Leía Ver a los padres de Logan después de tanto tiempo me afectó más de lo que quería admitir. Ni siquiera supe cómo reaccionar en ese momento, y si no hubiera sido por Adrián, estoy segura de que habría seguido clavada al suelo, inmóvil en la puerta de ese restaurante, con el corazón latiendo desbocado y los recuerdos aplastándome como una avalancha. Ahora, mientras el auto avanzaba por las calles soleadas de la ciudad, no podía apartar de mi mente el rostro de aquella mujer, su voz cargada de cautela y sorpresa, y la mención de ese nombre que todavía dolía más de lo que debería. Logan. Adrián mantenía las manos firmes sobre el volante, conduciendo en silencio. No preguntó, no presionó para que le contara quiénes eran esas personas o, más importante, quién era Logan. Su tacto, su pac

