De playboy a tutor legal

4304 Palabras
WESTON –¡Dios mío! ¡Se está quitando el pañal otra vez! – La exclamación de mi madre, la tercera vez en la última hora, me hace correr de vuelta a la sala. El lujoso apartamento al que me he mudado desde hace cuatro días se extiende frente a mí, una vista a la que todavía no me he acostumbrado. Demonios, no me he acostumbrado a ninguna parte de esta situación. No solo estoy en Kentucky indefinidamente, sino que tengo un contrato de arrendamiento de un año en un apartamento en Louisville. ¿Y la niña de la que de repente soy responsable? Si, la verdad es que tampoco me he acostumbrado a eso. –¿Se orinó o algo? – pregunto mientras corro a ayudar a mi madre. Me aparta de un manotazo mientras intento llevarle un pañal nuevo. He pasado de soltero playboy a tutor legal en un abrir y cerrar de ojos. Cuatro días atrás, no sabía cómo cambiar un pañal. Ahora sé sobre la protección nocturna y por qué importan los buenos pañales. –Supongo que solo esta incómoda– La carita fruncida de Emma mientras nos mira a mí y a mamá desde el tapete de juegos en la sala me hace resoplar de risa. Sonríe diabólicamente y luego se levanta el vestidito y tira del pañal de nuevo. –Está bien, ves, tienes que dejarte eso puesto– le digo a Emma. Ella grita algo ininteligible y se aleja pisando fuerte, hacia un rincón de juguetes que mi madre y yo habíamos reunido rápidamente el día anterior a la llegada de Emma. Todo había sido un torbellino desorientador desde que tomé la custodia exclusiva de Emma, la sobrina que nunca supe que tenía, hasta que mi sorpresivo medio hermano fue a la cárcel y la dejó a mi cuidado. Personalmente, no creo que un solo hombre de negocios en Manhattan sea la mejor opción para tomar la custodia de una niña de dos años. Pero si soy la mejor opción, sin duda no quiero saber quién era mi competencia. –Creo que le va mejor– dice mi madre, observando como Emma se acurruca detrás del camión de comida de Fisher Price y se cruza de brazos, mirándonos a través de la ventana de servicio. –Si– digo, sin estar del todo de acuerdo. Estos primeros días han sido duros, Pero claro, toda mi existencia ha sido dura durante aproximadamente los últimos siete meses, así que algo así parece normal ahora. una adición más emocionante al montón de mierda en que se ha convertido mi vida. –Emma ¿quieres comer algo? – pregunta mi madre con esa dulce voz de abuela. Me encanta que este aquí, ofreciéndose a ayudar en estos primeros días vulnerables. Probablemente sabe que no tengo ni idea de qué hacer con una niña de dos años. Mas que eso, sabe que sus hijos están en una especie de … desintegración indefensa. Hay infinitas maneras de describir las ramificaciones de tener una investigación activa iniciada por la comisión de Bolsa Y Valores que destroza el negocio que ayudé a construir desde cero. Y créanme, he estado usando todos los sinónimos disponibles durante los últimos siete meses, tratando y no dejar que la desesperación y la ansiedad se me metan hasta la medula. Pero tengo que mantener la frente en alto y los hombros atrás, todas esas tonterías positivas que la gente dice cuando no se enfrentan a la posibilidad de una sentencia de diez años en prisión y la destrucción total de su negocio y medio de vida. –¿Qué tal un…sándwich de mortadela? – ofrezco, dirigiéndome a la cocina. Había alquilado este lugar amueblado, así que todos los utensilios básicos de cocina están listos y esperándome al mudarme. Todo lo que tengo que hacer es proporcionar la comida y las abundantes cantidades de alcohol necesarias para sobrevivir a mi nueva realidad. Miro fijamente el refrigerador. ¿Qué demonios comen los niños de dos años? Esta es solo la quinta entrada en mi lista de preguntas que pueden desplegarse para crear un pergamino kilométrico. Hace una semana, había estado pidiendo ostras en media concha para una chica guapa ala que quería impresionar en un bar elegante. Ahora tengo un refrigerador lleno de fiambres básicos que yo personalmente no he comido