Lorraine Laurent nunca se había caracterizado por ser una mujer frágil, era decidida, firme y concreta con lo que deseaba. Con un andar provocador, una educación envidiable y una vida repleta de lujos no existía nada que envidiara de otra persona, jamás lo había hecho, pues era firme creyente de que todo lo que deseaba podía lograrse con un poco de esfuerzo. Todo en esta vida tenía un precio, no solamente dinero, pero de alguna manera siempre, cuando algo tenía determinación, lograba obtener todo lo que deseaba.
Después de escuchar aquella conversación se sintió un poco enfadada, no comprendía como Giovanni podría estipular un tiempo para ese matrimonio. Se casarían civil y religiosamente por lo que el divorcio no sería sencillo y ella tampoco estaba dispuesta a ceder, no cuando la postura del francés amenazaba con convertirla en una mujer divorciada que no pudo mantener a su marido. Además, sería terrible dar a conocer a sus amistades que la imponente y millonaria Lorraine Laurent había sido abandonada para que su marido fuera a los brazos de una mujer de bajo escalafón social.
—¿Cuál es tu nombre?
—No tiene por qué decírtelo—replicó Giovanni tomándola del brazo. Lorraine no se inmutó ante sus palabras.
—Claro que tiene motivos—reiteró la mujer—, mi nombre es Lorraine Laurent, pero supongo que eso ya lo sabías. Pues bien, me presento como se debe porque soy una dama educada. Como próxima esposa de Giovanni espero ser respetada como tal, no haré un número diciendo que te despida porque confió en que no eres una mujerzuela.
—Lorraine.
—Shh. No lo eres ¿cierto? —Clara tragó saliva al verse cara a cara delante de la mujer que le arrebataba al hombre que quería. Asintió efectivamente, no había sido educada para ser una roba maridos.
—Bien, entonces tú conservarás tu trabajo y yo la tranquilidad. Giovanni también sabrá controlarse, manténgalo profesional, no quiero a nadie más involucrado en esto, yo sola sabre dominarlo y sé que tu no me harás tomar otras medidas—sus palabras cargadas de intimidación calaron profundo en Clara, por un segundo miró en ella otra Deborah Lacroix, pero la verdad era que solo estaba delante de una mujer con un carácter fuerte y porque no, con un severo y marcado orgullo. Lorraine la miró por última vez.—Quiero un café, sin cafeína y sin azúcar, lo más amargo posible.
Sin agregar más la dama caminó hacia el ascensor siendo seguida por Giovanni quien intentaba hacer todo por calmar su ira. El ascensor pareció asfixiarlo aún más y la mujer con una leve sonrisa lo notó incómodo.
—No te compliques la vida si sabes perfectamente cual es el destino de cada uno. Eres como un ratón dentro de una ratonera por mucho que intentes soltarte no puede hacerlo y solo logras causarte más daño y dolor. Si no puedes luchar contra el destino que te ha tocado vivir debes de enfrentarlo, es simple.
—Lamento no poder comprender la simpleza del mundo que me acabas de decir. Las cosas son mucho más complejas, pero no tienes derecho a hablar cuando claramente siempre has vivido en una burbuja. Has sido protegida por Noelle y Antoine como si te trataras de una delicada flor, es obvio que tengas esos pensamientos simplistas. El amor no funciona de esa forma, puede que te parezcas a mi abuela y le restes importancia a los sentimientos.
Nada más alejado de la realidad. Ambos fueron padres ausentes y Lorraine tuvo que aprender a lidiar con todo lo pesado del mundo sola, tuvó las herramientas, pero no las instrucciones. El ascensor parecía hacerse cada vez más pequeño, ahora para ambos.
—No le resto importancia a los sentimientos porque creo que son reales, sin embargo, no comparto el pensamiento de que amor es amor sin importar hacia quien este dirigido el sentimiento. No puedes amar a Clara porque claramente hay un inmenso abismo que los separa, en cambio a mi puedes amarme, soy de tu mismo escalafón social y la más adecuada para hacerlo. No solo yo, sino toda mujer de clase en Francia.
