Tiempo limitado

1762 Palabras
WESTON Me toma unos momentos comprender lo que Doris esta diciendo. ¿Amelia planea renunciar pronto…y no me lo ha dicho? ¿Ni siquiera se le había ocurrido mencionarlo, a pesar de la situación con Emma? La decepción y la ira me recorren, tensando mis músculos, haciendo que mi mandíbula se tense. –Tiempo limitado- murmuro, –Eso es decepcionante como mínimo– El miedo a no volver a ver a Amelia me invade; igualmente decepcionante, pero por razones diferentes. –Puede ser que a la larga duela menos considerar cambiar de niñera ahora? dice Doris. -Pero esto es completamente tu decisión. Esto es simplemente una planificación anticipada, digamos. Prefiero que estemos preparados a que nos pillen con los pantalones abajo metafóricamente hablando– Asiento y tomo otro sorbo de café. –Agradezco el aviso. Es buena información. Lo pensaré y te lo haré saber, ¿te parece bien? – La sonrisa de pastelera de Doris regresa. –Absolutamente perfecto– Doris y yo terminamos nuestra reunión después de discutir algunos de los puntos más finos de la habilidad de Amelia con Emma, y luego vuelvo a las frías calles de Louisville, tratando de recordar que más tengo pensado hacer con mi mañana. No puedo recordarlo, porque todo en lo que puedo pensar es en volver a mi apartamento para confrontar a Amelia. Eso fue turbio, puro y simplemente. Actúa con tanta rectitud, tan preocupada, tan dedicada a su causa, ¿y sin embargo planea dejar a Emma abandonada? Esto es exactamente el tipo de comportamiento turbio que esperaba de la familia Morton, y dado a como habían terminado las cosas entre Amelia y yo hace seis años, no estoy seguro de por qué me sorprenda que una Morton estuviera envuelta en falta de comunicación y disimulo una vez más. El plan de Doris es sólido. Cambiar de niñera ahora será lo mejor. Simplemente no puedo seguir adelante sin confrontar a Amelia primero. Decido esperar hasta la hora del almuerzo para regresar, para que Emma este durmiendo la siesta y no tenga que morderme la lengua ni cuidar mi tono. No tengo miedo de hacerle saber a Amelia que estoy enojado. Esta nueva traición desenterró mi enojo por la primera. Una reprimenda de seis años después no es demasiado tarde, si se la gana de forma justa. Después de probar una nueva cafetería, atender una llamada de negocios e investigar un espacio de coworking que no tengo intención de alquilar, pero que quiero visitar por diversión, regreso a mi apartamento. Como es de esperar, Emma ya está tomando su siesta y Amelia lava los platos en el fregadero de la cocina cuando entro. Levanta la vista cuando la puerta se cierra detrás de mí, ofreciendo una pequeña sonrisa. No me molesto en quitarme el abrigo mientras camino hacia ella. –Hey– empieza. –¿Pensabas decirme que tenías la intención de dejar la agencia de niñeras? – Sus ojos azules se abren como platos y parpadea rápidamente. –¿Qué? – –Acabo de reunirme con Doris. Me informó que puede que ya no seas la mejor opción a largo plazo para Emma porque… ¿Cuál fue la razón? – Golpeo mis nudillos en la isla de la cocina, fingiendo pensar. –Ah, es cierto. Aparentemente te vas a casar, y una vez que hayas asumido el manto de esposa, tus obligaciones anteriores ya no importan– Su barbilla sobresale y me mira fijamente, con la emoción pululando en sus ojos. –Yo…yo…espera– Levanta las palmas de las manos, con los ojos cerrados con fuerza. –Tenemos que dar marcha atrás– –No hay marcha atrás. Hay un simple si o no. ¿Planeas dejar a Emma abandonada pronto? Porque si la respuesta es sí, entonces todos deberíamos hacernos un favor y encontrar una nueva situación. Puedes irte ahora, buscarte algunos trabajos temporales fáciles de niñera hasta que cambies tu apellido, y entonces Emma no tendrá que sufrir por encariñarse contigo y luego perderte– Amelia todavía parece como si le hubieran dado una bofetada. Los nanosegundos de silencio de su parte son suficientes para hacerme perder los estribos. –Y honestamente, lo que me molesta es que ni siquiera entiendo que te pasó. La mujer que conocí hace seis años no hubiera hecho esto– –¿Hacer qué? – balbucea. –Ni siquiera he hecho nada– –Ella no lo hubiera tirado todo por la borda solo porque consiguió ese título de señora. Mi única pregunta es ¿Quién te está haciendo renunciar? ¿Es él? ¿O has estado esperando esto todo este tiempo? – Las fosas nasales de Amelia se dilatan y su cuello se sonroja. Aprieta la esponja para platos que ha estado sosteniendo, y por un segundo pienso que puede arrojármela. –Estamos retrocediendo– dice con los dientes apretados, su mirada volviéndose aguda como una piedra preciosa. –Primero que nada, no voy a renunciar. Nunca lo planeé. Segundo, ¿acaso verificas algo antes de venir aquí tan enojado como un toro? – –Obtuve mis datos de tu jefa– le recuerdo. –Bueno, ella chismeó– replica Amelia, alzando la voz. –Si, me voy a casar, y todos en mi vida