desde que era niño. ¡Como pueden cambiar las cosas! Emma no responde. Ni siquiera reacciona. Simplemente mantiene los brazos cruzados sobre el pecho y frunce el ceño a mi madre. –Le haré un sándwich de todos modos, por si acaso– anuncio, sacando los ingredientes. No puedo evitar sentir que todo este arreglo podría haber sido un poco más fácil si Ivan, mi medio hermano, me hubiera proporcionado algún detalle o consejo sobre como criar repentinamente a su hija. Pero no está disponible. Esta en la cárcel esperando juicio por cargos de tráfico de drogas. No es exactamente la reunión familiar que hubiera imaginado, pero bueno. Mi breve interacción con Ivan en Nueva York había sido, en el mejor de los casos, reservadas; nunca me dejó saber que estaba haciendo realmente ni por qué. Pero los cargos lo arrojaron todo a la luz, y resultó que había estado buscando clientes más importantes en la zona. Como padre con la custodia de Emma, consideró apropiado entregármela una vez que lo llevaron a la cárcel. Aparentemente, su madre esta desaparecida o posiblemente incapacitada, o ambas cosas. –Emma, deberíamos jugar con algunas muñecas. ¿Qué te parece? – El comportamiento dulce y accesible de mi madre nunca flanquea. Y se merece mil bendiciones por ello. Emma es la nieta de mi padre, pero no de mi madre. Papá le había ocultado su aventura a mi madre durante veinticuatro años. Corta como había sido, sus consecuencias parecen durar hasta la eternidad. Drama familiar: el regalo que sigue dando. Personalmente, ya he tenido suficiente. –Toc, toc, toc. El repentino golpe en la puerta me recuerda que debo comprobar la hora; las once y media. La trabajadora social llega justo a tiempo. Sirvo el sándwich de mortadela, se lo paso a mi madre y me apresuro a abrir la puerta. Una señora mayor con una sonrisa cansada entra. –Hola, debes ser Weston Hamilton– ofrece una mano, con los ojos arrugados tras unas gafas de montura metálica. –Soy Bertha, de servicios sociales. Quería ver cómo está la pequeña Emma– –Por supuesto. Por favor, entra– Me hago a un lado, indicándole a Bertha que entre. Ella entra con cuidado, sin hacer ruido, y mueve la cabeza mientras mira a su alrededor, observando el apartamento. –Este es un lugar encantador– murmura, sacando su portapapeles para tomar algunas notas. –Gracias. Todavía nos estamos adaptando, pero este es nuestro hogar por ahora– me dirijo hacia Emma, señalando a mi madre. Bertha, te presento a Deb, mi madre. Nos ha estado ayudando mientras… nos adaptamos– Me río, aunque no estoy seguro de para quién es la adaptación mayor, si para mi o para Emma. –Un placer conocerte– Bertha le envía la misma sonrisa amable a mi madre, y luego se inclina para mirar a Emma a través de la ventana del camión de comida. –¿Y tú, señorita? ¿Como estás? – Emma gruñe y se cruza de brazos. Bertha asiente mientras yo suspiro. –Últimamente nos ha pasado mucho– –No me sorprende. Para su edad, es lo esperado. No te lo tomes como algo personal. Solo sigue intentándolo– Bertha me ofrece otra sonrisa con los ojos arrugados. Me pide un lugar donde podamos charlar, así que la llevo a la gran sala de dos pisos con grandes ventanales con vistas al centro de Louisville. Una chimenea de ladrillo gris se extiende hasta el techo. Mientras nos sentamos, enciendo el control remoto que enciende el fuego. Ella me sonríe. –Parece que tienes todo bajo control aquí– –¿De verdad? Me siento bastante perdido– admito. Puede que esa no sea lo mejor que puedo admitirle a un funcionario del gobierno que controla si soy apto para cuidar a una niña, y me apresuro a añadir. –Lo estoy superando. Pero todo esto es nuevo para mí. Soy el director financiero de una empresa en gestión de patrimonios. No soy… un padre– –Lo entiendo perfectamente. Es un gran shock, especialmente si no estabas en su vida– –No lo estaba. Conocí a mi hermano hace poco. En realidad, es mi medio hermano, y yo…– Mi mirada vuelve a mi madre. Su boca se había adelgazado, aunque se concentra en desmenuzar el sándwich de mortadela. El