El amor no era algo en lo que las familias de elite pensaran seguido, de hecho, esta no era una variable importante en su vida y pocos de los hijos de los magnates se casaban por amor y no por intereses económicos. Lorraine Laurent había tenido claro su destino desde que era niña, su padre Antoine Laurent, le repetía una y otra vez que su esposo antes de ser amado por ella debido ser apropiado para la posición que tenía como heredera. Desde pequeña supo que él sería el encargado de encontrar un hombre adecuado y esto la llevó a mantenerse alejada de la vida amorosa por miedo a que sus sentimientos le traicionaran y terminará enamorada de un hombre al que no debía amar.
La noticia de su compromiso había sido anunciada tres semanas antes, con la sola mención del apellido Lacroix supo que sus padres no solo habían escogido a un hombre con clase sino también con poder, mucho dinero y el empresario más importante de todo el principado. Noelle Laurent, su madre, era una conocida mujer que compartía cierto comportamiento con Deborah Lacroix, aunque no era tan tiránica como ella, en su corazón existía la bondad que luchaba con todo contra la corrosiva mancha del dinero y esta la hacía tener muchas instituciones caritativas a su nombre, después de todo ¿Para qué querían tanto dinero?
—El sábado por la noche asistiremos a una cena en casa de los Lacroix—comentó Antoine mientras cortaba un costoso corte de carne Kobe cocida a término medio en una salsa de champiñones. Su hija levantó la mirada interesada en la información. Los intensos ojos verdes de Lorraine eran una herencia de su madre, tenía un cabello corto hasta los hombros de un color rubio claro, natural, por supuesto. Su rostro ligeramente redondo y sus facciones perfectas alzaban su belleza, sus largas pestañas, labios carnosos, cejas pobladas y mirada dominante eran el terror convertido en perdición de cualquier hombre.—Es de sumo interés para ambos que Lorraine se conozca con Giovanni. Él tiene una agenda apretada cosa que nuestra hija debe aprender a aceptar y acostumbrarse a ello.
—No necesita hacerlo—refutó su esposa tomando una copa de vino entre sus dedos—, ya te conoce querido, sabes que siempre has estado fuera de casa y además gozas de poco tiempo para la familia.
Lorraine miró su plato y por alguna razón sintió un extraño sabor de boca. Su padre había sido un hombre que anteponía sus negocios delante de su familia por lo que ya conocía su modo de vivir y no tenían que advertirlo pues esperaba que Lacroix fuera esa clase de hombre.
—No me lo digas como un reproche.
—No lo es, sólo pienso que debemos ser sinceros.
Lorraine sonrió levemente.
—¿Qué opinas de esto Lorraine? —preguntó su padre.
No pensaba mucho al respecto, conocía perfectamente la fama de Giovanni. Lorraine era una mujer de carácter fuerte, capaz en todo sentido, pero de aspecto delicado, era amante de la competencia y podía obtener lo que deseaba con su marcada determinación. Le encantaba tener el control de todo y mantener en su poder las cosas que creía merecer, así la había educado su padre, dándole a entender que lo que era suyo, seguiría siéndolo y que nunca debía permitir que alguien se lo arrebatara de las manos.
El compromiso aún no había sido anunciado pero una vez hecho se esperaba un aumento desmedido en el valor de las acciones en los conglomerados de ambas partes. No sentía curiosidad por Giovanni porque ya lo conocía, era atractivo, como negar la belleza de ese rostro varonil, decorado con una ligera barba de tres días y perfilada de manera obsesiva. Tenía unos ojos azules profundos y un andar elegante que demostraba su confianza, cuando hablaba delante de las cámaras y micrófonos era acompañada con una varonil y gruesa voz que siempre salía con una determinación, severidad y confianza alucinantes. Había buscado mucho de él en las redes y visto en televisión y en lo que había observado le había agradado, de hecho, incluso había agradecido a su padre por su buen ojo; Nada mejor que un esposo atractivo y además capaz e inteligente.
Los días pasaron lento para Lorraine, pero extremadamente cortos para Giovanni quien creía como un castigo lo que estaba viviendo. Había sido presionado a asistir y en ese momento se dio cuenta que su poder no era tan marcado como el mundo pensaba, era el heredero, pero por encima suyo aún había personas sujetando sus cuerdas como si se tratara de un títere. Nunca había reprochado nada a su padre, pero Silvain, había cometido el terrible error de dejarle todo el poder y cuidado de su hijo a sus abuelos. A pesar de lo que se hablaba de Deborah, ella habia respetado el pensar de Silvain, su hijo, quien en vida, también pensaba que para la talla de un esposo se necesitaba una esposa hecha a medida.
