Bill irrumpió por la puerta de su dormitorio y se desplomó en su cama.
"Sabía que no debía haberme vuelto... estúpido, Tom... estúpido", se quejó Bill entre sollozos, golpeando su almohada. Un aroma familiar le llegó a la nariz. Pasarían horas antes de que fuera seguro salir de su habitación.
Bill se frotó los brazos mientras buscaba en su bolso el papel que había cogido antes. Lo encontró y lo desdobló. Leyó lo que había escrito con una melodía cantarina.
Las páginas pequeñas no absorben suficientes lágrimas. Lo más importante se pierde en la confusión. ¿Te crees listo? La tiranía es tu especialidad. Hizo una pausa y volvió a escribir.
Siguió escribiendo, garabateando y escribiendo más hasta medianoche. Se dio cuenta de que tenía ganas de orinar y salió con cuidado de su habitación, d