tema de la otra familia de mi padre todavía es delicado para ella. Todavía es delicado para todos nosotros. Ivan había aparecido en nuestras vidas hacia solo unos meses cuando sorprendió a Asher, Dominic y a mí en nuestra oficina en Manhattan, afirmando ser mi hermano. Una pequeña investigación resultó ser lo peor; era mi medio hermano, lo que demostró que mi padre había mantenido una familia secreta durante años, aunque solo estuvo involucrado románticamente con la madre de Ivan por un corto tiempo. Ahora mis padres se están divorciando, Ivan está en la cárcel y, de repente, tengo a su hija, mi sobrina, bajo mi cuidado. Casi todos los días de mi vida contienen un momento de “¿Qué demonios?” –De todos modos, lo estás haciendo lo mejor que puedes– dice Bertha en un tono tranquilizador. Estoy seguro de que me habría dado una palmadita en la rodilla si no fuera funcionaria del gobierno. Me guía a través de una lista de preguntas que había traído, ocasionalmente garabateando algo en su hoja o asintiendo por unos momentos antes de continuar. Emma permanece en su escondite detrás del camión de comida todo el tiempo. Finalmente, mamá se da por vencida con el sándwich de mortadela y se va a ordenar la cocina. No es que necesite orden. Este lugar aún esta reluciente desde el día de la mudanza, y, además, no soy un ejecutivo obsesivo por nada. No puedo ir a dormir por la noche con platos en el fregadero. Bertha finalmente vuelve a intentar hablar con Emma, haciéndole preguntas en vano. Finalmente, se levanta, mira a su alrededor y asiente. –¿Entonces, planeas quedarte aquí a largo plazo? – –Tanto tiempo como sea necesario. Mi abogado me ha dicho que puede llevar algún tiempo finalizar los detalles de la custodia, y haré lo que los tribunales requieran– Contraté un abogado casi inmediatamente después de recibir la llamada de los Servicios Infantiles de Kentucky en Nueva York, y el me aconsejó que estableciera una residencia aquí hasta que se resolvieran las cosas con Emma. Eso incluye terminar los acuerdos de custodia a largo plazo en función de lo que suceda con los cargos de Ivan… y que planes de respaldo podrían existir dependiendo de si la comisión también presente cargos en mi contra o no. Dependiendo de cómo suceda todo eso, Louisville podría convertirse en mi “hogar” durante mucho tiempo. Ahora que mis hermanos y yo estamos tan inestables, estoy casi convencido de no volver nunca a la ciudad de Nueva York. Tener un puesto de avanzada en Louisville simplemente tiene sentido en este momento. Es mi lugar para dejar que el polvo se asiente y decidir mis próximos pasos. Sonríe cálidamente. –¿Alguna pregunta para mí? – ¿Cómo diablos se supone que voy a sobrevivir mis días si puedo ir a prisión y Emma no se come el sándwich de mortadela? –No– cruzo los brazos, fingiendo pensar. Solo más preguntas inútiles brotan dentro de mi cabeza. –Volveré a trabajar pronto, así que tendré que averiguar que hacer allí- –Ah, sí. Referencias de niñeras– Bertha hojea las páginas de su portapapeles y me entrega una hoja. –En realidad, omite todos los nombres aquí y ve directamente al último. Es una agencia de niñeras privadas, la mejor de las mejores en Louisville. Parece que puedes costearla– me guiñe un ojo antes de dirigirse a la puerta. –Gracias– hojeo las entradas y encuentro la agencia a la que se refiere. Bertha saluda a mamá y se despide antes de salir. La puerta se cierra con un crujido tras ella. –Bueno, eso fue indoloro- comenta mi mamá mientras rodea la isla de la cocina. Coje la hoja. –¿Planeas contratar una de sus recomendaciones? – –No veo muchas opciones. Necesito volver al trabajo lo antes posible y no planeo pedirte que te conviertas en la abuela de Emma a tiempo completo– Mi mamá me mira con los labios fruncidos. –Weston, sabes que lo haría– –Se qué harías cualquier cosa por mi– la rodeo con mi brazo en un abrazo lateral. –Y te lo agradezco. Pero no estoy tratando de arruinar tu vida solo porque me tocó esta mano. Es mi responsabilidad. Yo me encargaré– Además