Giovanni se miraba al espejo mientras se colocaba la corbata correctamente, miró su selección de ropa y observó sobre la cama el gancho de ropa donde había sido colocado el traje que portaba ahora. Se sintió como un idiota, Clara lo había dejado allí, seleccionó su ropa como todos los días desde hacia tres años, cuando se acercaron verdaderamente luego de que durante dos años observara su capacidad y servicio como secretaria.
—Está todo listo señor—informó su guardaespaldas—, el auto está por salir del estacionamiento subterráneo.
El francés colocó su saco. Estaba listo.
—Bajare enseguida—con un par de gemelos en su traje, un reloj costoso decorando su muñeca y un rostro para nada complacido por los sucesos de que le deparaban aquel día, bajó por el ascensor e ingreso a su auto, un sedan de Lux Peugeot color n***o. Su chofer, Didier había permanecido trabajando con él más de seis años, incluso antes que Clara, era un hombre agradable y confiable que se había ganado la confianza de su jefe.
—El clima es agradable y el tráfico no muy abundante—comentó—, llegaremos pronto.
—No me lo tomes a mal Didier—respondió Giovanni—,pero, hubiera sido prudente que no le hubieras colocado gasolina o que hubiera un atasco de tráfico enorme que no nos permitiera llegar, es más, no te reprocharía que en este momento bajaras del auto y le cortaras algunos de los cables del motor.
La seriedad con la que lo dijo hizo al hombre apartar la mirada del espejo retrovisor sintiéndose terriblemente mal con su señor. Lamentaba la situación que enfrentaba, pero no era algo que pudieran hacer sin obtener alguna represalia por parte de los líderes de la familia. Así que continuó el viaje hasta que las llantas del auto se detuvieron delante del portón de la denominada Residencia Lacroix, el enorme portón de madera de más de cuatro metros de altura se abrió, cuando lo hizo dejó ver el lugar al que Giovanni consideraba el infierno en la tierra, un lugar detestable donde habitaban personas que lo habían hecho infeliz, claro, Francesco Lacroix no estaba en esa lista de malas personas.
La enorme mansión construida en piedra era antigua, pero sumamente elegante, era innegable que Deborah tenía un buen gusto por el diseño. Cuando el auto se detuvo en las puertas de la enorme casa su abuela salió a su encuentro acompañada de Dean. Una sonrisa decoraba su rostro, su cabello blanco estaba perfectamente peinado, tenía un corte varonil, corto a ambos lados, era estilo Amanda Presley en El diablo viste a la moda. Y vaya que era el diablo.
—Mi querido Giovanni me alegra que hayas asistido en tiempo y forma el día de hoy, tenía pensado ya que mandaría a buscarte en caso de que te pusieras más displicente—el francés rechazó su abrazo y gesto de bienvenida. Le tendió la mano a su abuelo a modo de saludo e imitó el mismo gesto con Francesco, pero a diferencia de con él anciano, le dio un abrazo.
—Lo correcto era que hubiese tomado el primer vuelo a Siberia con la chica y no hubieras regresado.
—¡Francesco! —exclamó su madre al escucharlo. —Estuviera congelado, sin nada de su pertenencia y siendo pobre, el amor de las mujeres que ambos quieren o quisieron se hubiera apagado al mirar como los ceros desaparecen de las tarjetas.
Francesco metió sus manos a su saco y sacó un cigarrillo haciendo que su madre lo mirara de mala manera.
—No todas son como tu, madre.
Y sin más ambos hombres entraron a casa. Didier observó la escena bajando la cabeza, al final la vida de los ricos no era como se pintaba en las películas o series, era mucho más amarga. Giovanni se dirigió a la sala de estar dejándose caer al mismo tiempo que Francesco. Una sirvienta se apresuró a preguntarle si deseaba algo para beber y el francés no demoró en pedirle un armañac, un brandy francés de la mejor calidad con una carga de alcohol superior a cuarenta.
—Vino tinto para mi nieto—lo interrumpió su abuela.
—Enseguida señora—respondió la sirvienta sabiendo perfectamente a qué orden debía acatar.
Giovanni apretó la mandíbula.
—¿Acaso quieres hablar con el chef de mi edificio también para mantener el control de mi comida?
El enojo en su voz fue notable, su abuela sonrió para nada afectada con sus palabras y mucho menos por la mirada que le regalaba.
—Si comieras demasiado y subieras de peso afectando su salud no dudaría en hacerlo—respondió—, pero desde niño has sido sano, te gustaba el deporte, el gimnasio y alimentarte saludable. Te cuide desde pequeño por lo tanto te conozco.
