¡No es una llave!

1510 Palabras
Él frunció el ceño y volvió a presionar el botón. La intensidad aumentó. Mis piernas casi cedieron mientras intentaba mantenerme en pie. La vibración se intensificó, y el calor comenzó a extenderse por todo mi cuerpo. —¿Por qué tu auto no suena? —preguntó, confundido. ¿Qué auto? ¡Este hombre piensa que tengo dinero para tener un auto! Nooo… ¡Soy pobre! —¡No es un auto! —exclamé, con la voz entrecortada. Mis movimientos desesperados por quitarle el control solo lograron empeorar las cosas cuando volvió a apretar el botón, llevándolo al nivel tres. —¡Maldita sea! —grité en un susurro fuerte, tambaleándome hacia adelante. Mi respiración era errática, y el placer me estaba nublando la mente. Él me miró fijamente, con una mezcla de incredulidad y algo que parecía… interés. —¿Qué demonios es esto? —preguntó finalmente, levantando el control para observarlo con más detenimiento. —Es un… pepino —logré decir, mi voz quebrada mientras mi cuerpo luchaba por mantenerse de pie. ¡No puede ser! —¿Un pepino? —repitió, visiblemente confundido. ¡Síiiii! —Sí, un vibrador. ¿Entiendes eso? ¡Es un maldito aparato que…! —No pude terminar la frase porque otro gemido escapó de mis labios. Sus ojos se abrieron en comprensión, y un destello de diversión cruzó su rostro. ¡Estoy acabada! —Oh… ya entiendo. Antes de que pudiera decir algo más, me rodeó con un brazo firme, sosteniéndome por la cintura. —Vamos. Te llevaré a dentro o quiere que te lleve a otro lado. —Sí… Quiero entrar, llegaré tarde, y me despedirán… —Intenté protestar, pero mis piernas ya no me respondían. Él asintió y comenzó a caminar hacia el edificio, ignorando mis débiles intentos de apartarme. —¿Señor Harrington, está todo bien? —preguntó el portero al vernos. —Un mareo —respondió él sin perder la compostura. ¿Señor Harrington? Naah, de seguro escuché mal. El portero se apartó, y yo escondí mi rostro contra el pecho del hombre, tratando de evitar las miradas curiosas de los empleados en el lobby. —Señor… —comenzó a decir la recepcionista, pero él levantó una mano para detenerla. —Después. Ahora no —dijo, su tono final. + Entramos en el ascensor de jefes, y antes de que pudiera preguntar por qué lo usábamos, presionó el botón del último piso y detuvo el ascensor. —¿Qué estás…? —Mi pregunta quedó en el aire cuando presionó el botón del control otra vez, llevándolo al nivel cuatro. Un fuerte gemido escapó de mis labios, y me pegué al rincón del ascensor, incapaz de soportar la intensidad. ¡Esto es placer puro! Aaaah, pero no puedo disfrutarlo por completo porque un desconocido está disfrutando de mi tortura placentera. —¡Por favor, apágalo! ¡Apágalo! —rogué, con los ojos cerrados y el cuerpo temblando. —No hasta que me expliques qué diablos es esto y por qué lo tienes… —dijo con una sonrisa que solo añadía leña al fuego de mi desesperación. Mi cuerpo se arqueó involuntariamente, y la sensación de un orgasmo inminente me hizo jadear. —¡Me vengo! —grité sin pensarlo, llevándome una mano a la boca en un intento inútil de silenciarme. ++++ Cada movimiento era una chispa, un detonante que me hacía estremecer desde las puntas de los dedos hasta el último rincón de mi ser. Pero lo peor o lo mejor, dependiendo del punto de vista, fue cuando sentí que la vibración del juguete en mi interior se intensificó. Él no lo había apagado. Lo había aumentado. Mis ojos se abrieron de par en par mientras mi respiración se volvía errática. El zumbido profundo me atravesó como una descarga eléctrica, desmoronando cualquier pensamiento coherente. Me aferré al pasamanos del ascensor como si mi vida dependiera de ello, mientras mis piernas comenzaban a temblar bajo el peso del placer abrumador. —¿Estás bien? —Su voz era baja, profunda, y tenía una calma que contrastaba completamente con el caos que se desataba dentro de mí. Quise responder, pero lo único que salió de mi boca fue un gemido ahogado. Me llevé una mano a los labios para intentar silenciarme, pero no sirvió de nada. La vibración aumentaba y mi control sobre mi propio cuerpo disminuía. —¿Esto te lastima? —preguntó, acercándose un paso. Su presencia llenó el pequeño espacio del ascensor, y el aire entre nosotros pareció vibrar al mismo ritmo que el juguete. Negué con la cabeza, incapaz de formular