quieren que renuncie a este trabajo. Pero yo no quiero así que no lo voy a hacer. Y no sé quién podría haberle dicho a Doris todo esto excepto…– La comprensión se apodera de su rostro y exhala una ráfaga de aire, que levanta un mecho de cabello que le había caído en la cara. –Mi madre. Me la encontré en Las niñeras de Aurora anoche, lo cual me pareció extraño. Ella y Doris se comportaban de manera muy amigable. Debió haberle informado cortésmente a Doris sobre sus deseos para mi vida, lo cual Doris luego tomo como un hecho y te los transmitió– Sus palabras tienen un efecto calmante en mí, pero no suavizo mi mirada no bajo la tensión. No cuando estamos hablando de su próxima boda. –Entonces, ¿necesito buscar un reemplazo o no? – espeto. –No. no me iré a menos que me despidas– responde Amelia, con las mejillas sonrojadas esta vez. –Quiero este trabajo. quiero trabajar con Emma– Endereza la espalda, algo de ese fuego familiar volviendo a sus ojos. Las llamas de las que me había enamorado hace seis años. –Y la culpa es tuya por escuchar chismes en lugar de venir a preguntarme primero– Sus palabras aterrizan como la bofetada que pretendía. Aprieto la mandíbula y finalmente me quito el abrigo. –Vine aquí para preguntarte primero– –Lo que acabas de hacer no fue preguntar. Fue acusarme– Tiene razón. Cuelgo mí abrigo, aprovechando los pocos momentos de espaldas a ella para recalibrar. Normalmente no pierdo la calma de esta manera, pero Amelia ocupa un lugar especial en mi archivador interno de Desquiciado y Sin Sentido. –Creo que necesitamos crear una adenda a este acuerdo– digo antes de volverme para mirarla. –Si en algún momento cedes a las exigencias de tu familia y decides renunciar a una carrera, necesito un plazo de tres meses– Su garganta se contrae, pero asiente. –Es justo– El silencio se cierne incómodo e hinchado entre nosotros. Hemos llegado a una resolución, pero las cosas no se sienten resueltas. El agua vuelve a correr cuando Amelia abre el fregadero. Frota furiosamente un plato durante unos momentos antes de murmurar. –Y no me paso nada. Pero es bueno saber qué piensas que soy una criatura patética que no puede cumplir promesas– -Tú y yo no tenemos un historial excelente. Lo mismo ocurre con tu familia– Me desabrocho los puños de la camisa y comienzo a remangarlos. –Supondré que las cosas no han cambiado hasta que se demuestre lo contrario– –Creí que habías dicho que se suponía que deberíamos tratarnos como extraños. Eso suena a lo contrario de extraños. Suena más bien a un hombre resentido– Su tono de voz es puro desafío. Ha cerrado el grifo de nuevo, con la esponja todavía en la mano. Puede convertirse en un arma mojada en cualquier momento, por la forma en la que la provoco. Pero no puedo evitarlo. –No hay ningún chip, te lo aseguro. Solo un recuerdo muy detallado de lo que pasó, sin ningún deseo de volver a atrincherarse– Su barbilla tiembla y vuelve a alcanzar el fregadero. El silencio retumba entre nosotros. En lugar de continuar lavando los platos con rabia, coge una joya que esta cerca del fregadero. Su anillo de compromiso. Se lo vuelve a poner, apartando la mirada mientras lo hace. Mi mirada se fija en el anillo como un láser, pero por la forma en que mi corazón se hela y mi pecho se aprieta, son más bien los ojos laser de la variedad Terminator. Trago un ruido de asco, a pesar de lo mucho que quiere salir de mi garganta. No puedo soportar ver esa cosa. Mi posesividad no tiene límites, al parecer. –Ni siquiera deberías molestarte en traer eso– murmuro, dirigiéndome al refrigerador, aunque no quiero nada de él. Abro la puerta y miro el contenido, solo capaz de concentrarme en el ritmo demente de mi corazón. – No quiero que Emma se lastime debido a una mano de obra cuestionable– –Estará fuera de mi dedo antes de que Emma despierte– dice secamente. Abandono mi búsqueda de un bocadillo y cierro la puerta del refrigerador. Me giro al mismo tiempo que Amelia se aparata del fregadero. Chocamos en medio de la cocina, su pecho golpeando mi caja torácica. Extiendo la mano instintivamente para detenerla, agarrándola sus brazos. Capto la brusca inhalación, la forma en que se endereza bajo mi agarre, borrando aún más las distancia entre nosotros. Su sobresaltada mirada azul se arremolina con mucho más que solo sorpresa. Gruño, la calidez de su cercanía se hunde en mi cuerpo como un bálsamo. La ternura me inunda, junto con un calor abrazador. Algo me dice que nuestra química no ha disminuido ni un poco con los años. Pero eso ya no me corresponde a mi probarlo o refutarlo. –Mira por dónde vas– Mi voz es ronca, pero aprieto sus brazos suavemente antes de soltarla y alejarme. Los primeros pasos lejos de ella son fríos, estériles. Un error. Pero el único lugar seguro alrededor de Amelia esta fuera de la vista. Y realmente necesito recordar eso, mierda.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR