CAPÍTULO V

1342 Palabras
DANNA — Repita después de mí: "No debo retar a mi jefe". — Dio vueltas alrededor del escritorio. — No la escucho, señorita White. Puse mis ojos en blanco y resoplé. — No debo retar a mi jefe. — repetí de mala gana. Se estaba pasando — ¡No me parece justo que… — Ahora escríbalo, señorita White. Tomé correctamente mi bolígrafo y escribí en mi agenda de notas. "debo retar a mi ogro" — ahora escriba: "Debo ceder el asiento a mi jefe" — ¿Es en serio?. — manifesté con indignación. Di media vuelta en el asiento cuando él iba pasando a mis espaldas y lo miré mal. Agradecido debía estar que habíamos llegado sanos y salvos a la editorial. — ¡Lo hice llegar a tiempo! — Dos cosas, señorita White. — elevó dos dedos frente a mí — La primera: ¡Al menos tres mujeres me pasaron tocando atrás; la segunda: ¡Me robaron la billetera! ¡Oops! Bueno, no todo había sido tan bueno, pero al menos eso ya lo había solucionado. Había bloqueado las tarjetas temporalmente, había mandado a cambiar la cerradura de la puerta de su departamento y había invalidado sus cuentas mientras solucionaba todo. Pero no era mi culpa, yo solo le había pedido un préstamo de un billete de $5.00 para comprar una tostada de maíz cuando se subieron a vender en el colectivo. Mi culpa de que él no tuviera más que billetes de a $100 para arriba, no era. Así como no era mi culpa que tuviera las manos de mantequilla y se la dejara quitar. — Señor… — ¡Escríbalo, señorita White!. Resoplé y escribí. "Debo darle el asiento a cualquiera, menos al ogro de mi jefe" — ¡Esto es injusto! ¡La otra mitad del camino sí fue sentado! — Sí, con usted sobre mis piernas porque le dió el asiento a otra mujer. — Creí que estaba embarazada… — Sí, por eso cuando la felicité por el embarazo, me miró como si fuera a matarme y me abofeteó. De nuevo…¡Oops!. Eso no era del todo cierto, solo lo había golpeado de un hombro con su cartera. — Bueno, estaba un poco pasadita de peso y… parecía embarazada… Rodó los ojos, dando una vuelta más, alrededor de su escritorio. — ¡Escríbalo de nuevo! ¡Idiota! ¡Cómo si no le hubiera gustado llevarme en sus piernas! Podía decir lo que quisiera, pero su emoción podía igualarse e incluso medirse por la grandeza de su erección que me estuvo torturando durante el resto del camino. Tal y como lo había indicado, escribí de nuevo: "debo darle el asiento a cualquiera, menos al ogro caliente de mi jefe". ¡Listo! De repente se detuvo, una vez más a mis espaldas. Llevó sus manos a su barbilla con confusión y miró mi libretita. Oculte lo más que pude mis oraciones escritas y lo miré con inocencia. Se acercó un poco más y señaló mi libreta de notas. — ¿Trajo la libreta que lancé por la ventana?. — ah...sí. — afirmé nerviosa por su cercanía. — fue una suerte que el guardia de la entrada lo encontrara. Bufó. — puff. ¿Una suerte para quien? ¿Para usted que recuperó esa cosa? ¿O para mí ahora gracias a usted debo pagar los gastos médicos y una fuerte cantidad de dinero por indemnización? — no es tan grave. — sacudí mi mano en el aire para restarle importancia. — ¡Le cayó en la cabeza y por el impacto rodó tres gradas a la acera!. Un último ¡Oops! — Lamento mucho diferir, jefe. Pero quién lanzó mi libreta por la ventana en un momento de ira, fue usted. — ¡Sí, White! Pero quién se ofreció pagar los gastos médicos fue usted…! — apretó sus puños — ¡A mí nombre! — insisto, fue su culpa. — ¡Todo por no anotar bien! — a mi defensa — elevé una mano en son de paz. — me di cuenta de lo sucedido muy tarde, de lo