Giovanni volteó a mirarla.
—Ahora demuestras tu verdadero ser—el francés no podía creerlo, era peor de lo que imaginaba—¿Narcisista, ególatra? ¿Algún sentimiento que Lorraine Laurent no haya demostrado el día que nos conocimos?
—Orgullo, lealtad, amor propio, inteligencia y capacidad—respondió sin dudarlo.
—Olvidaste la soberbia.
—Cuando alguien tiene tanto dinero como nosotros tiene cierto derecho a serlo ¿No lo crees? —siempre parecía tener la respuesta correcta.—Prepárate porque vamos a besarnos en la conferencia de prensa, pensaba tomarte por sorpresa y no comunicártelo, pero creo que sería imprudente hacerlo.
—Gracias por avisar—el francés rodó los ojos—, que considerada.
—No es consideración. Ahora que lo pienso debí tomarte por sorpresa, hubiera sido más espontáneo, no quiero que parezcas un roble duro e inexpresivo. Debe parecer que nos llevamos bien, que nos apreciamos y que juntos podremos hacer grandes cosas, llamarás inversionistas así que debes asegurarte de hacerlo bien.
—¿Hay un momento en el que no pienses en dinero?
—No pienso en dinero cuando estoy contigo y solo nos hemos mirado dos veces—confesó la francesa—, pienso en lo duro que será estar casada contigo y en las cosas que nos depara el futuro. Pienso que tal vez seré infeliz siendo la señora Lacroix, pero también pienso que las cosas pueden mejorar si trabajamos en ello. Espero que no tengamos que aceptar una terapia de pareja en el primer mes.
Giovanni suspiró mirando su reloj.
—No creo, no pienso comer, cenar o desayunar a tu lado—soltó haciendo a Lorraine gesticular una mueca. Que complicado.—Tampoco pienses en que te daré tus domingos y miércoles, los días para los hijos también olvídalos porque sin sexo no hay bebes.
Para decirle aquello el hombre se dio la vuelta aprisionándola contra el ascensor esperando intimidarla.
—Claro, suerte intentando abstinencia señor Lacroix. Le aseguro que podremos sobrellevarlo, compartiremos cama. Si deseas algo a media noche no dudes en despertarme, estaré gustosa de ayudarlo a sobrellevar las bajas pasiones.
—Eres una descarada.
Lorraine sonrió.
—No me conoces—susurró mirándolo a los ojos—, espero y pronto puedas conocerme, más a fondo.
El ascensor se detuvo y ambos salieron de él. Lorraine sujetó confiadamente su brazo mientras caminaba por el limpio suelo del restaurante. Fueron víctimas de algunas fotografías adelantadas y la francesa aprovechó la oportunidad para regalar a la prensa un poco sobre el tema principal de aquella conferencia.
Llevó sus manos a la corbata del hombre acomodándola un poco. A lo lejos Clara observaba la escena, cientos de veces ella había acomodado aquella prenda, pero ahora su lugar había sido tomado por una mujer a la altura de su jefe.
—No me mires así—suplicó Lorraine mirando a sus padres acercarse—, te repito, si quieres cancelarlo esta es la oportunidad, mis padres se acercan y es tu última salida, no haré un drama, te estoy dando una oportunidad. Si no vas a tomarla, sonríe, quita ese rostro, que vamos a anunciar un matrimonio, no un funeral.
Su sentido de humor era extraño, Giovanni a veces no lograba seguirle el ritmo como debía.
—Si tuviera opciones créeme que no dudaría en tomarlas.
Antes de que pudieran seguir con aquella conversación los señores Laurent aparecieron dándoles la oportunidad de llevar a cabo su primera actuación. Lorraine miró a su madre como si hacía tan solo unos minutos no hubiera escuchado a su prometido declararle su amor a otra mujer, con una sonrisa los recibió.
—Veo que has logrado verlo antes de la conferencia. ¿Le has preguntado lo que hemos hablado?
Lorraine se apresuró a responder.
—Si mamá—mintió—, iremos a Grecia de luna de miel.
