando oyó el rugido lleno de rabia de Zoran. Cambió de forma en un segundo, llamando a su simbiótico, y una armadura dorada le cubrió brazos, piernas y pecho. Se alzó en el aire, listo para luchar.
* * * *
Kelan escuchó atentamente la conversación que estaban teniendo sus hermanos. Al principio se arrepintió de haber enviado a los demás guerreros de vuelta a la nave, pero siempre podía llamarlos de ser necesario. No quería poner en peligro la vida de ninguno de sus hombres, no hasta que no supiera cuál era el problema.
Empezó a formular estrategias para recuperar a Abby en cuanto Zoran les explicó que su compañera predestinada había sido atacada. Parecía que solo había un hombre involucrado en el ataque, al menos que ellos supieran. No había necesidad de solicitar apoyo extra; un hombre primitivo no resultaría ningún problema para tres guerreros bien entrenados. Kelan notificó a la V’ager a través de su simbiótico para que estuvieran listos para partir enseguida y avisasen a la unidad médica, en caso de que la compañera de Zoran lo necesitase. El bienestar del hombre que se la había llevado no le preocupaba; por lo que a él concernía, ya era hombre muerto.