Su abuela lo había educado desde que tenía tres años, su madre se había marchado dejándolo al cuidado de aquella mujer, lo que había escuchado y años más tardes había constatado, era que su progenitora se había cansado de los malos tratos de su abuela, cansada y rebasada por esto se había marchado lejos del país abandonando a su hijo en las garras de una arpía como Deborah Lacroix. Ahora no se lo reprochaba, era duro lidiar con su abuela y no teniendo un lazo sanguíneo debía ser el doble de complicado.
No tenía muchos recuerdos de su madre, su padre y abuela se habían encargado de borrar cualquier recuerdo de ella haciéndolo olvidar esos recuerdos de su corta vida que no eran muy claros.
—Tu abuela siempre ha hecho lo adecuado para protegerte, ella y yo lo hemos hecho, puede que nos consideres tiranos y demás, pero lo hacemos para garantizar tu porvenir, no permitas que otras cosas nublen tu juicio y arruinen la vida que llevas hasta ahora. —su abuelo no pudo evitar darle su punto de vista al respeto, a diferencia de su abuela era callado, hablaba poco pero cuando lo hacía demostraba autoridad, no discutía, pero con la mirada demostraba muchas cosas—. Silvain tenía claros deseos contigo y antes de morir prometimos cumplirlo, tu esposa debe ser una mujer a tu medida no menos, olvídate de la señorita Dupuy y enfócate en la señora Lacroix.
Francesco apartó la mirada de su padre, por esa misma razón se había marchado, cuando sus padres mandaron fuera del país a la mujer que amaba él también se fue de la casa, era joven, muy joven y terminó viviendo solo en Estados Unidos por muchos años, se perdió la boda de su hermano y el nacimiento de su hijo, es más, incluso no había conocido a la mujer de Silvain ni siquiera en fotografías. Contra su orgullo regresó derrotado y sin ni un solo franco en la cartera, pero reprochando a su madre porque ella había sido la culpable de todo, lo había encerrado como un gato mal trecho haciendo que nadie le diera trabajo impidiéndole independizarse y abandonar su ala de protección.
La sirvienta regresó con una copa de vino tinto.
—La señora Lacroix—repitió Giovanni—, pensé que un hombre por lo menos tenía la facultad de escoger a su esposa.
Dean negó.
—No somos esa clase de hombre—reiteró su abuelo,—nuestro hogar es tradicional, somos una familia de elite por lo tanto son los padres quien escogen los mejores partidos para sus hijos, mis padres escogieron a Deborah, nosotros escogeremos a tu esposa, lo supiste desde que tuviste entendimiento de esto, pero esa mujer te ha penetrado la cabeza y nublado el jodido juicio.
—No estamos en Inglaterra en el siglo dieciocho—soltó Francesco haciendo referencia a los matrimonios por compromiso. Se puso de pie y sin llamar a la sirvienta se dirigió él mismo al minibar tomó una botella de Brandy y llenó su vaso al tope. Ignoró a su madre y lo llevó a su boca bebiéndolo de golpe, al terminar la señaló con el vaso—. Cuando no tienen con que chantajearte ya no puede joderte ¡Y tampoco decidir sobre ti! ¿O no es cierto madre? Te aprovechas, se aprovechan de las palabras de Silvain, se aprovechan de los documentos y contratos que le han hecho firmar y amenazan con quitarle todo para tenerlos en la palma de la mano. Incluso tu padre, tú participas en todo esto, fuiste tú quien concretó esta farsa con los Laurent.
El reproche era claro y Giovanni solo pudo pensar en que no queria convertirse en el reflejo del hombre en el que se habia convertido su tio. Era un caparazon vacio.
—Si me hubieras escuchado no te hubieras transformado en esto. Un alcohólico fumador—espetó su padre—, hubieras aprendido a tu hermano, él cometió errores, pero los corrigió en cuanto se dio cuenta de ellos.
—¿A qué te refieres?
Dean se dio cuenta de que había hablado de más.
—A que nunca tuviste la madurez de tu hermano mayor—corrigió—, no induzcas a tu sobrino a tu mismo camino porque no pensamos permitirlo, decidiste encerrarte en tu sufrimiento por toda esa manipulación que esa maldita que deseaba salir de pobre te hizo, si nos hubieras hecho caso olvidándote de ella ahora serías una mejor persona y un mejor hombre que lo que eres ahora, Francesco.
