A llegar a la casa la mujer no está, su casa está hecha un desastre, ha revuelto el lugar, Marcos con su hija se pusieron arreglar el lugar, casi todos los platos están quebrados, la mesa en la que comen esta quebrada, y las dos sillas que poseen.
—Crees que se fue para siempre.
—Ojalá mi amor.
—Mientras reparas la mesa haré la comida.
—Buena idea porque ya me está dando hambre.
—Buscaré que hacer.
—Hija esa ropa regada ¿De quién es?
—Es de la vecina era la que iba a lavar, que pena, más tarde iré a disculparme, mañana la lavaré.
—La recogeré y la guardaré en la cesta.
—Gracias, papi —Ella lo abraza y se aleja para ver que cocinar, Marcos la queda viendo, se entristece porque sabe que en cualquier momento tendré que contarle la verdad.
Marcos saco unos clavos para reparar la mesa del comedor, esta vieja, pero aún les aguantaba un poco más, pero esos desalmados la habían pateado para quebrarla, comenzó a repararla, mientras ve a su hija arreglárselas con los pocos ingredientes que hay en la cocina.
—Papi ven a comer.
—Voy hija, me estoy lavando las manos.
—Pero mira qué bonita la dejaste.
—Por los menos durar un tiempo más.
Ambos comieron en silencio, mientras que ella piensa en el vergonzoso momento que paso con el jefe de su padre, ojalá que él nunca le vaya a hacer un comentario a su padre, pensaba mientras masticaba la verdura de la sopa de fideos que están comiendo.
Después se acostaron a dormir, Lucero deseaba que todos los días fueran así, que se respirara paz y tranquilidad, Marcos escucho ruidos afuera, así que se levantó y coloco una silla detrás de la puerta por si la querían abrir.
Al día siguiente se llevó a Lucero con él por miedo de su mujer volviera cuando él no estuviera presente, maldecía una y otra vez no haberle puesto un alto antes, al llegar a la hacienda le dice a Toya que quiere hablar con el patrón, pero ella le informa que salió de emergencia en la madrugada.
Le pidió de favor que mantuviera a su hija en la casa que ella le ayudaría con los quehaceres, mientras el patrón regresa y él hablaría con él, la señora aceptó, le cae bien la jovencita, Lucero entro en la casona y se puso en acción en la cocina.
—Hija, hazme un favor.
—Dígame, señora.
—Sube arriba y arregla la habitación del patrón, para cuando llegue la encuentre aseada.
—Solo dígame que habitación es.
—La segunda, subiendo las escaleras.
—Gracias, la dejaré impecable.
—Gracias, cariño.
Lucero entró en la habitación, el aroma a fragancia de hombre fue lo primero que sintió, respiro profundo porque le encanto ese aroma, miro el desorden, se dirigió al baño, decidió que por ahí comenzaría, lavo la taza del baño dejándola brillante, luego la bañera y la repisa donde él pone sus cosas de baño, miro una caja muy extraña con varios sobres regados en la repisa, los miro y no comprendió que eran, decidió guardarlos en una de las gavetas.
Al terminar sonrió por verlo impecable y oloroso, lo cerro y comenzó a recoger las prendas sucias del suelo, busco una cesta en donde echarlas, arreglo la cama y limpio los estantes, está por aspirar la alfombra cuando una voz la sobresalto, la escuchaba cada vez más cerca, se puso nerviosa porque él no sabe que ella está en su casa, de seguro su padre aún no ha hablado con él.
Coloco la aspiradora en un rincón de la habitación y se escondió debajo de la cama, en eso miro que la puerta se abrió, vio el calzado de hombre entrar y luego un par de tacones altos, trato de no moverse para no hacer ningún tipo de ruido.
—Está bonita tu habitación.
—No te encariñes, solo ponte cómoda. —Ve que los zapatos de hombre entran al baño—¡Maldición donde están!
—Pasa algo cariño. —Mira que la mujer camina también al baño.
—Tenía una maldita caja de condones aquí, y no los encuentro.
—No te agobies por ello estoy planificando.
—Me importa un carajo que estés planificando, yo no follo sin condón.
—Si temes que tenga una enfermedad venérea, te aseguro que estoy limpia.
