"De acuerdo, cariño", asintió mamá con entusiasmo, con la cara aún hundida entre las piernas de su hija. Ahora estaba ejercitando sus dedos con más fuerza. Los curvaba contra el punto G de la chica y frotaba desde afuera con el pulgar. Su saliva, que le chupaba el clítoris, le caía en el hueco entre el pulgar y los demás dedos. Goteaba más abajo. Mamá dejó que le rociaran la mano, el brazo y el muslo. No le importó. —¡Oh, oh! —La voz de Tracy se quebró. "Córrete en mi cara", dijo mamá. "No pasa nada. Para eso estoy aquí. Adelante". "Mierda", se quejó Tracy. "No pasa nada", prometió mamá, y chupó el clítoris de su hija hasta que se le hinchó la boca. "Solo córrete. No pasa nada". "M-Mamiiiii", suspiró Tracy, con los muslos crispados mientras los labios, la lengua y los dedos de su madr

