Camino a mi departamento cuando me llega un mensaje de un número desconocido
"Tu novio está en el motel, Luna Azul con una chica rubia, tienen alrededor de veinte minutos en la habitación 345 si no me crees ve tú misma"
Al principio no creo en el mensaje pero terminó haciéndolo, llamo un taxi y subo, dándole la dirección del Motel Luna Azul, aquí está su "voy a cambiar" si es él más le vale que no me vuelva a ver en mucho tiempo.
Llegó al motel y está su auto estacionado en estacionamiento, entro en el motel, y nadie me detiene llegó a la habitación para escuchar el ruido que sale de adentro, los gemidos de la chica y los gruñidos del que deseo que no sea Ricardo.
Abro la puerta para encontrarme la peor escena de mi vida, mi novio montado sobre una chica de cabello rubio y ojos azules, ambos se tapan al sentir la puerta abierta, cuando Ricardo gira su cabeza a mí su rostro dice no es lo que piensas.
Pero sí lo que veo.
Cierro la puerta de un portazo y bajo como alma que lleva el diablo con mil lágrimas desbordando mis ojos, no es la primera vez que me hace esto, se las he pasado por diversas razones y ahora ya no.
No más.
Nunca más.
Hago la parada a un taxi y subo sin esperar a seguir recibiendo los gritos de Ricardo pidiendo que me detenga, no lo hago ni lo haré nunca.
Llegó a mi departamento sintiendome una idiota, un pedazo de basura que no sirve para nada.
Me dejó caer en mi cama para tirarme a llorar como una niña, ni celular se llena de llamadas de parte de Ricardo de las cuales no contesto ninguna, y no pienso hacerlo.
Mejor apagó mi celular y me derrumbó aún más, y pensar que planeavamos casarnos y tener esa familia que tanto deseo, pero siempre termina haciendo lo mismo. Poniéndome los cuernos con cualquier mujer que logré llevar a la cama.
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Estoy en mi oficina pasando los documentos que me pidieron a una hoja en limpio con los ánimos por los suelos cuando vuelve a salir Jacinda con una cara de pocos amigos, al parecer le han negado esa carta de renuncia desde hace una semana, yo llevo aquí dos semanas trabajando y admito que es pesado este ritmo de trabajo pero me distrae de todos mis pensamientos, le conté a mis padres de la jugada de Ricardo y mi padre no dudó en decirme que podía regresar a Brooklyn y empezar a trabajar en la empresa familiar ya que yo me vine a Manhattan por Ricardo y me cobró caro ese error.
El departamento es de mi familia, vivo ahí en lo que supuestamente buscábamos una casa aquí en la ciudad pero... Dejo los papeles y paso una mano por mi mejilla, no estoy en condiciones de trabajar, puedo renunciar sin ningún problema y regresar a Brooklyn, pero no quiero dejar este lugar me gusta la vida en Manhattan es algo turbia pero llevadera.
Regreso a mi trabajo tecleando lo que dice el papel con cansancio, hasta que me da la hora de la salida, las nueve de la noche. Hora de irme a casa.
Presiono el botón que cierra las puertas del ascensor cuando el maletín de mi jefe detiene el proceso, es un hombre bastante atractivo, ojos grises como una bella navaja recién hecha, su cabello es n***o como la noche misma, su color de piel es avellana y se le ve muy bien, sus labios son perfectos y de buena forma, todo él es perfecto.
El cuerpo bien trabajando se le nota mucho por el tipo de camisa que lleva el día de hoy, he notado que le gusta mucho el n***o y el rojo, entre el gris con azul cielo.
-Mañana necesito que llegues temprano-me comunica y asiento anotando mentalmente el mensaje.
Mi celular suena de nuevo, no quiero sacarlo pero el tono de la banda sonora de los Vengadores suena por todo el ascensor, así que lo saco para apagarlo.
Odio ser la única persona en el ascensor así podría echarle la culpa a alguien más.
-Bueno...
-Perdón, perdón-su voz suena diferente.
-No me interesa Ricardo.
-Cariño no es lo que piensas.
