(...)
— Lamentamos no haber ganado la calabaza de oro, señora Dinkley.
— ah, pero, sí ganaron.
Mi sexy ogro y yo nos volteamos a ver con sorpresa.
— ¿Cómo?.
— Sí, Andrew lo jodió todo.
— ¿Perdón?.
— Acéptalo, amor.
— De hecho. — La señora Dinkley me salvó de la ira de la bestia, sacando de la alacena un pequeño trofeo en forma de calabaza. — La forma en la que dibujaron la boca y la forma gótico romántica en la que caía la cabeza, fue lo que le gustó a los jueces.
Vaya… no éramos tan mal equipo entonces.
Estábamos un poco sorprendidos, pero lo cierto era que nos había quitado un peso de encima.
Andrew sonrió, terminó su desayuno, le dio las gracias a la señora Dinkley y me tomó de la mano, llevándome fuera de la casa.
— ¿Te lo puedes imaginar?. Éramos la pareja que más desventa