no quiero que mi madre tenga que lidiar con algo aún más complicado de lo que lo tiene últimamente. Descubrir la infidelidad de su esposo que comenzó hace veinticinco años es una cosa. Ahora todos sus hijos están esperando para saber si irán a prisión por fraude financiero. Somos más divertidos que un barril de malditos monos. Respira hondo y asiento, algunos mechones grises escapando de su gruesa trenza por la espalda. –Tienes razón. Lo harás. No hay nadie mejor para esto que tú, Weston– –Oh, vamos. ¿ni siquiera Dominic o Asher? – Resopla. –Mantengo lo que dije– Nos sonreímos mientras me dirijo de nuevo hacia Emma. –Muy bien, Emma. ¿Qué tal un poco de tiempo frente a la pantalla? – sé que eso motiva a los jóvenes. –Si comes cuatro bocados de mortadela, te daré diez minutos de Pepa Pig– Me frunce el ceño y no se mueve. Que negociación. Necesito trabajar en mis habilidades. –De acuerdo. Veinte minutos de Pepa Pig– Extiende la mano en dirección a mi madre en la cocina, lo que interpreto como que quiere le dé el maldito plato. Mi madre arquea la cejas mientras trae el plato. Sonrió con suficiencia, satisfecho, como si tuviera idea de lo que estoy haciendo. –Tal vez tenga una oportunidad en esto de ser padre de verdad– le digo a mi mamá mientras Emma le da un mordisco tentativo a su sándwich. Me dirijo al televisor de pantalla plana cerca de la chimenea y tomo el control remoto. –Siempre pensé que serias un gran padre. Tus hermanos también– suspira con cansancio, arrodillándose frente al camión de comida mientras Emma mordisquea su sándwich. –Simplemente no imaginaba que las cosas se desarrollaran así– Ese es el eufemismo del siglo. Emma no es lo único que no había imaginado que se desarrollara así. nunca esperé volver a esta ciudad después de irme la última vez hace seis años. En ese entonces, había estado viajando desde Nueva York cada dos semanas cortejando a un cliente caro que se convirtió en una pesadilla de primera. Pero durante todas esas visitas, me había enamorado de su sobrina. Anzuelo, línea y plomada. Estuve a punto de pedirle que se casara conmigo. hasta que me dijo que me fuera a la mierda. Supuse que estos desagradables flashbacks de mi vida anterior en Louisville son lo normal aquí. Eso significa que no tengo tiempo que perder escribiendo una realidad diferente. Una que no incluye ningún vestigio del fracaso de mi pasado. Tiempo para encaminar mi presente y mi futuro. No estoy dispuesto a combinar la paternidad con el trabajo remoto invirtiendo millones de dólares por hora. Al menos no todavía. Vuelvo a buscar la lista de niñeras y encuentro el número de Las niñeras de Aurora. –Muy bien. veamos que tiene Aurora para mi– marco el número. Emma da un último mordisco a su sándwich y luego corre hacia el sofá, mirándome expectante. Su carita se ve demacrada, como el tipo de rostro que esperas ver asomándose por una ventana sucia en una novela de Charles Dickens. Para nada la cara regordeta de querubín que aparece en los anuncios de pañales, de los cuales recibo demasiado ahora que mi teléfono inteligente sabe que hay una niña pequeña en mi vida. Me desanimo un poco. ¿Qué habrá vivido esta niña hasta ahora? –Las niñeras de Aurora, ¿en qué podemos ayudarle? – la voz alegre y femenina al otro lado del teléfono me devuelve a la realidad. Me aclaro la garganta. –Me llamo Weston Hamilton. Estoy buscando una niñera para mi… hija– parpadeo, mirando a Emma. –Es urgente. Soy nuevo en la zona y necesitaré una niñera mañana mismo, si puede acomodarme– La mujer al otro lado de la línea arrulla y luego dice: –Por supuesto que podemos acomodarlo en Las niñeras de Aurora. ¿podrías venir a la oficina? Eso acelerará el proceso sin duda. Podemos contemplar sus papeleo, ver las niñeras disponibles y hacer nuestra selección hoy mismo– El alivio me invade. –Excelente. Estaré allí en media hora– Al menos todavía hay una persona en el mundo feliz de saber de Weston Hamilton. Después de todo lo que mis hermanos y yo habíamos pasado en los últimos siete meses, a veces parece que el mundo entero está en nuestra contra. La investigación activa de la comisión ciertamente no ayuda a la vieja reputación, especialmente porque los hermanos Hamilton han sido los favoritos de los medios antes de que se iniciara la investigación. Ahora, nuestros nombres están salpicados por todas partes, todo el tiempo. Menos chismes de famosos y más el huevo podrido en la puerta principal. –Mamá, ¿podrías sentarte con Emma hasta que regrese? Voy a ir a la agencia de niñeras a ver que puedo organizar– Me dirijo al respaldo del sofá donde ella está sentada al lado de Emma, ambas aparentemente fascinadas por el personaje de dibujos animados con aspecto de cerdo cuya cabeza parece sospechosamente un pene y pelotas. –Por supuesto, querido– Extiende la mano para acariciarme la mía, sin apartar la mirada de la caricatura. –Terminaré de hacer mi lista de cosas que necesitas también. Recuerdo la más reciente: esas cubiertas para los pomos de la puertas, para que los niños no puedan escapar. Claro, también lo hace bastante difícil para los adultos, pero deberíamos ser capaces de resolverlo– Sonrió, apretándole el hombro. –Gracias, mamá. Por todo– siento esas palabras más de lo que puedo transmitir correctamente. –No tienes que estar haciendo todo esto…entiendo si se vuelve demasiado– –¿Qué? ¿Ayudar a cuidar a la nieta secreta de mi ex? – se ríe con amargura. –La vida nunca sale como la planeas, Weston, cariño. Recuérdalo. Incluso cuando haces todo bien– Reflexiono sobre sus palabras mientras salgo del apartamento y me dirijo al estacionamiento subterráneo. Es a la vez un mantra y una herida. Vivo mi vida esforzándome por hacerlo todo bien. No solo bien, sino perfectamente. ¿Y cómo fui compensado? Un hermano distanciado. Una investigación activa de la comisión por fraude. Un imperio fracturado y en ruinas. Tiene que haber alguna manera de darle vuelta a este barco, pero no puedo entender que demonios es. Me subo a mi auto de Kentucky, mi Mercedes Benz clase S, completamente cargado, y me arrastro hacia la salida del estacionamiento subterráneo, con la luz intermitente encendida. Louisville todavía me resulta tan familiar, a pesar del nuevo desarrollo y el ambiente hípster que no existía cuando me fui de la ciudad. había hecho todo lo posible por convertirme en una figura habitual de Louisville mientras cortejaba a Tatum Morton, lo que significa que casi todos los edificios que paso, los había visitado en al menos una vez. Mientras conduzco por la ciudad hacia las agencia, veo lugares aún más familiares, y casi todos eran lugares que Amelia y yo habíamos frecuentado o amado hace seis años- Amelia, ¿Dónde estás ahora? Reprimo los pensamientos antes de que puedan entrar en espiral. Todo lo que importa ahora es sobrevivir cada dicha. Seis años atrás, estuve a punto de pedirle matrimonio a Amelia Morton. Después de la forma en que ella me ignoró brutalmente, uno pensaría que estaría en camino de no volver a preguntarme por ella. De hecho, a los treinta y dos años, es vergonzoso admitir que todavía me pregunto por una ex, especialmente cuando había tenido otras tantas mujeres que me distraían. Así que no sé lo digo a nadie. Apenas me lo admito a mí mismo. No sé cuántas mujeres se necesitarán para borrar a Amelia por completo de mi mente, pero cualquier número que tenga no es suficiente. Es lo mejor. Es demasiado joven entonces. Si te hubieras casado a los veintisiete años, todo después habría sido diferente. Mis racionalizaciones habituales golpean de forma diferente en la zona cero. Me permito jugar con el recuerdo de Amelia un momento más, pero juro alejar todos los pensamientos sobre ella de mi mente para siempre una vez que entro al estacionamiento de Las niñeras de Aurora. El edificio de un piso es una versión real de una linda casa de dibujos animados, con camas elevadas rectangulares y adoquines cuidadosamente colocados que conducen a la puerta principal. Entro en la zona de recepción, donde dos mujeres me sonríen de inmediato. –Weston Hamilton– la morena más alta se dirige hacia mí con una gran sonrisa en su rostro. reconozco su voz del teléfono. –Estoy muy contenta de conocerte finalmente soy Doris– Le estrecho la mano y le devuelvo el saludo, evaluando rápidamente el diseño interior sobrio y moderno. La recepcionista me observa con tímida curiosidad. Asiento. Doris, la coordinadora principal de colocaciones, me conduce de vuelta a la oficina. –Permítame reiterarles lo mucho que me honra que alguien como ustedes considere trabajar con Las niñeras de Aurora. Sigo sus iniciativas benéficas. No estoy segura de que haya nadie que haya hecho más por apoyar a los niños necesitados que ustedes– dice Doris con voz suave mientras se cómoda detrás de un gran escritorio de madera. Me siento frente a ella mientras gira la pantalla de su computadora para que ambos podamos ver. –Vaya, gracias. Que conmovedor– y lo es, dada la discordia que he sentido últimamente. –Vayamos al grano. Aquí en Las niñeras de Aurora, valoramos la transparencia y la comunicación de alto nivel– explico mientras hacía clic a través de las pantallas. –Quiero estar disponible para ti en cada paso del camino. Incluso una vez que recibas tu colocación, si alguna vez hay algo que no te guste o alguna pregunta que puedes tener, soy tu persona de referencia– La llamativa sonrisa de Doris es típica de un servicio VIP, un servicio desmesurado. Estoy acostumbrado a eso en Manhattan. Por el precio justo, la gente haría casi cualquier cosa que les pidieras. Pero no tengo la intención de abusar de mi estatus. He superado esa fase como un rayo después de que ganamos nuestros primeros quinientos millones. Solo quiero una niñera y algo de paz y tranquilidad interna. Con suerte, encontrar lo. Primero me proporcione lo segundo. –Te lo agradezco– –Cuéntanos un poco más de lo que buscas– Doris se inclina hacia delante, con su atención fija en mí. –Bueno, Emma ha estado…un poco difícil últimamente– no sé de qué otra manera describirlo. Y, honestamente, no quiero entrar en el caos de mi situación familiar en este momento. es más difícil fingir que es mi hija que repasar porque estoy en esta posición o que había procedido. –Está un poco ansiosa con la gente nueva, pero tiene ansiedad Servera con las visitas inesperadas. Creo que necesitamos a alguien un poco más hábil en…casos especiales– Doris asiente, tocándose la barbilla. –Tenemos algunas niñeras disponibles ahora mismo que encajan– explico con una sonrisa conspirativa, mostrando una lista de fotos en la pantalla de la computadora. Cada niñera tiene un resumen rápido debajo de su retrato. –Tú tienes la última palabra, pero te daré un resumen completo de cada niñera y sus fortalezas y debilidades particulares– –Siempre y cuando ella sepa más sobre niños que yo– le digo. –Y mis conocimientos son prácticamente los mínimos– La risa tintineante de Doris resuena por la habitación. –Oh, señor Hamilton. Proporcionáremos mucho más que eso– saca el primer portafolio: una niñeara llamada Yvonne. Historia ecuestre. Proviene de una familia numerosa. Trilingüe. –Luego esta Tara. Bilingüe. Experta en arte. Certificada para educar en casa hasta sexto grado. Y luego está Amelia cabello largo y oscuro. Ojos azules que nunca olvidaré, aunque lo intente. Excelente con los niños con necesidades especiales e historias que involucran traumas. El resumen de Doris no menciona a la mujer que te mando a la mierda hace seis años y se llevó el pedazo más grande de tu corazón con ella. –Ella– comienzo, pero mi voz falla. Ya no estoy seguro de si la tengo, porque sospecho que mi estómago, al tocar fondo, la había arrancado de mi garganta de camino a mis pies. –Amelia es una excelente opción. Es a quién yo misma recomendaría– ronronea Doris, sacando su teléfono para comprobar algo. luego me mira con emoción en su rostro, con los labios fruncidos como si se muriera por contar su secreto. –Acaba de regresar de una misión. Así que puedes conocerla ahora si quieres-
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