contrario le hubiera dicho a papá que lo atendiera. Se cruzó de brazos — ¡Sí! ¡Porque saliste corriendo de la oficina! Un segundo… ¿Me estaba echando la culpa a mí de todo? Sí, había salido corriendo, pero esa era su culpa. No me importó dejar atrás las formalidades. Iba a defenderme sí o sí de sus acusaciones. — ¡Me fui porque… ! — porque tenía miedo de sentir algo por alguien que no era mi novio y al que odiaba… — porque te me tiraste encima y… tuve miedo… Mi respuesta fue lo suficientemente buena para que se quedara callado, pero no lo suficientemente buena para que se quedara quieto. De nuevo, sin pedir permiso, me aprisionó a la silla y acercó sus labios a los míos. — ¿Miedo a qué, señorita White? Tragué saliva y evité mirar sus ojos, sus exóticos ojos vergrisulados. Esas cosas eran más poderosos que las 7 gemas del infinito juntas. Y ni hablar del poder que tenían en mí. — mi-miedo… ¿Nunca ha sentido miedo?. Bajó la mirada con una sonrisa frustrada y se apartó. — No… jamás. Rodeó el escritorio de madera fina, se sentó en su puesto y colocó sus anteojos de lectura. Tomó su laptop sin decir más, sin mirarme… pretendiendo que lo que sea que estaba pasando entre nosotros… era sólo un espejismo. Quizá así era mejor después de todo. Odio, odio y más odio. Sí. Así debe ser, Danna White, debes clavarlo en tu cabeza. Tragué saliva, sequé mis manos en la falda de mi vestido y tomé fuerza para dar media vuelta y quedar frente a él en el escritorio. El momento era incómodo de nuevo. Toda energía pesada se disipó cuando el teléfono de línea sonó… y sono... volvió a sonar y siguió sonando. — ¿Qué no piensas contestar? — azotó el bolígrafo contra la madera, desesperado. — No, es tu teléfono, no el mío. — ¡es tu trabajo! ¡Te pago para eso! — ¡Me tienes haciendo planas de tus reglas! — lo ví con obviedad. El teléfono sonó con más insistencia — ¿No piensa contestar, señor?. Maldijo por lo bajo y tomó la llamada. No le di ninguna importancia, seguir dibujando en mi libreta un ogro con su cara, hasta que me la arrebató y me miró furioso de nuevo. ¡¿Y ahora?! — ¿Le enviaste las flores a mi novia? Asentí, tratando de quitarle mi libreta. — te llamaré luego. — Cortó la llamada. Se puso de pie y elevó más la libreta. Me paré, traté de alcanzarla, salté, me paré de puntillas, pero el desgraciado infeliz era más alto que yo. ¡Carajo! — ¡Dame la libreta, Andrew! No quería que vieras mis notas nuevas y mis dibujos sobre él. — ¡El arreglo que le mandaste a Eliana era un arreglo funerario! ¡Incompetente! — ¡Sí, porque estar contigo debe ser parecido a estar en un funeral! Su sonrisa socarrona hizo su aparición, dejó caer la libreta en el escritorio y sin darme la oportunidad de escapar, me tomó de los muslos y me subió al escritorio, se coló entré mis piernas y se apoderó de mi boca. ¡Huye, Danna! ¡HUYEEE! Pero no… Danna no queriendo huir… Danna queriendo sentirlo. Lo apreté con las piernas, tomé con fuerza el cuello de su camisa y profundice el beso. Jadeé en su boca cuando me apretó de la cintura y metió su mano libre bajo mi vestido, palpando mi cuerpo con tanto ánimo, que mi ánima salió de mi cuerpo. Cerré los ojos con más fuerza, lo dejé que explorara mi boca y me deleiteé de sus labios gruesos y frescos. Esto estaba mal… estábamos mal… un beso podía ser pero ambos teníamos pareja. Nos estábamos quemando en el infierno… Pero nunca el infierno había sabido tan bien… no quería que acabara. Pero supongo que eso era mucho pedir.
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