Me miraba en el gran espejo asustada, aún no podría creer que fuera a cometer aquella barbaridad, ni siquiera me reconocía.
Habían pasado 3 meses y el gran día había llegado, el vestido blanco ocupada mi cuerpo cubriendo mi desnudez, debía admitir que era extremadamente hermoso, y que yo me veía hermosa en el, pero aquello no quitaba la incertidumbre al saber que no me casaba por amor.
Sentía las mil y una sensaciones recorrerme el cuerpo, debía admitir que estos últimos 3 meses no habían sido tan malos como llegue a pensar en su momento. Klaus se había comportado de una manera demasiada perfecta para mi gusto y eso no me convenía, lo menos que tenía en mente era enamorarme de aquel fatídico hombre.
Mire el anillo de compromiso en mi mano, estaba de más decir que era bello, muy bello, como también muy caro. Jamás en mi corta vida llegue a pensar que yo pudiera usar algo tan costoso, solo el pensar el precio te da cólera. Hubiese preferido algo más sencillo, pero estamos hablando de Klaus Miller, esto era poco para el. No me culpen, no me acostumbro a su mundo aún, sabía todo lo que incluía el paquete, pero está de más decir que cuando conocí aquel hombre, jamás me vi incluida en el.
Pase de ser su secretaria a estar a minutos de convertirme en su esposa, esto era espantoso. Sentía la bilis en mi garganta, contrólate, este no es momento de cometer un desastre, ¿se imaginan si manchara el vestido de vomito en momentos como estos?
Lo siento, es asqueroso, lo sé, pero necesito distracción o los nervios me mataran en segundos.
-Ay Dios hija, ¡pero si estás hermosa! - vi la felicidad en su rostro, me esforcé en dedicarle una creíble sonrisa y rezaba a todos los dioses para que no me hubiese salido más como una mueca.
-Gracias mamá. - dije bajando la cabeza.
-Klaus tiene mucha suerte corazón. -asentí con la cabeza sin saber que más decir, sentía mis ojos picar por las lágrimas contenidas, odiaba mentirle a mis padres, pero era obvio que no podía decir nada a nadie. Para todos, éramos los más enamorados que podía existir.
Aún recuerdo cuando me hizo firmar aquel contrato de confidencialidad, cuanto lo odio.
-Eve, ¿Qué si estás lista? Tenemos que irnos. ¡Mi papi nos espera! - dijo demoniangel entrando en la estancia, sería quien fuera al frente tirando los pétalos de rosas, se veía hermosa con su vestido n***o, si, ni que fuera para un funeral, pero la muy hija de su madre quería ir de n***o, y aunque sonara estúpido la envidiaba, hasta yo quisiera ir de negro... Se veía condenadamente bien.
Tome aire y camine hasta estar frente de ella y dedicarle una sonrisa, la quería tanto aunque se comportara como todo una malcriada, pero así la tenía su padre y no podía haber nada contra ello.
-Te ves muy bonita... Mami. - mis ojos se aguaron, sabía que me había dicho que me quería llamar así, en cambio nunca lo hizo, para ella seguía siendo Eve, y que me llamara así en este momento me daba fuerzas para hacer las cosas bien y no salir corriendo a mitad del altar.
Todas subimos en el auto, tras quince minutos tratando de que el maldito vestido entrará y no se arruinara, suspire con fuerza y en cuestión de segundos nos vimos frente a la iglesia. Mi corazón se desbocó, latía con demasiadas fuerzas. Me molestaba mi nerviosismo, nada de esto me debería de importar, es solo apariencias, pero aun así, me importaba, era la primera vez que me iba a casar, por amor o no, pero me iba a casar... Y no podía ocultar la emoción que se instalaba en mi cuerpo.
Me vi caminado del brazo de mi padre y sonriendo forzadamente, mirando hacia el frente con una mirada soñadora, por muy idiota que pareciera, deje mi sonrisa forzada y sonreí de verdad, me sentía feliz, emocionada y extremadamente tranquila cuando él me vio y sonrío con cariño. Era un pecado que se viera tan bien.
-Cuida mucho a mi hija muchacho. - dijo mi padre entregándole mi mano, sonreí al ver la fulminante mirada que le lanzó, aún recuerdo cuando dimos la noticia, mamá se emociono que hasta lloro, papá se emociono porque al fin iba a poder usar a Lupita, su escopeta, la cara de miedo de Klaus había sido épica, pero ya que, semanas después lo acepto aunque aún le quedaba esa espinita.
El padre hablo y hablo, yo estaba lejos, no quería prestar mucha atención, lo menos que quería era echarme a llorar por mí mala suerte.
-Pueden decir los votos matrimoniales. - dijo el padre.
¿Votos? ¡Qué votos! Ay dios agárrenme, mátenme aquí mismo, no sabia que mierda iba a decir, vamos Eve, piensa... Recuerda las tantas novelas que leíste.
-Yo, Klaus Miller, te acepto como mi esposa, para amarte y respetarte. Aun recuerdo la primera vez que te vi, te amé desde aquel instante, no puedo expresar la felicidad que me da el estar parado aquí en estos momentos. Cuando te has rendido a la monotonía necesitas a una persona que te recuerde que el amor es dejarse llevar, ser libre, tener la valentía de seguir sus pasos con los ojos cerrados, sin miedo a lo que pueda pasar... Te amo Eve. - terminó con una sonrisa. Maldito actor de novelas, todo le salía condenadamente bien.
Piensa Eve, te toca.
-Yo Evelott Harrintong, te acepto a ti, como mi esposo, para amarte y respetarte... Este, está de más decir que te amo. Jamás en la vida podré encontrar un hombre tan maravilloso y especial como tú. Eres buen padre, buen hijo, buen amigo, buen novio y estoy segura que serás bien esposo. Eres todo lo que una mujer pide. Te amo Klaus. - señor perdóname por estar mintiendo en tu propia casa, no me cuelgues.
Entonces blablá y mas blablá por parte del padre.
-Los declaro marido y mujer. Puede besar a la novia. - hice una mueca de desagrado ante lo último.
Sentí sus suaves labios sobre los míos, jamás me sentí tan plena y eso asusta.
La fiesta estaba de los más hermosa, debía decir que la señora Miller siempre se esmeraba en las decoraciones, tenía arte para ello.
Estaba viendo el estrellado cielo, pensando en todo y en nada al mismo tiempo. Lastimosamente me gustaba estar casada, hasta que recordaba que todo era una vil mentira y mi desesperación y melancolía crecían. Nada de esto es cierto Eve, no puedes apegarte a nada.
Sentí unos brazos rodearme y sabia de quien se trataba.
-Vamos a bailar.
-Y si no quiero? - dije en tono seco.
-Te obligo. Anda, es nuestro día, hay que disfrutarlo. Además dentro de poco nos vamos.
-Nunca me dijiste a dónde íbamos.
-Es sorpresa, ¿confías en mí?
-Absolutamente no.
Luego de aburrirme de bailar había llegado el momento de marcharnos, solo deseaba que esta supuesta "Luna de miel" no fuera un fracaso, pensábamos llevar a Maddy, pero la muy traicionera se había negado.
Estaría sola en quien sabe dónde con ese apuesto hombre que me causaba tanta ternura el verlo bailar con su hija, se veían tan felices, solo espero que esos dos no me meten en el proceso.
Espero que esto salga bien, que yo no salga con un corazón roto.