Giovanni intentó ocultar su desacuerdo ante ello.
—Tiene lindas playas, se lo comunicare a la agencia de bodas—dijo Noelle recibiendo complacida la resolución del prometido de su hija, aunque en realidad este no hubiera tenido nada que ver con la decisión. Lorraine se había adelantado a sus padres para poder decidir juntos el lugar, pero fue imposible dado con lo que se encontró al subir el ascensor.
—Le dirás a tu madre que tengo mucho trabajo como para salir de luna de miel—susurró Giovanni cuando tuvo oportunidad. Lorraine negó, ya lo habían hablado con Deborah y ella se había encargado de limpiar y posponer la agenda de su nieto por lo menos dos semanas. La francesa se lo explicó y el hombre no pudo hacer más que maldecir en voz baja.
—Tranquilo, la pasaremos bien.
Todo estaba montado, la sala de conferencias del hotel rebosaba de la prensa que se había reunido para poner escribir notas y dar premisas sobre lo que allí se informaría. Cerca de las doce el importante suceso dio inicio. Dos mesas separaban a ambas familias, por el lado derecho Deborah, Giovanni y Dean Lacroix y por la izquierda, Noelle, Lorraine y Antoine Laurent. Eran magníficas noticias para la economía francesa, juntos ambos podrían maximizar la zona turística de Mónaco y Francia en general formando nuevos proyectos que unificaran a ambas empresas.
—El legado que formó mi hijo Silvain antes de su muerte quedó en buenas manos desde el momento en que Deborah y yo, decidimos dejarlo al cuidado de nuestro nieto. Giovanni ha sido un hombre capaz e inteligente que ha sabido manejar perfectamente los negocios de nuestra familia. Antoine ha sido un socio formidable en algunos negocios, pero el día de hoy quisimos compartir una grata noticia que para todos es una inmensa alegría. Me complace anunciar a todos ustedes que mi nieto, Giovanni Alexander Lacroix se comprometerá en sagrado matrimonio con Lorraine Laurent, afianzando de esta manera la unión de ambas familias no solo a través de los negocios, si no de la sangre.
Y entonces los parpadeos de las cámaras comenzaron a invadir el lugar, Lorraine sonrió, se mostró contenta ante las palabras y con una mirada intentó persuadir a Giovanni para que imitara su acción, pero el francés se limitó a permanecer serio. No le agradaban las cámaras, tampoco las entrevista, las odiaba, no le gustaba que nadie se entrometiera en su vida, suficiente tenía con la abuela.
—Siempre se tiene que ver por el futuro y pienso en este matrimonio no solo como la felicidad de mi amada Lorraine si no como una oportunidad para todos aquellos que viven bajo el ala de nuestras compañías. Confió firmemente en que podremos hacer crecer aún más lo que hemos construido, juntos podremos alcanzar nuevas fronteras, económicas y estratégicas que fomenten el crecimiento y desarrollo de Mónaco. No me queda decir mas que me congratulo de esta decisión que ambos han tomado y que ofrezco mi bendición y aprobación para ello.
Con las palabras de Antoine la prensa estalló en aplausos. Eran simples palabras, pero cargadas para ofrecer una buena nota, estimaciones económicas y porqué no, también noticias de farándula. Lorraine se puso de pie y Giovanni imitó su acción, sus padres y abuelos se colocaron detrás de ambos para la foto que prevalecería en la primera plana de los periódicos del principado durante varias semanas. Era innegable, ambos se miraban extremadamente bien el uno al lado del otro, ante los ojos de la sociedad ambos eran una pareja completa y acorde a las estipulaciones clasistas de la sociedad.
Lorraine era rica, elegante, educada y una dama.
Giovanni millonario, inteligente y un magnate poderoso.
Ambos eran el complemento de lo que necesitaban. Lorraine su mujer perfecta y el su hombre ideal.
Aquel matrimonio hizo estallar de júbilo a la prensa. Era una grata noticia para todos, mucho más razonando que las dos familias más importantes de Mónaco se unian para convertirse en una sola. Solo habia un pensamiento: Dinero, poder y crecimiento económico.