Giovanni estaba a punto de intervenir, pero entonces una sirvienta se encaminó presurosa a interrumpirlos. Los Laurent habían llegado, ante la noticia su abuela se apresuró a arrebatar la copa de brandy a su hijo amedrentándolo con la mirada,
—Contente por este día Francesco—ordenó para luego centrar su atención en su nieto—, tú también Giovanni, no deseo que hagas pasar un mal rato a Lorraine Laurent porque de hacerlo pagaras caro ese desliz.
Fuera, la importante familia francesa bajaba del auto, rápidamente el mayordomo de la casa y la ama de llaves los condujeron por los largos y lujosos pasillos de la casa Lacroix. Noelle fue la primera en hacer comentarios sobre la decoración arrebatando unas cuantas sonrisas a su hija.
—Es linda, espero que tu padre nos perdone por asaltar sus tarjetas al decorar nuestra casa de nuevo, pienso robarle algunas ideas a Deborah, he escuchado que es una mujer con un excelente gusto—como aún era temprano Lorraine junto con su madre habían adecuado un atuendo de cóctel en vez de un elaborado vestido de noche, era más fresco y casual, además esto no era una cita formal aún.
Un lindo vestido rojo ceñido al cuerpo la cubría, era simple, pero resaltaba su figura y qué decir de esos largos tacones que la hacían mucho más alta de lo que realmente era, sus largas piernas resaltan ante esa altura, era alta pero no tanto como su padre o como Giovanni, aunque esto segundo estaba por descubrirlo aún. La sala de estar era exquisita, lujosa, hogareña (aunque solo en diseño, claro estaba). Lo primero que los ojos verdes de la mujer captaron fue al hombre que acababa de ponerse de pie para recibirlos, el primer contacto visual entre ambos fue un poco hostil, o así lo sintió ella.
Su piel se erizó ante aquel duelo de miradas que ambos estaban protagonizando, los demás estaban muy ocupados con los saludos de cortesía como para darse cuenta de ello. Al notar aquella sensación la rubia sonrió, esa había sido una de las mejores sensaciones que había sentido pero la que venía la superaría por mucho.
—Mira esto Dean, pero que linda mujer. Permítanme decirles que su hija es la mujer más preciosa que he mirado—halagó Deborah con una sonrisa cálida, que a pesar de la forma en la que su nieto la mantenía era sincera.—Un placer conocerte Lorraine.
—El placer es mío señora Lacroix.
La mujer tomó la mano de la chica con simpatía.
—Señor Laurent—saludó entonces Giovanni ganándose una mirada aprobatoria por parte de la pareja que en unos cuantos meses se convertirán en sus suegros y padres políticos, con Antoine ya tenía para ser el hombre con el suegro más deseado de toda Europa. Le tendió la mano para ofrecerle una estrechada firme. Con Noelle Laurent imitó aquel gesto pues aún no estaban emparentados como para ofrecerle un beso en la mejilla. —Es un gran placer.
Deborah sonrió al notar lo convincente del saludo. Dean, Francesco y ella, de la misma manera, llevaron a cabo los saludos de cortesía hasta que llegó el momento de que el más importante de ellos se diera. Dean colocó su mano en la espalda de su nieto llevándolo delante de la rubia quien imitaba la misma pose solo que su padre detrás.
Antoine y Giovanni se habían conocido hacía un par de años en una subasta de caridad, habían intercambiado palabras y estrechado manos por primera vez. El más joven de ellos nunca esperó tener que reunirse para una situación como esa.
—Giovanni permíteme presentarte a mi hija Lorraine, la luz de mis ojos—la mujer le tendió la mano educadamente y el francés le correspondió sujetando sus delicados dedos en un apretón firme. Lorraine apagó levemente su sonrisa cuando una extraña sensación la hizo mirarlo, un extraño escalofrío recorrió su mano, además un delicioso aroma varonil entró a su nariz haciéndola tragar saliva.
Por dios.
—Un placer conocerla señorita Laurent—su voz le hipnotizó, por esos breves segundos en los que lo miro a los ojos se quedó estática sintiendo que ambos eran los únicos en aquel lugar. Sintió un extraño cosquilleo en la parte baja del vientre y con aquello lo supo todo, estaba nerviosa, muy nerviosa. Intentó controlar aquella sensación y sonrió nuevamente.
—El placer es mío—sostuvo su mano sintiendo el calor, eran grandes con delgados y largos dedos. Observó sus manos unidas y no pudo evitar el gesto de satisfacción que apareció en su rostro—Lorraine, solo llámame Lorraine, después de todo creo que pronto cambiare de apellido.
Esta indirecta le arrebató una sonrisa al francés, pero no por las razones que ella creía.
El matrimonio era seguro, pero su duración estaba por verse.