palabras. Finalmente logré susurrar: —No... no me lastima... Sus ojos brillaron con algo que no supe descifrar, una mezcla de poder y placer al verme completamente entregada al momento. Un segundo después, presionó el control y la vibración aumentó nuevamente. —¿Y ahora? ¿Esto es demasiado? —inquirió, su voz cargada de un tono casi burlón, como si estuviera jugando conmigo. El nuevo nivel me desarmó por completo. Mi cabeza cayó hacia atrás, y un gemido profundo escapó de mis labios antes de que pudiera detenerlo. Sentía cómo mi cuerpo se tensaba, una ola tras otra de puro éxtasis que me dejaba sin aliento. Mis rodillas amenazaban con fallar, pero él me sostuvo por el brazo, acercándome a él con un gesto firme y seguro. —Piedad... —susurré entre gemidos. Mis palabras eran apenas audibles entre mi respiración acelerada. —¿Piedad? —repitió, ladeando la cabeza con una sonrisa ladeada. Sus dedos se apretaron un poco más en mi brazo—. ¿De verdad quieres que pare? Lo miré, mis ojos llenos de lágrimas por la intensidad. Negué con la cabeza, luchando por encontrar las palabras adecuadas. —No... es lo más rico que puede existir... —admití, mi voz rota por los gemidos—. Es solo que no estoy acostumbrada a que alguien me vea así... terminando, perdiéndome... Él rio suavemente, un sonido bajo y oscuro que me envió otra oleada de escalofríos. —Entonces, ¿quieres que lo detenga, o que lo lleve al nivel más alto? —Su mirada estaba fija en la mía, desafiante, expectante. La pregunta me dejó en un estado de absoluta vulnerabilidad. Parte de mí quería gritar que parara, pero otra parte, una mucho más primitiva y hambrienta, quería más. Sentía cómo el deseo me consumía, cómo mi cuerpo respondía de una manera que nunca antes había experimentado. —Hazlo... —susurré finalmente, mi voz temblando—. Súbelo al nivel que quieras... Su sonrisa se ensanchó, y presionó el control una vez más. La vibración alcanzó un nuevo nivel de intensidad, y mi mundo explotó. Mi cuerpo se arqueó involuntariamente, y sentí cómo la ola de placer me arrastraba por completo. No había nada más, solo el sonido de mi propia respiración entrecortada y los gemidos que no podía controlar. Mis manos se aferraron a su camisa, buscando algo a lo que anclarme mientras el éxtasis me atravesaba una y otra vez. Él no dijo nada. Solo me miró, sus ojos fijos en mí como si estuviera estudiando cada una de mis reacciones. Había algo en su expresión, una mezcla de satisfacción y admiración, que hizo que el calor en mi interior se intensificara. Sentí que mis piernas finalmente cedían, y antes de que pudiera caer, él me sostuvo, colocándome contra la pared del ascensor. Su cercanía era abrumadora, y su calor se filtraba a través de la tela de mi ropa. Podía sentir su respiración contra mi piel, lenta y controlada, en contraste con mi caos interno. —¿Esto es lo que quieres? —preguntó, su voz apenas un susurro—. ¿Quieres perderte por completo? Mis manos se aferraron a su cuello, buscando algún tipo de estabilidad. Asentí, incapaz de formar palabras. Sus labios estaban tan cerca de los míos que podía sentirlos rozándome con cada palabra que pronunciaba. —Entonces entrégate. No te resistas. Esas palabras me desarmaron. Cerré los ojos y dejé que el placer me arrastrara nuevamente. No había pensamiento, no había lógica, solo la pura sensación de éxtasis que me consumía una y otra vez. ++++ —¡Ya! —rogué, jadeando, pero mi súplica carecía de firmeza. Cada célula de mi ser deseaba más, aunque mi cordura gritaba por descanso. Él no parecía dispuesto a ceder. Subió el nivel un punto más. La vibración se intensificó, y un nuevo gemido escapó de mis labios, más alto, más desesperado. Mi cabeza cayó hacia atrás, y mis ojos se nublaron mientras otro orgasmo desgarraba mi cuerpo como una tormenta eléctrica. No podía detenerme. Mi cuerpo había dejado de obedecerme. Los espasmos eran intensos, y mis piernas temblaban sin control. Sentía calor subiendo por mi columna, extendiéndose por cada centímetro de mi piel. Era vulnerable, expuesta, y al mismo tiempo completamente entregada al placer. —Por favor… ya… ya no puedo… —susurré entre jadeos, pero sabía que mis palabras carecían de peso. Él tenía el control. Lo sabía, y eso lo excitaba aún más.
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