—Señorita Laurent ¿Podría decirnos cómo toma usted esta noticia? —preguntó una de las reporteras cuando la pareja se disponía a abandonar aquel lugar. La mujer se detuvo y con una amable sonrisa se dispuso a responder.
—Me siento contenta, pienso que tanto Giovanni como yo podremos hacer muchas cosas buenas con este matrimonio. Lo respeto como empresario y también como hombre, pienso que en todo Mónaco no podría haber mejor hombre para mí que él.
La reportera sonrió agradecida.
—Señor Lacroix ¿Piensa en este matrimonio como una oportunidad de expansión? Se sabe que su futuro suegro tiene abiertas las puertas en todos los lugares de Europa y podría fácilmente apoyar a la expansión de los hoteles Lacroix—cuestionó otro esta vez a Giovanni quien agradeció que le dieran preguntas un poco más económicas que sentimentales.
El francés se quedó callado unos segundos pensando en la manera correcta para responder aquello.
—Pienso que los contactos de Antoine podrían beneficiarnos a ambos en el futuro. Una fusión empresarial vendría bien a ambas empresas y podríamos crear nuevos proyectos juntos. Lorraine podría convertirse en un fuerte pilar en los conglomerados, nada me haría más feliz que mirar a mi futura esposa involucrada en los negocios de nuestras familias.
Lorraine evitó mirarlo cuando dijo aquello, pensó en qué doble sentido podrían tener sus palabras. Era el momento de despedirse, solo un par de preguntas fueron suficientes para ambos y la seguridad desvió la atención de los reporteros. Giovanni agotado por la situación emprendió la caminata hacia la salida para despedirla, pero en lo que esperaban en la puerta que llegara el auto Lorraine aprovechó para cuestionar sus palabras.
—¿Quieres que me involucre y que esté en la oficina contigo?
—Eso o consíguete otro marido que pueda manejarla—replicó el francés mirando impaciente el reloj, quería que se marchara, que subiera al auto y verla de nuevo hasta el día de la boda en el altar. Sus padres habían ido a tomar un par de tragos al bar junto con la familia del hombre, Lorraine había desechado aquella oferta alegando que tenía otros compromisos y que se adelantaría a casa.
Lorraine rodó los ojos.
—Giovanni no tengamos esta conversación ahora. La fusión se llevará a cabo y mantendrás el control de esto. Una de las razones de este matrimonio es porque mi padre confía en ti para esto.
—Pues tendrás que aprender a manejar todo esto tú también. Será más sencillo para las cosas que tengo preparadas para el futuro—comentó mirando hacia enfrente evitando el contacto visual con ella. Su frialdad hizo enfadar a Lorraine.
—Será bueno que tengamos la misma percepción del futuro porque si discrepamos en dos puntos de vista tendremos problemas—murmuró la mujer sintiéndose un poco exasperada por su actitud, agradeció al menos ahora saber los motivos y también su verdadera postura al respecto.
Ahora teniendo una idea clara para deducir lo que la esperaba, podía formar un plan para que las cosas regresaran a su caudal y salieran como ella y su familia esperaban. Además, tenía la clara certeza de que cuando la familia de Giovanni lo supieran también ejercerían presión sobre él, aún desconocía que ya ellos lo sabían. Buscar ayuda en Deborah no estaba en las opciones de Lorraine, no quería hartar a Giovanni encerrándolo en una jaula.
—Mantén claro que nunca pensaré de la misma forma que tú. Tengo mis propios planes.
—Bueno eso será divertido, podré entretenerme descubriéndolos.
Enojado, Giovanni la sujetó del brazo.
—¿Piensas que esto es una broma Lorraine?
La mujer negó.
—Claro que no lo es.
—Entonces no pienses en esto como un juego para ti porque no voy a tolerarlo.
Lorraine chasqueó la lengua.
