Uno de estos cristales de aquel lugar misterioso, tenía la forma de una perfecta bola pulida, reflectaba un brillo que mostraba con perfecta claridad la imagen de Brielle y Sadrac conversando junto al árbol sagrado de Talisia. La resolución era tan precisa que cada expresión, cada gesto, cada palabra podía ser observada y escuchada como si los observadores estuvieran presentes en el mismo salón por medio de ese resplandor que daba la bola de cristal mágico. El primer Elfo, de cabello blanco como la nieve nueva y ojos que brillaban con un azul tan intenso que parecían contener fragmentos de glaciares antiguos, observaba la conversación con una fascinación que había estado creciendo durante semanas. —Ese Rey lobo de fuego es muy curioso —murmuró con una sonrisa que no tenía ni una pizca de