—Ya te dije, que yo no follo sin condón.
Lucero cerraba los ojos al oírlo gritar el nombre de Toya, sabe que está en graves problemas, cierra fuerte sus ojos para no ser descubierta, más al escucharlo decir malas palabras que ni la mujer que lo acompaña lo puede calmar, en eso ve que entra Toya.
—Dígame señor.
—Tenía una caja de condones, ¿Dónde están?
—¡¡Está seguro que ahí las dejo!! —Toya, mira a todos lados buscando a la joven
—¿A quién demonios buscas?
—A nadie señor, déjeme los buscaré por usted. —La mujer comenzó a buscar cajón por cajón hasta que los ve en una esquina de uno de los cajones.
—Aquí están. —Ella se los entrega, mira a todos lados a ver si mira la joven, pero no la visualiza, ella pensó que Lucero ya había salido de la habitación cuando él llegó, dio un suspiro de alivio.
—Desnúdate y espérame en la cama.
—Lo que diga mi amo.
Alejandro se dio una ducha, noto que su ama de llaves estaba nerviosa, cosa que no es inusual en ella, además ella sabe que no tiene que tocar sus cosas, quien más entraría en su habitación, sale con una toalla envuelta en la cintura, secándose el cabello, ve a su amante acostada en la cama completamente desnuda, sonríe ante eso, trae los condones y los pone en la mesa de noche.
— Sabes que me gusta el sexo duro.
—A mí también, cariño. —Lucero no tiene la más mínima idea de lo que hablan solo reza que no la descubran porque ahí si le iría muy mal.
—Espósate a la cama, ya sabes lo que viene.
—Desde luego amor.
—Desde este momento ya no quiero oírte hablar.
Alejandro sacó una fusta de la gaveta y las esposas, ella se acostó boca abajo y se esposó a la cama, mientras él le esposaba el tobillo de cada extremo de la cama, se quitó la toalla dejándola caer al suelo, Lucero se asustó al ver la toalla caer pensó que la habían descubierto.
Acaricio las pompas de la mujer para darle el primer latigazo, la mujer solo gruñía al sentir el picor de cada latigazo, le dio diez en total, dejando colorada el trasero de la mujer, después le levantó la parte trasera, se colocó el condón y la penetro de un solo que la mujer dejo salir una queja de su boca, la embestida mientras palmeaba el trasero rojo de la mujer, provocándole dolor y placer al mismo tiempo.
Lucero solo escuchaba que la mujer gemía y se quejaba, no tenía la más mínima idea de lo que está pasando encima de la cama, al terminar Alejandro soltó la mujer quien pretendía abrazarlo y besarlo, pero él solo se puso de pie.
—Cuando salga del baño no quiero verte en mi habitación el chofer te llevara a tu casa, aquí esta tu dinero.
—Pero creí que me quedaría contigo.
—Pues creíste mal. —Alejandro entro a l baño la mujer de mala gana se puso la ropa y Lucero aún permanece en la misma posición debajo de la cama.
La mujer tomó el dinero y salió de la habitación, Lucero mira despejada la habitación y cuando medio se mueve, escucha que la puerta del baño se abre, en eso ve caer las cameras caer al suelo, ella se asusta, Alejandro coloco una camera limpia en su cama y se acostó, Lucero se empieza a desesperar, ya que su padre podría estar buscándola.
— ¡Dios hazme el milagro que él se duerma! Tengo que salir de aquí lo más pronto posible.
Después de un rato noto que la cama dejo de moverse, un silencio sepulcral hay en la habitación, cuando se mueve para salir un pie se le acalambra, tapa su boca para ahogar su quejido, no soporta el dolor del calambre, trata de tomar otra posición para que le pase rápido.
Al calmársele el dolor, se mueve arrastrándose por el suelo, con sumo cuidado, vale que la habitación está alfombrada y eso evita hacer ruido al arrastrarse, en eso lo escucha quejarse, se vuelve a esconder, se queda quieta un rato, al no escuchar nada vuelve arrastrarse, está casi fuera mira hacia arriba y no se mueve la cama, termina de salir, toma la posición perrito, para dirigirse a la puerta, lo hace despacio y en silencio.
— ¿Dónde crees que vas? —Le heló la sangre.