—Su majestad —se inclinó uno de los cocheros, que era un hombre lobo de mediana edad con la piel incluso más oscura que el Rey por pasar tantos años bajo el sol—, la carroza está lista. ¿Desea que siga alguna ruta en particular? —preguntó con decencia. —Llévanos por la plaza del mercado central —dijo Sadrac con cierto aburrimiento—, luego por el distrito de los artesanos, y finalmente por el puerto —ordenó el Rey Lobo con autoridad—. Quiero que la recién llegada vea cómo funciona un reino próspero de verdad. Brielle notó el énfasis en sus palabras, y se preguntó si era una crítica indirecta hacia su reino natal Talisia, al suponer eso, ella pensó: «¿Pero que sabe él de mi reino si nunca lo ha pisado, ¡es un odioso!», pensó Brielle sin tener idea que eso no era nada para lo que le espera

