En ese momento, Brielle se encontraba arrodillada frente a Sadrac, manteniendo su concentración profesional en la pierna herida, aunque su expresión facial delataba que estaba experimentando una avalancha invernal de emociones contradictorias. La vulnerabilidad de estar completamente desnuda, la intimidad de la situación, y la responsabilidad de cumplir con su parte del acuerdo se combinaban en una tensión visible que recorría todo su cuerpo.
Sus manos delicadas temblaban un poco mientras las acercaba con cuidado a la piel bronceada del Rey Lobo, donde las venas negras y retorcidas, que se extendían como raíces venenosas infectadas con esa combinación letal de plata y fuego azul que ella había estado eliminando gradualmente, se ramificaban desde la herida profunda y persistente en su musl
