Enfrente de una hermosa casa, dentro de los terrenos más lujosos, Max estaba en su auto con su prometida, Irina, esta no dejó de hablar del tema de la boda mientras los dedos de él tamborearon impacientes en su pierna intentó mostrar interés, pero realmente estaba acabando con la paciencia que le quedaba.
“Infiel descarada” pensó.
—No quiero arruinar el momento, querida, pero necesito marcharme. —la mujer arqueó la ceja y lo miró de manera irritante. Se cruzó ella de brazos contra su pecho haciendo que este resaltara a la vista con ese escote descarado.
—Tenemos que ultimar los detalles de nuestra boda, querido. —Max tomó una bocanada de aire de manera discreta y lo soltó entre dientes. Luego puso una gran sonrisa fingida.
—Lo sé, pero recuerda que con la fusión de la empresa, tendré más trabajo, y en estos momentos estoy perdiendo dinero hablando de un tema que al final siempre vas a decidir lo que TÚ quieres, no yo, ¿Sabes por qué?
—Porque soy la mejor y porque te amo. —respondió con una sonrisa triunfante, Max le había alimentado el ego para poder librarse de ella, pero escuchar las dos últimas palabras, le habían dado una puñalada en su pecho, ¿Cómo se atrevía a decir que lo amaba cuando se estaba acostando con su mejor amigo y padrino de boda? El recordar todo lo que había descubierto por sí mismo y por ayuda de su grupo de amigos, apretó el volante con una de sus manos, hasta que estos palidecieron, quería gritarle en su cara que sabía todo y que no habría boda, pero quería venganza.
—Exactamente, eres la mejor y por qué me amas, solo a mí, ¿Verdad?—preguntó Max y ella sonrió más.
—Así es, bueno, tienes que marcharte, sé de la cena con los empleados en el restaurante italiano. —Max intentó no demostrarle que lo había sorprendido. —Si a eso le llamas «ir a trabajar», yo me quedaré en mi casa, arreglando los últimos detalles de nuestra boda.
—Querida, fue orden y recomendación de mi padre, unir desde ya a las dos empresas, ¿Quiénes son los que mantienen a estas empresas? Los empleados. No me culpes a mí, culpa a tu suegro que quiso fusionarse.
Irina sonrió, pero esta no llegó a sus ojos, era más bien una mueca de fastidio.
—Bien, vete. Pero cuándo nos casemos, no deberás dejarme tanto tiempo sola. Te he sentido últimamente muy lejos de mí, —se inclinó para tomar la corbata y enrollarla en sus dedos para tirar de él, Max se inclinó y luego un pensamiento llegó a él, los labios de la mujer de Hawái aparecieron, sintió como el latido de su corazón se aceleró, «Vaya, el mejor sexo que he tenido en toda mi puta vida», —Quiero que me beses, querido. —los ojos de él se abrieron más al salir de su propia nube de pensamientos, tomó su muñeca e hizo que soltara la corbata. —¿Qué pasa? ¿No me deseas?—preguntó Irina algo sorprendida, siempre la besaba, pero desde su viaje de Hawái, lo sintió más frío que de costumbre, de perdida le aceptaba los besos y desde su llegada, no la había tocado.
—Tengo que irme. —dijo de repente aclarando su garganta.
—Bien, tendré que terminar esto en mi habitación. —Max giró su rostro para verla.
—Qué te diviertas con tu amante. —soltó él en un tono cargado de frialdad, Irina soltó una carcajada.
—¿Por qué siempre estás celoso de un vibrador? Si tú no me cumples en la cama, mínimo ese aparato me va a aliviar el estrés que me causa que últimamente no me estás tocando como sueles hacerlo, hasta estoy pensando que algo pudo haber pasado en tu despedida de soltero, —Max se tensó.
—¿Y qué crees tú que pudo pasar como para justificar mi actitud? Solo me divertí con los chicos, estoy cansado por las develadas, y sabes, siempre te he sido fiel. —Irina arqueó una ceja y pasó saliva, él pudo notar su tensión en su mandíbula.
—Por Dios, querido. Desde que llegaste, has tenido un humor muy extraño, por si no te has dado cuenta, no me has besado desde entonces, —hizo un puchero—Y eso me tiene muy mal, querido. —Max para borrar cualquier duda por qué si hurgaba más y tocaba lo último que lo tenía pendiendo de un hilo, arruinaría sus planes, así que la tomó de la nuca y la atrajo bruscamente hacia él, sus bocas chocaron y el beso se intensificó, la lengua ansiosa de Irina, buscó la de él, intentó ella montarse encima de él, pero Max la detuvo, al separarse, la miró.
—Lo siento, tengo que irme. —ella asintió.
—Bien. —se separó y tomó su bolso, bajó y azotó la puerta del auto para encaminarse a paso furioso al interior de la mansión. Max descubrió que no había tenido una erección con ella, cuando antes siempre lo encendía, ahora, eso también se había esfumado.
***Durante el trayecto al restaurante de Luigi, pensó en su discurso, en que tenía que hacer que sus mejores empleados convivieran con los demás, hacer una unión así como le había enseñado su padre en los negocios desde cuando era más joven y era novato. Estacionó el auto y luego se miró en el espejo del retrovisor, de último momento se retiró la corbata y se abrió los dos botones principales, se pasó una mano por su cabello y lo desbarató, eran horas fuera de oficina así que quería lucir lo más casual posible.
Al bajar, se dirigió al interior del restaurante y lo guiaron al privado, un gran grupo de personas le estaban dando la bienvenida, les agradeció al tiempo que ellos se presentaban, otro pequeño grupo de personas llegaron detrás de él, y era su equipo de confianza.
Max se sentó en la silla para presidir la mesa, todos estaban hablando entre sí, conociéndose uno con otro, entonces su mirada se desvió al ver a una mujer rubia, en traje ejecutivo levantándose a toda prisa de la mesa, solo pudo verla de espalda, la señora Byrne estaba a su lado.
—¿Ya se va?—preguntó curioso. La mujer sonrió.
—No, ella va a los servicios, va llegando también. Y es un milagro que salga con nosotros, no es mucho de hacerlo.
—Eso es bueno, me gusta que todos los empleados convivan, eso hace un ambiente agradable, —ella asintió con una gran sonrisa.
—Pienso lo mismo. —contestó la jefa de Emma.
En los servicios, Emma estaba encerrada en uno de los cubículos, se repitió una tras otra que era imposible, que eran nulas las posibilidades de volver a encontrarse. En primera, ¿Era algún empleado de intercambio de sucursal? Se mordió el labio y pensó en algo para liberarse de esta reunión, igual eran muchos y no se darían cuenta de su ausencia, una sonrisa apareció en sus labios hasta que escuchó su nombre.
—¿Emma?—era su jefa, —¿Te falta mucho? El jefe hará las presentaciones en un momento más… Y faltas solo tú.
”¿Es un juego del destino?”