Capítulo 26; ¡Pecado consumado!

1166 Palabras

Ante su mudez, Ámbar le rodeó el cuello para besarlo, se sentía ansiosa, necesitada de él, aquella clase de anatomía no había sido suficiente, ella necesitaba más, ansiaba más, necesitaba tenerlo por completo... Samuel, en cambio temblaba, debatiéndose entre la ansiedad y la indecisión, ante el deseo y la razón, caminando sobre la delgada línea que separaba la cordura y la ausencia de la misma. Ámbar lo besaba desesperada, mientras sus ansiosas manos se movían por el cuerpo de él, llegando a su virilidad palpitante y caliente, Samuel era delicioso, sólo bastaba un solo toque para encenderlo, encerraba dentro de él tanta pasión y era normal, para un hombre que aún no conocia el placer de hundirse en el paraíso femenino, un solo roce bastaba para encender su piel. —¿Cariño...?—le preguntó

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