–¡Dalila! Tenemos que irnos – me dice Jessica. Estoy en mi baño, arreglándome para ir a la casa de Fabián para disfrutar del partido. Por lo menos, Jessica vino a recogerme en su auto nuevo, ya no tendríamos que tomar taxi ya siendo de noche. -¿Cuántos pacientes atendiste hoy? – me pregunta ella. -Sólo cinco, dos en la mañana y tres en la tarde – me pongo un listón en la cabeza. -¿No te da miedo los enfermos mentales? -No, para eso estoy preparada – lo digo al abrir la puerta. -¿Un listón en la cabeza? – señala – normalmente, te he visto seria y todo el tiempo con un traje. -Estoy de buen humor – contesto. Salimos hacia afuera y deje con seguro mi puerta, al voltear a ver el auto de mi amiga me quede sorprendida, parecía de lujo como si fuese de juguete, teniendo el color rojo bri

