Se movió con prudencia, tratando de no cargar demasiado de su peso sobre la pierna en recuperación. Deshacerse del yeso había sido un alivio enorme, como un paso a la liberación definitiva. Las cuatro semanas posteriores a la cirugía de brazo y pierna habían sido duras. Nunca antes había tenido que estar tanto tiempo postrado y totalmente reducido a escasos movimientos. Era activo por naturaleza, desde niño no paraba estar quieto para él no era opción. Su amor por los deportes de alto riesgo en especial y su escasa preocupación por usar la protección adecuada para ello habían resultado en esas fracturas de antebrazo, tibia y peroné que, además de doler como mil demonios, le habían implicado operaciones y subsecuentes placas metálicas, clavos quirúrgicos, yeso y ejercicios de fisioterapia

