Roma, Clínica Clandestina - 3:42 AM
Zek despertó con el sabor a sangre en su boca.
No era nuevo. Había estado tosiendo sangre intermitentemente durante tres días—desde Göbekli Tepe, desde forzar su cuerpo a deslizarse entre dimensiones cuando ya estaba destrozado por Jerusalén.
Lo nuevo era la cantidad. Y el hecho de que esta vez no paraba.
Se tambaleó fuera de la cama en la casa segura donde había estado recuperándose, apenas llegando al baño antes de que otra oleada de náusea lo golpeara. Escupió en el lavabo, observando el agua volverse roja.
Demasiado roja.
—Mierda.
Su visión se nubló en los bordes. Las rodillas cedieron. Se agarró del lavabo, tratando de mantenerse de pie.
La puerta del baño se abrió de golpe. Evangelina entró, todavía en su hábito de la reunión con Sammael, s
