Él la miró parpadeando. "Cuando son tus propios hijos, ¿sabes?" se encogió de hombros. "¿Cuándo es...?", repitió papá con la voz vacía, mientras su voz se apagaba. Sus manos también gesticulaban sin sentido. No sabía qué decir. ¿No se suponía que a mamá le daría asco el olor de los fluidos sexuales de sus hijos? ¿Acaso no les daba asco a todos los padres? ¿A él no? ¿Lo era? Había habido una conmoción en medio del horror. Atribuírselo a la adrenalina, claro, pero papá no podía negar, ni sus atónitos lomos podían olvidar, los impactantes olores a semen fresco y coño caliente sobre pan blanco. Sus dos hijos... "¿Para ser sincera?", exclamó mamá en voz baja, con aire de conspiración. "De hecho, me pareció un poco emocionante". Papá se sonrojó. Frunció el ceño. Se sonrojó de nuevo. —Tú —m

