Theo observó con curiosidad cuando Hayes finalmente se estacionó frente a una hermosa casa de un piso hecha completamente de madera. —¿De quién es esa casa? —preguntó mientras se quitaba el cinturón de seguridad. —De mis padres —respondió y la pequeña cosita su lado jadeó sonoramente antes de aferrarse a su antebrazo. —¿Cómo dices que dijiste? —exclamó observándolo con grandes ojos. —Descuida, ellos no están en casa en este momento, sacaron a pasear a sus nietos —aseguró colocando su mano sobre su antebrazo, sobre las manos de Theo. —¿Entonces por qué vinimos? —preguntó juntando sus cejas, e inclinando ligeramente su cabeza hacia la izquierda. —Eres adorables —pronunció Hayes besando esa pequeña nariz de botón. Theo parpadeó en sorpresa y luego sonrió ampliamente antes de robarle un

