Sadrac vaciló, recordando vívidamente las circunstancias humillantes que lo habían arrastrado a esa promesa: su desesperación por ver los pies de Brielle, la manera en que ella con artimañas femeninas y “torturas mentales” lo había manipulado expertamente en esa debilidad suya. No era algo que pudiera admitir ante su hermano sin revelar vulnerabilidades que prefería mantener privadas. Era degradante que Zelek descubriera que él había sucumbido solo por unos miseros y pequeños pies de una Elfa. —Las razones específicas no importan —declaró con esa voz autoritaria que usaba para terminar discusiones—. Lo que importa es que di mi palabra, y la cumpliré. Zelek estudió a su hermano durante largos momentos, notando la defensividad en su postura y el cuidadoso control en su voz. Era evidente qu

