Adrían Había una fiesta de gala esa noche, una entrega de galardones al que asistíamos todos los años. En teoría, era un evento para destacar logros profesionales y fortalecer relaciones laborales. En la práctica, era una excusa para exhibir egos inflados y sonrisas falsas mientras la prensa devoraba cada detalle. No era algo que me entusiasmara, y en cualquier otro contexto, habría hecho lo posible por evitarlo. Pero este año había un incentivo que no podía ignorar: Leía. La sola idea de verla en un vestido ajustado, caminando con esa elegancia natural que parecía innata en ella, hacía que todo el fastidio del evento se disipara. Podía imaginarlo con demasiada claridad, cómo su cabello caería en ondas suaves sobre sus hombros, cómo sus ojos brillarían bajo las luces de los candelabros.