-Lo vi Ricardo, te vi-aun circula la imagen de él sobre la chica-. Los escuche, ya no me llames porque ya no te responderé la llamada, y tal vez ya no vuelvas a ver. Mi padre me ofreció el puesto en Nueva York, y pienso aceptarlo.
Por alguna razón se escucho un quejido de mi jefe que va con expresión neutra fija al frente, mis ojos levemente a él y no expresaba nada.
-¿Cómo que te regresas a Nueva York?-la voz de Ricardo me saca de mi observación-¿Y nuestros planes?
-Se fueron a la mierda por tu culpa-cuelgo la llamada, y guardo mi celular.
No hay nada que pensar me iré a Nueva York en unas semanas más, solo arreglo la renta del departamento para que esté ocupado cuando yo me vaya, y listo, mi padre renta el departamento y yo me voy a mi departamento en Nueva York, y ese sí es mío, no es de mis padres o familia.
-¿Te irás a Brooklyn?-me pregunta en voz neutra.
-Bueno, mis planes aquí se arruinaron y no tengo porqué quedarme-no sé porque parece que no le gusta mi idea de irme a mi ciudad natal.
-¿Y cuáles eran?-no sé por qué le interesa que me quede-si se puede saber.
-¿Por qué le interesa saber cuáles eran mis planes señor?-baja su portafolio al suelo y presiona el botón que detiene el ascensor.
¿Por qué detiene el ascensor? ¿Qué demonios sucede con él?
Se gira a mí despacio y avanza en menos de dos zancadas ya está frente a mí, retrocedo y él avanza.
La pared metálica es mi límite en este juego.
-Te pedí que no me dijeras señor y ya van varias veces que me llamas de esa manera-sus ojos destellan un brillo peculiar que engatusan a cualquiera que los vea.
-Lo siento-no sé que más decir o hacer.
Debería alejarlo pero me gusta su cercanía, mi amado jefe es súper atractivo y que lo tenga a esta distancia me gusta pero hay algo en él que me llama a cometer un par de locuras, que llenan el lado oscuro que tengo.
-¿Lo sientes?-repite en voz neutra-No deberías de sentirlo, por alguna razón que no encuentro lógica en mí, porque de tu boca el "señor" me gusta.
Su aliento mentolado rebota en mis labios, por Dios, sus labios son pecado y yo quiero arrojarme a ellos como vil pecadora.
-O tal vez seas tú la que me gusta-se aproxima un poco más y una parte escondida de mí acepta esa distancia-. Creo que sí eres tú la que me gusta.
Mi corazón late a mil por hora ante su confesión. Sus labios caen en los míos despacio, sólo probando el sabor de mi labial, y compartiendo mi aliento a moras con el suyo que es mentolado.
Sus manos se ponen en mis caderas y las mías se enredan en su cuello atrayéndolo más a mis labios. El beso se transforma a algo que enciende muchas cosas en ambos, sus manos bajan hasta mis piernas las cuales suben mis piernas para enredarlas en sus caderas y apoyarme contra la pared o que ese sea mi único soporte, sus manos inician a deslizarse por mis piernas subiendo la falda que llevó.
Llegan a mis muslos sintiendo mi ropa interior que poco a poco jalan para bajarla y sacarla de mi cuerpo.
Mis manos buscan quitar su camisa pero la parte coherente de mí, detiene mis movimientos y los de él.
-No soy una de esas-suletan mis labios.
-Sé que no lo eres-su voz está entre cortada, como la mía-. ¿Qué tengo que hacer para que decidas quedarte aquí en Manhattan?
No respondo pues no me esperaba esa pregunta, bueno sí, pero en otra persona, una que me ha lastimado muchas veces y que sigo queriendo más no amando.
Al no obtener respuesta dice algo que me saca de órbita.
-No me respondas-seguimos en la misma posición-. Déjame eso a mí, yo haré que te quedes.
Dicho eso me baja y pone en marcha el ascensor, poco a poco subo mi ropa interior de nuevo y él acomoda su cabello mientras yo acomodo la falda.
En mi casa la sensación del beso me resulta imposible de creer, cómo demonios terminamos besándonos o terminamos a punto de tener sexo en el ascensor.
Dios, no quiero tener nada de relación con él, ¿O tal vez sí?