—Eres de poca cuerda, te enojas con facilidad, acabo de darme cuenta de eso. Eres bueno controlándote, pero luego explotas en el momento menos apropiado. Me miras como si quieras matarme y probablemente desees hacerlo, pero debes de aprender que no es mi culpa, no es culpa mía ni tuya, es culpa del destino. A mí me han puesto en este camino y juró por dios que haré lo que sea por recorrerlo porque está en juego mi dignidad como mujer y el futuro de la empresa de mi padre. Un divorcio nos haría caer de la bolsa y perder mucho dinero, piensa también en la tuya y en los miles de empleados que comen gracias a ti.
Giovanni sonrió burlonamente.
—¿Ahora aparentas ser un ángel guardián?
—No—dijo—, no soy como tu secretaria.
Mierda.
—Maldita sea Lorraine, agotas mi paciencia—mientras la miraba recordó que le había dicho algo de un beso, por suerte no había sido necesario pues el asunto del anuncio no fue meramente romántico—. Las cosas no siempre salen como deseas, a veces pueden fallar y mantenlo claro, te aconsejo que me ayudes a buscar una salida para esto, podemos casarnos, hacer crecer los negocios y después divorciarnos de manera adecuada y sin peleas. Una separación de mutuo acuerdo.
Lorraine sintió que su cuerpo reaccionaba ante su cercanía, su fragancia masculina le encantaba, pero evitaba no hacérselo ver. Realmente se miraba atractivo, mucho más cuando estaba enojado, le encantaba mirarlo hacer esos gestos cuando decía cosas atrevidas porque parecía que aunque los rechazaba realmente se quedaba con ellos en la cabeza.
—Las cosas siempre salen como deseo porque soy decidida. Cuando no tienes miedo a fallar y haces cualquier cosa por lograr lo que deseas tiendes a ver resultados buenos.
Giovanni le dio un ejemplo de que ocurría cuando las cosas fallaban.
—No, no siempre salen como deseas. Haz dicho que tendríamos que besarnos en la conferencia y hemos salido libres de eso, pequeñas variables como esas pueden influir en el futuro y darte una muestra de que las cosas no siempre corren como esperas—Lorraine sonrió.
—Antes o después, da igual.
El auto se detuvo y el chofer bajó para abrirle la puerta trasera a la dama. Giovanni la tomó del brazo ahora aflojando un poco su agarre, con fingida delicadeza colocó su mano libre en su delgada espalda para guiarla hasta la baqueta. Antes de que subiera la mujer se quedó estática a unos cuantos centímetros de él.
—No vamos a discutir más. Podremos hablarlo pronto, la próxima vez que nos veamos se consciente que no seremos Giovanni Lacroix y Lorraine Laurent, yo seré tu esposa y tu mi esposo, debemos aprender a tratarnos como tal. Deja de pelear con el destino que nos tocó vivir y aprende a manejarlo.
—Ya sabes mi respuesta.
—No, no la sé—replicó—, se que aprenderás a conocerme y a vivir conmigo.
—Tienes una idea errada de lo que será este matrimonio.
—Tengo una idea clara. Será como yo desee que sea, no tengas dudas de ello—sonrió en dirección al francés quien no pudo hacer más que regalarle una mueca de enfado. Que mujer tan mas exasperante.
—Te demostraré que las cosas nunca son como deseas.
Al mirar al edificio observó a varios periodistas teniendolos como centro de atencion y la mujer aprovechó el descuido para tomarlo del rostro y estampar sus labios con los suyos. Fue un beso breve pero marcado, ambos sintieron la suavidad de los labios del otro, pero más Lorraine, quien sintió una extraña sensación en la parte baja del vientre, le había gustado tanto como el dueño de esos labios carnosos.
Al separarse Giovanni se quedó pasmado. Lorraine acarició su rostro.
—Y yo que siempre obtengo lo que deseo y labró el camino para que las cosas salgan a mi voluntad. Buena suerte señor Lacroix, le acabo de mostrar que antes o después siempre hago que las cosas sucedan, nos vemos pronto.
Lorraine Laurent no era una dama sencilla y esa fue la muestra de que ambos viviendo entre las mismas paredes no podría traer nada bueno.