Pero Seay empezó en ese mismo instante. Empujó su cara contra su trasero. Le separó la mejilla con una mano libre y se atiborró de su ano con olor a mamá. ¿Y qué si era por donde salía su caca? Papá le había dicho que le gustaba el juego anal, y cualquier cosa que le gustara a mamá ahora era 100% lo que Seay también disfrutaba. Se dio un festín tan intenso que la impulsó al siguiente nivel. —¡S-Seamus! —susurró, aullando, y logró subir boca abajo al desván. Seay apenas la dejó separarse de sus labios. La dejó caer boca arriba allí mismo, en lo alto de la escalera, le subió las piernas hasta las manos y luego la atrajo hacia sí para que finalmente pudiera —¡Dios mío, cómo habían pasado tanto tiempo sin dejar que la probara!— succionar su clítoris. Mamá gimió y jadeó. La familia dormía, y

