Finalmente, todos los documentos de la empresa “M&A”, que había absorbido con éxito a “Korsa”, fueron transferidos a su nombre. Se suponía que se reuniría con Covalsky por última vez en la oficina de registro de la propiedad para poner el punto final. Según el contrato, él tenía que venderle su propia empresa por diez millones por su primera oferta. Todos los documentos estaban redactados, solo faltaba firmar. Esperó media hora por él, pero el viejo zorro no apareció.
Melisenda comenzaba a perder la paciencia. De repente sonó su teléfono. Era el secretario de Covalsky.
— ¿Qué pasó? ¡He estado esperando media hora! — ella estaba indignada.
— Lo siento, Sra. Della Altavilla, pero el Sr. Covalsky no puede asistir a la reunión debido a un repentino deterioro de su salud.
— ¡Y no me habrías
