"Bien", gruñó mamá.
La familia perdió la noción del tiempo. El sol se puso. Y la habitación quedó a oscuras y en silencio, salvo por el jadeo de dos mujeres y el olor a sexo y orina.
"Te mojaste la cama", murmuró papá, con el brazo alrededor de mamá y la cara en su cabello sudoroso.
"Intenté no derramar la baba", dijo Tracy. "Pero tú y Seay seguían moviendo la cama".
"Lo hiciste genial, cariño", dijo mamá sonrojándose y tocó la mejilla de su hija. Los niños estaban más abajo, entre las piernas de sus padres. Estaban acurrucándose y se portaban de maravilla. También tocó la mejilla de Seay. "Lo hicieron muy bien".
Papá le besó el cuello. Ella le acarició el pecho.
"Tengo una idea", susurró.
"Cuéntalo."
"Mañana vamos a disfrutar de un rico y tradicional desayuno."
"¿Como los huevos?
